Un buen momento para apostar por el testamento vital

En cada caso concreto, las posturas dogmáticas, para un lado o para el otro, no benefician a nadie. Ni el padre de Eluana es un asesino ni su caso debe ser utilizado por los partidarios de la eutanasia. Menos en España, donde la ley permite, desde hace años, que el tutor legal de una persona en coma irreversible pueda decidir que ésta sea desconectada.
Hoy les quiero plantear una cuestión, que casi siempre aparece de modo tangencial en este tipo de polémicas, y que poco a poco va calando en el imaginario colectivo. La Iglesia española fue pionera en esta propuesta, que además reúne los requisitos que propugnan algunos defendiendo la eutanasia a todos los niveles. Como me parece la postura más humana, realista y éticamente aceptable, así se la cuento. Se trata de apostar por el testamento vital. Un documento que tiene rango de norma, y que debe ser de obligado cumplimiento para facultativos, jueces y demás, si estuviéramos lo suficientemente informados como para redactarlo y colocarlo, por ejemplo, junto a nuestro seguro de vida. O con una copia en nuestra cartera. O, mejor, con una copia en el informe médico.
Éste es el Modelo de Testamento Vital promovido desde la Conferencia Episcopal:
A mi familia, a mi médico, a mi sacerdote, a mi notario:
Si me llega el momento en que no pueda expresar mi voluntad acerca de los tratamientos médicos que se me vayan a aplicar, deseo y pido que esta Declaración sea considerada como expresión formal de mi voluntad, asumida de forma consciente, responsable y libre, y que sea respetada como si se tratara de un testamento.
Considero que la vida en este mundo es un don y una bendición de Dios, pero no es el valor supremo absoluto. Sé que la muerte es inevitable y pone fin a mi existencia terrena, pero desde la fe creo que me abre el camino a la vida que no se acaba, junto a Dios.
Por ello, yo, el que suscribe (nombre y apellidos del testador) pido que si por mi enfermedad llegara a estar en situación crítica irrecuperable, no se me mantenga en vida por medio de tratamientos desproporcionados o extraordinarios; que no se me aplique la eutanasia activa, ni que se me prolongue abusiva e irracionalmente mi proceso de muerte; que se me administren los tratamientos adecuados para paliar los sufrimientos.
Pido igualmente ayuda para asumir cristiana y humanamente mi propia muerte. Deseo poder prepararme para este acontecimiento final de mi existencia, en paz, con la compañía de mis seres queridos y el consuelo de mi fe cristiana.
Suscribo esta Declaración después de una madura reflexión. Y pido que los que tengáis que cuidarme respetéis mi voluntad. Soy consciente de que os pido una grave y difícil responsabilidad. Precisamente para compartirla con vosotros y para atenuaros cualquier posible sentimiento de culpa, he redactado y firmo esta declaración.
Firma:
Fecha:
Evidentemente, hay otros modelos, sean más o menos confesionales, más o menos claros, en los que se acoge la petición o no al sacerdote, así como la posibilidade asumir "cristianamente". Este modelo es válido, incluso cambiando las expresiones más confesionales. Lo importante es el contenido. Y, en esto, nuestra Iglesia fue absolutamente pionera.
Pero que nadie se equivoque. El testamento vital, que incluye un cuestionario amplio y conciso, no comprende acciones que exigen la intervención de terceras personas, ni alteraciones del ciclo natural del enfermo. La eutanasia no aparece recogida, ni siquiera como posibilidad a tener en cuenta en el plano de las impresiones subjetivas. Pero también se pide evitar el encarnizamiento terapéutico y los tratamientos desproporcionados.
La Generalitat de Cataluña, por ejemplo, cuenta con otro Testamento Vital, con algún otro matiz. Nosotros optamos, en su día, por el primero. Para hacernos responsables de futuras desgracias, que ojalá nunca lleguen. No querría que mis padres, mi mujer o mis hijos se vieran en la situación de los padres de Eluana. Que, insisto: no son unos asesinos. Son unos padres que querían a su hija.
baronrampante@hotmail.es