Entre los borrosos resplandores de las farolas, el viento farfullaba palabras,. Allá arriba la montaña les parecía un esqueleto andante. Los dormidos, con los ojos cerrados, miraban a los viajeros que caminaban por senderos tejidos de sueños. Los pajaritos se bañan en los primeros rayos de sol y la escarcha brilla sobre las cosechas. Cuando llegaron de regreso, el cielo había despertado del soñoliento letargo y las cadenas difundías las noticias. “A mí no me van a dar lecciones de ética ni de democracia XXX”, oyeron. Tomando café, ellos que han venido buscando un refugio de tranquilidad para redactar las conclusiones de un estudio, pensaron: Solo la soberbia de los ignorantes puede decir semejante majadería. El mayor criminal puede hace actos de bondad apabullante y el adversario político puede decir verdades como puños. Por las tardes van al bar para escuchar a los campesinos y obreros hablar sobre su jornada de trabajo. Piensan que todo el tiempo libre que les queda no les sería suficiente para aprender lo que esta gente les puede enseñar sobre la vida.