Una imagen para el futuro de la Iglesia española

Esta mañana he tenido ocasión de compartir conferencia, charla y café con dos personajes de suma importancia en el presente, y el futuro, de la Iglesia española. Uno, el cardenal español con mayor presencia y responsabilidad en la Curia vaticana, amigo del Papa y con una visión de la política y la situación actual de la Iglesia en nuestro país que Benedicto XVI sabe escuchar y apreciar. Otro, el arzobispo de una de las diócesis más importantes y activas de nuestro país, un hombre abierto, preocupado por los demás y con capacidad para estirar el tiempo como si de un chicle se tratara con tal de no dejar de lado a una sola de sus ovejas.

Antonio Cañizares y Carlos Osoro, prefecto de la congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, y arzobispo de Valencia, respectivamente. Grandes amigos y, lo que es más importante, personas que anteponen sus intereses personales -y sus diferentes puntos de vista sobre muchas cosas- buscando soluciones para el futuro de la Iglesia española y su ineludible papel en la conformación de nuestra sociedad en crisis, donde la voz de la institución está atrapada en manos de quienes quieren dejarlo todo bien atado y que no haya más ruidos que los suyos.

Nunca he escondido mi amistad con Carlos Osoro
. Me honra saber que él tampoco, y me consta que me ha defendido frente a algunos ataques personales (no profesionales) de algunos obispos. No ha sido el único, por fortuna, pero sí el que más presiones ha sufrido. En lo pastoral, los números y la actividad de la diócesis de Valencia hablan por sí solos, y su presencia en un futuro Consistorio se hace cada vez más plausible.

Con Antonio Cañizares, al contrario, hemos tenido (y tenemos) grandes diferencias, especialmente durante sus años en Toledo y como responsable de Enseñanza y Catequesis. Sin embargo, el tándem que formó con monseñor Blázquez en la Conferencia Episcopal -en aquel magnífico trienio sin Rouco- demostró cómo el diálogo puede lograr resultados infinitamente mejores -tanto en lo económico como en la visión de la sociedad española- para la Conferencia Episcopal.

Desde hace meses, y especialmente tras la salida de Jiménez Losantos de Cope, el cardenal Cañizares -y cualquiera que se atreviera a defenderle- está padeciendo una calculada estrategia de acoso y derribo por parte de aquellos que, guiados por una mano más alta, quieren imponer un modo de ser Iglesia en España excluyente y apartada de la sociedad a la que se tiene que dirigir. Ataques que está soportando desde el silencio, pero con mucho dolor. Porque son injustos y porque, nobleza obliga, un cardenal en Roma no tiene el poder adquisitivo que se tiene desde una diócesis.

El tiempo de Rouco y Martínez Camino está a punto de concluir
, y desde Roma se plantean distintas opciones para cambiar el modo en el que la Iglesia española se relaciona con el Gobierno y con una sociedad que cada vez se aparta más de la estructura católica. Una Iglesia que se ponga en cabeza, no sólo a través de la impagable labor de sus instituciones caritativas, sino mediante la voz de sus pastores, de la salida de la crisis, desde una perspectiva ética y ciudadana. Y Cañizares, como bien demostró en su reciente debate con zapatero, o durante su etapa como vicepresidente del Episcopado, está más que preparado para ello. Y se lo cree. Y Carlos Osoro es un hombre de Dios, un buen pastor y un gran organizador. Pronto veremos iniciativas en su diócesis que a más de uno dejarán pasmado.

Esta foto bien puede simbolizar el futuro de la Iglesia española. Estos dos personajes, junto a obispos como Juan del Río, Ricardo Blázquez o Raúl Berzosa (sería un buen portavoz, como creían hace unos años una sensible mayoría de obispos, aunque también ha llegado el momento para un laico, y los hay preparados y dispuestos), pueden contribuir a cambiar la visión que de nuestra institución se tiene en España. No todo está perdido, aunque va a costar mucho arreglar el desaguisado que nos ha convertido en la Iglesia más radical en muchos aspectos de toda Europa.

No serán protagonistas de revolución alguna
-a estas alturas nadie espera encontrar un obispo progresista, igual que es utópico creer en grandes empresarios de izquierdas-, pero sí de un cambio de tono y de ritmo que nos beneficiaría a todos.

La carrera ha comenzado. Y se van a ver zancadillas, trampas y malas artes por doquier. Dios quiera que el Espíritu, y Roma, soplen por un estilo menos duro y desconectado de la realidad. Pronto veremos si esta foto se repite o si, por el contrario, la apuesta vencedora aboga por continuar con la restauración del Antiguo Régimen. Y por el hundimiento.

baronrampante@hotmail.es
Volver arriba