¡Qué cosas!

¡Qué cosas! Recibí una carta de aquella que cuando niña fue mi amor, a quien dije: “Si no me caso con Vos, me voy de cura”. Tus caminos Señor, son inescrutables, insospechados ¡Hace tanto tiempo que no sabía nada de ella! Y ella habrá sabido de mi porque, estos días, hasta los ciegos habrán visto lo que mis hermanos cardenales me han hecho. Si sigue en nuestro país, habrá sabido de mi siempre porque siempre he sido un personaje importante. ¡Qué vanidad, Señor! ¿Quién es importante y qué es ser importante? Seguramente por pudor, por respeto, no me cuenta nada de ella. Y me gustaría saber qué hace, cuantos hijos ha tenido. El día después de tanta pompa, de tantos honores, de tantos saludos dignatario, me vino bien esta carta. Me reacordó que soy un ser humano como otro cualquiera y que cualquiera ser humano es tanto como yo.
Volver arriba