El debate del pasado lunes dejó varias cosas claras: en primer lugar, que lamentablemente seguimos teniendo políticos "funcionarios", más ocupados en atacar al otro o en mantener su imagen que en ofrecer respuestas a los "problemas de la gente" (Rajoy dixit); en segundo término, que tanto al líder del PP como el candidato del PSOE no les preocupa lo más mínimo la cuestión religiosa, y muchísimo menos las relaciones con la Iglesia. El candidato Rubalcaba, al menos, habla de la Iglesia en su programa electoral -aunque sólo sea para decir que eliminará las exenciones a determinados impuestos-. Rajoy, como norma habitual, ni está ni se le espera en estos temas. Ya dijimos en su día que el candidato popular no quiere ver a Rouco ni en pintura, y que tampoco está dispuesto a plegarse ante presión alguna de los grupos ultraconservadores. La mayoría que le auguran las encuestas favorece el objetivo del más que futuro presidente.

Lo más sangrante es que la desaparición de todo lo tocante a la Iglesia, o a la presencia de lo religioso en la sociedad, es lo que siempre ha querido el cardenal Rouco. Que la Iglesia únicamente apareciera cuando a la jerarquía le interesaba (JMJ y poco más). El resto del tiempo, silencio, ausencias, vacío... Esa "Iglesia ronca" de la que tan bien habla José Manuel Vidal, y que tan bien representa el cardenal de Madrid. Pues bien, señores, lo han conseguido: apenas dos meses y medio después de la gran demostración de "fuerza" de los jóvenes católicos en Madrid, las cuestiones relacionadas con la fe han desaparecido de la palestra publica, a dos semanas de unas elecciones generales. Y, lo que es peor: tiene toda la pinta de que no aparecerán en los próximos cuatro años.

Muchas gracias, señores. Muchas gracias. Felicidades. Y ahora, nada, a seguir formando hogueras con palos y libros, que así nos luce el pelo.


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