El crepúsculo, como la sombra de Dios, se reflejaba en el estanque de la Fonde da Cunca. Emprendí el descenso. Las cosas ceñidas por el crepúsculo hondo, espléndido y callado parecían esculturas esperando la noche que despuntaba a lo lejos como una ancianidad llena de grandeza. Me llegaban sonidos como voces de monjes envejecidos que se extinguían desvalidas en la hondura abandonada del bosque. Las cosas parecían desbordarse sobre sus contornos excediendo los límites y los confines de la tierra se borraban hasta que los prados, los ríos, los abedules, los robles quedaron sumidos en la penumbra. Las campanas de la vieja iglesia, solemnes y piadosas, tocaron pidiendo una oración por alguien que había muerto. Un perro ladró en la lejana aldea y la plenitud de un inmenso silencio lo llenó todo. Todo parece un enigma. Los científicos tratan de resolverlos, yo los amo.