Estos días finales de julio, los encuentros de la gente que está con la que llega a pasar el verano, y entre los que vienen de distintos lugares, especialmente en el atrio de la iglesia al salir de misa y en el bar narran sucesos pasados de sus años pasados juntos en algún lugar, sucesos que ya no tienen lugar más que en la representación y en los que están involucrados. Es decir, se envuelven con sus propios acontecimientos. La narración es como un acto de emancipación del tiempo sin dejar de estar sometidos a él. Alguien me dijo: amigo, la vida no es más que una serie de rodeos con los que tratamos de distraernos en nuestra camino hacia el final”, uno más de los juegos con que jugamos con el tiempo. Entonces, no sé por qué, recordé aquello de que “tarde o temprano todos nos inventamos un pasado del que nos gustaría proceder”, que he leído en algún sitio pero olvide dónde, o un futuro del que nos gustaría ser protagonistas