Santiago y Lug
Carlomagno, en sueños, vio en el cielo un camino de estrellas que empezaba en Frisia, hasta llegar a Galicia en donde estaba escondido el cuerpo de Santiago Apóstol. Carlos vio esto muchas noches; absorto en este sueño, se le apareció un caballero hermoso como no podía ser más, y le dijo: Hijo mío, qué haces? Y él respondió: ¿Quién eres tu? Y le respondieron: Yo soy el Apóstol Santiago, cuyo cuerpo, yace soterrado en Galicia la cual está en poder de los moros. Te hago saber que así como Dios te hizo más poderoso que todos los reyes de la tierra, así también te designa para liberar mi ciudad y el camino que lleva hasta ella del poder de los moros lo que te ceñirá una corona de gloria perdurable. Lo harás siguiendo el camino de estrellas que te ha sido mostrado. Cuando esto hayas hecho, toda la cristiandad irá allí en peregrinación a dar gracias a Dios buscando el perdón de sus pecados y verá las maravillas obradas por Dios. Esto se hará desde los días de tu vida hasta el fin del mundo. Vete cuanto antes te sea posible; yo te ayudaré en todo. Por esta hazaña, alcanzarás de Dios la gloria del Paraíso”. Un día, el monje Pelayo se acercó al punto de un bosquecillo, cercano a la cabaña en la que vivía en estricta pobreza, sobre el que estaba colgada una estrella, y descubrió el sepulcro de Santiago (Miragres de Santiago).
Un día el rey Conn, estando en Tara con unos druidas, consejeros suyos que lo acompañaban a todas partes, pisó la piedra Fal, símbolo de la legitimidad y del poder de los reyes. Fal habló para decir que Lugnasad debería celebrarse siempre en Tailtiu. A cierto momento, el rey y los druidas fueron transportados en una nube a un palacio de un lujo despampanante en donde fueron recibidos por una joven bellísima, que les condujo a la presencia de un joven apuesto, quien dijo al rey: “Yo soy Lug. Estoy aquí para revelarte el destino de la realeza de Tara”. Conn y los druidas habían sido transportados al otro mundo, paralelo a éste y tan real como él, al que, en vida, sólo algunos héroes pueden acceder (Ch. J. Guyonvarc´h, Les fêtes celtiques).
Lug, personaje ambiguo, extraído de la clase militar por los sacerdotes sin haber sido jamás él mismo sacerdote , es para los celtas el hombre primordial y adámico, rey, juez, guerrero, el más grande de los dioses, equiparable a Mercurio romano y a Apolo griego, mediador entre el cielo y la tierra, e inventor de todas las artes; posee las capacidades de todos los otros dioses, y está por encima del Panteón. Lug instituyó la Lugnasad, asamblea jurídico política y momento de tregua militar, que se celebraba en un lugar sembrado de tumbas, sobre la que se creía que era la de la Princesa Tailtiu, diosa de la fertilidad, cuyo sacrificio aseguró la perennidad y el bienestar del pueblo celta. Tailtiu, aún hoy, es considerado el omphalos de Irlanda, su centro sagrado.
Un día el rey Conn, estando en Tara con unos druidas, consejeros suyos que lo acompañaban a todas partes, pisó la piedra Fal, símbolo de la legitimidad y del poder de los reyes. Fal habló para decir que Lugnasad debería celebrarse siempre en Tailtiu. A cierto momento, el rey y los druidas fueron transportados en una nube a un palacio de un lujo despampanante en donde fueron recibidos por una joven bellísima, que les condujo a la presencia de un joven apuesto, quien dijo al rey: “Yo soy Lug. Estoy aquí para revelarte el destino de la realeza de Tara”. Conn y los druidas habían sido transportados al otro mundo, paralelo a éste y tan real como él, al que, en vida, sólo algunos héroes pueden acceder (Ch. J. Guyonvarc´h, Les fêtes celtiques).
Lug, personaje ambiguo, extraído de la clase militar por los sacerdotes sin haber sido jamás él mismo sacerdote , es para los celtas el hombre primordial y adámico, rey, juez, guerrero, el más grande de los dioses, equiparable a Mercurio romano y a Apolo griego, mediador entre el cielo y la tierra, e inventor de todas las artes; posee las capacidades de todos los otros dioses, y está por encima del Panteón. Lug instituyó la Lugnasad, asamblea jurídico política y momento de tregua militar, que se celebraba en un lugar sembrado de tumbas, sobre la que se creía que era la de la Princesa Tailtiu, diosa de la fertilidad, cuyo sacrificio aseguró la perennidad y el bienestar del pueblo celta. Tailtiu, aún hoy, es considerado el omphalos de Irlanda, su centro sagrado.