Volver a la casa de los abuelos, después de andar tantos caminos, es alimentar el manantial de la infancia, una caricia a la memoria y al libro del tiempo, como arrojar los ojos a las llamas y rescatar recuerdos cerrados a cal y canto en el antro del olvido. Estos días son la recuperación del pasado que duerme en la memoria. ¡Qué difícil reencontrar los senderos de aquel entonces! El gruñido de los cerdos, que no quieren darse al cuchillo, y el llanto de los bosques ante el hacha del leñador, es una protesta inútil, intensa y melancólica, melodía airada e intensa, contra el tiempo. Unos días sembrando sueños. Pd. Este es el resumen de lo que me dijeron los que vinieron a pasar el puente a Loureses.