Tápies y el amor partido, repartido y compartido
El pasado domingo escuchábamos a Jesús expulsando demonios, dando comienzo a la lucha por el Reino. En el Vaticano, esta misma semana, estamos asistiendo a un magnífico ejemplo de perdón, amor y reconciliación. Que nada tiene que ver con la exigencia de justicia, ni sustituye a ésta. Más bien, la implementa. El simposio sobre pederastia que se está celebrando en la Gregoriana puede ser la pieza clave para acabar de una vez por todas con esta lacra, y conseguir que la institución pueda levantar cabeza con cierta credibilidad. Nos jugamos mucho.
Pero sólo lo lograremos mirando desde los ojos del amor, de la cercanía, de la caricia y del apoyo. De nada sirve tratar de arreglar los problemas solo, pues el mundo sigue moviéndose entretanto. Y no nos espera. Hay que encontrar, como también decía Tàpies, el equilibrio. Ése que lleva a la felicidad que, como todo en esta vida -como la fe, como el perdón, como la construcción del Reino-, no está completa si no es compartida.
Me dirán que es un tanto arriesgado mezclar al artista catalán con el simposio vaticano, y tal vez tengan razón. Quizá únicamente me mueve un criterio de oportunidad. Pero tal vez, sólo tal vez, la frase de Tàpies pueda ser perfectamente aplicable a nuestra vida como creyentes. Una vida marcada por el sufrimiento, por la duda, por el dolor... y por la esperanza marcada en el amor. En el amor compartido y por compartir. Ése que acaba sortea cualquier frontera, por alta y robusta que sea. El amor de aquel que partió, repartió y compartió su cuerpo y sangre con nosotros. Y que haciéndolo venció a la Muerte, al dolor, al fracaso y a la tristeza.
Descanse en paz Antoni Tàpies
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