Un cambio sustancial

Tras diez años, José María sucedió al siempre polémico Juan Antonio Martínez Camino. El ya ex portavoz y todavía obispo auxiliar de Madrid ya no ejerce como representante de los obispos españoles, y la valoración sobre su "pontificado" ya la hicimos. A enemigo que huye, puente de plata. Y sin embargo, las comparaciones son odiosas. O, en este caso, gratificantes.
Desde el principio, José María Gil ha hecho gala de un talante nuevo. Cercano, afable, sencillo, el nuevo portavoz conoce a los profesionales de la información religiosa (o se preocupa por hacerlo), comprende su trabajo y hace todo lo posible para que éste se lleve a cabo con la mayor celeridad. Se acabaron las ruedas de prensa con preguntas "únicamente referidas al tema que nos ocupa". Se acabó el lenguaje de trazo grueso y condenatorio. La "primavera" de Francisco, que en demasiadas cuestiones todavía está por llegar en la Iglesia de nuestro país, ya ha venido en la portavocía.
Por si a alguien le cabía alguna duda, la prueba definitiva llegó esta misma mañana. Después de una semana en la que la Iglesia española -la Casa de la Iglesia, para ser justos- no se había pronunciado sobre la tragedia en El Tarajal, José María Gil Tamayo no quiso esperar a la ocasión de las preguntas de los periodistas, y antes de comenzar la rueda de prensa para hablar de la "X" de la Declaración de la Renta, habló sin tapujos del drama de 15 muertos ante nuestras playas, pidió responsabilidad y soluciones a los partidos políticos, al Gobierno y a la UE, denunció las políticas migratorias que sólo buscan alejar al inmigrante y no tienen en cuenta las razones que les hacen jugarse la vida en el Estrecho o en las cortantes cuchillas.
Después, no rehuyó ninguna pregunta. Con absoluta transparencia, reconoció los problemas en 13TV, habló de la visita Ad Limina, de los dineros de la Iglesia, de la situación de crisis que vivimos... Todo con un lenguaje cercano, amable, propositivo, sin dejar de lado la denuncia de las injusticias.
Definitivamente, el cambio que se ha producido es sustancial. Y positivo para la institución. Inmejorable para los periodistas, que tienen a un compañero al otro lado de la mesa, y no un adversario dispuesto a ridiculizar al becario de turno por no conocer de "pe" a "pa" la doctrina. José María Gil Tamayo es la avanzadilla de una primavera que el Papa Francisco se encargará de recordar a nuestros obispos a partir del próximo lunes. Y que se verá refrendado el 11-12 de marzo próximos, con la elección de un nuevo presidente de la Conferencia Episcopal que, sin duda, tendrá que "oler a oveja". Como el nuevo portavoz, hijo de emigrante y defensor de una Iglesia que es noticia, y que tiene que comunicar, y hacer vida, la Buena Noticia del Evangelio.
E insisto: en este caso, la amistad no ciega, sino que ilumina, y no impedirá la crítica, cuando deba darse. No es el caso, por el momento. Para bien de todos, también de una institución que, ahora más que nunca, es necesaria para la construcción del presente y del futuro de nuestra sociedad.