En días pasados he visto el suelo de muchas huertas gallegas sembrado de manzanas. Sus dueños, en su mayoría gente mayor, no les compensa pagar a nadie para que las coja del árbol, luego no tendían a quien venderlas y ellos ya no pueden subirse a los árboles sin grave riesgo de caerse. Estas manzanas, a las que no tocó ni gota de nada a no ser la lluvia caída del cielo, pudieran haberlas aprovechado los restauradores para mermeladas, dulces, tartas y con ellos fomentar la agroalimentación. En los mercados de las grandes ciudades esta manzanas se pagan dos y tres veces más que las manzanas industriales. La Xunta tendría que hacer algo para no dejar perder estas cosechas. La promoción de la dieta atlántica comienza en la recolección de buenos y exquisitos frutos.