El silencioso -e impagable- servicio de Carlos Osoro al Papa Francisco

Los obispos españoles cometieron una grave injusticia el pasado mes de marzo. No tanto por el resultado de las votaciones en la Asamblea Plenaria -absolutamente legítimo e incuestionable-, sino por la forma en que algunos lo utilizaron para golpear al Papa Francisco en la cara de quien, hoy por hoy, es su hombre en España. Sin lugar a dudas. El cardenal de Madrid, Carlos Osoro, continúa con su trabajo, tanto su diócesis como en el ámbito político y diplomático. Con el aval directo de Bergoglio, a quien "el peregrino" está haciendo un impagable servicio.

La prudencia, y el bien mayor que se puede lograr, nos impiden revelar el contenido exacto de dichos servicios, que este mes de abril han alcanzado sus máximas cotas de relevancia. Las fuentes, además, nos piden esperar para dar detalles de dos importantísimas gestiones -una, en nuestro país; la otra, a nivel internacional-, que el cardenal de Madrid, representando al Papa Francisco, ha llevado a cabo.

Apenas unos datos. La primera de estas gestiones se produjo a comienzos de abril, tiene ámbito estatal (al más alto nivel), y puede concluir en las próximas semanas con el cumplimiento de un deber humanitario que, por desgracia, España venía contraviniendo vergonzosamente.

La segunda lleva fraguándose desde hace meses, y tuvo su punto álgido la pasada semana, en Roma. Y el papel que el cardenal de Madrid ha jugado, como intermediario y facilitador, podría contribuir a frenar la escalada de violencia en uno de los países más cercanos al corazón del Papa y de nuestro país.

En muchas ocasiones, los mismos que atacan al Papa Francisco sacuden con saña a Osoro, a quien acusan, entre otras cosas, de exceso de protagonismo. Nada más lejos de la realidad. Y es que el servicio que el cardenal de Madrid está llevando a cabo, sin hacer el más mínimo ruido, a la sociedad y la Iglesia españolas, y especialmente al Papa Francisco, bien valdrían un reconocimiento que, me consta, él no quiere tener. Aunque ello enfade a los que le queremos, y a quienes nos duelen los ataques que recibe. Y que, en el fondo, van dirigidos al mismísimo Papa y a su opción por una Iglesia en salida, atenta al sufrimiento de los más débiles.
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