El hombre que fue a Madrid siguió diciéndome: “Nada se parece a nada. En todo el tiempo que estuve en Madrid, ni mi hijo mi mis amigos sacaron jamás un fajo de billetes para pagar ni en restaurantes ni en tiendas ni para comprarme el billete de vuelta. Pagaron con tarjetas. Dicen que el dinero es plástico, un flujo que no está en ningún sitio. Ya no existe el placer de tocar los billetes”. Lo decía con admiración, con nostalgia, con pena. Siguió: “O los perros de Madrid han cambiado mucho o esa gente no sabe lo que es un perro; los he visto qje llevaban gabardina, guantes y patucos. Me contaron que una señora que saca a pasear al perro, recoge sus cacas y el perro duerme en la habitación del matrimonio, tiene una chica en casa para cambiar los pañales al niño”