El cardenal se muda

A Osoro le espera una difícil papeleta: la de intentar que cuadren las cuentas. No es nuevo en estas lides, pues ya debió acabar con una deuda que rondaba los veinte millones de euros en la Valencia de Camps, Barberá y el despilfarro. Lo consiguió a base de trabajo y de una programada austeridad. Madrid cuenta al menos con una deuda similar.
A diferencia de Valencia, en la capital de España no hay tanto bolsillo dispuesto a desembolsar dinero en estos tiempos de crisis. Porque seguimos inmersos en crisis. Para empezar, Osoro ha eliminado la macromanifestación en Colón, que corría a cargo de la diócesis aunque en realidad fuera un acto copado por el Camino Neocatecumenal. El resto de recortes no serán tán fáciles de llevar a cabo.
Rouco se va, pero sin marcharse del todo. Desde su nueva atalaya intentará marcar de cerca al nuevo arzobispo de Madrid, que sin embargo poco a poco va marcando su impronta, y está a punto de designar a su equipo. Desde su ático, Rouco Varela debería reconsiderar su función en la Iglesia española. Que tiene mucho que reconocerle, tanto para mal como para bien. Y también dar un paso atrás. Tiempos nuevos, personas nuevas.