Peregrino de Emaús, bienaventurado, padre postizo... y cardenal

Este sábado, podré decir que tengo un amigo cardenal. "Ahora soy tu padre postizo", me dijo después del funeral del mío. Curiosamente, Carlos Osoro recibe la birreta el mismo día en que mi padre hubiera cumplido los 82. Una casualidad ciertamente afortunada.

Llega al cuerpo de "príncipes de la Iglesia" un hombre bueno. Cercano, activo (demasiado para quienes tratamos de seguirle), con las agujas del reloj paradas en el momento en que tú le necesitas. Cuando el Papa Francisco le nombró "El Peregrino", no pudo hacer mejor definición. Porque Carlos Osoro es uno de los dos caminantes de Emaús: aun en los momentos malos, aun cuando parece perdida toda esperanza, camina junto al otro, y tiene los oídos abiertos para escuchar, la mano tendida para acoger, un pan para compartir con el viajero al que se encuentran. Que es Cristo, que siempre es Cristo. Y por eso no dejan a nadie abandonado al borde del camino. Emaús y el Buen Samaritano, sus relatos preferidos del Evangelio.

Hoy debía estar con él en Roma, pero a última hora, "razones de fuerza mayor" lo impidieron. "La Iglesia merece gente como tú", le he escrito hace un momento. Como merece a personas como el Papa Francisco. Hombres y mujeres que miran al otro y encuentran una mirada detrás de cada para de ojos; que abrazan y se dejan abrazar; que sienten a flor de piel; que se entristecen y acompañan al amigo cuando sufre; que se "arremangan" cuando hace falta; y también, que saben gobernar cuando toca, con todas las dificultades que ello implica.

El nombramiento de cardenales es el pórtico al Año de la Misericordia. Un tiempo para recordar que estamos hechos de vida y que debemos ofrecerla a raudales, a todo el que lo necesite. Para no dejar nuestra Iglesia, nuestro mundo, convertidos en un páramo desolador. Que las condenas, los anatemas, las herejías, el "contigo o contra ti" no sirven más que para destruir, página a página, el sueño que Jesús hizo posible a lo largo de su vida.

"Hagamos nuestros los sueños de Dios", dijo Carlos Osoro nada más llegar a la diócesis de Madrid. Unos sueños que pasan por dar de comer al hambriento, de beber al sediento; por acompañar al que sufre; por trabajar para un mundo nuevo, con callos en las manos y una sonrisa en la mirada. Unos sueños que pasan por dormir poco y escuchar mucho; por estrechar lazos de unión y por descubrir en el otro al propio Dios que sigue soñando en directo.

Hoy, España y la Iglesia cuentan con un nuevo cardenal. Hoy, el Papa tiene entre su "ejército" de purpurados, a un buen hombre. Un peregrino de Emaús, un bienaventurado. Hoy, muchos que le queremos, tenemos la sonrisa de oreja a oreja por un amigo fiel. Gracias por eso, y por todo, Eminencia. Gracias, Carlos
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