El triunfo de la Iglesia moderada

Y, de repente, ocurrió. El cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, desapareció y, en su lugar, apareció quien todos esperaban: el arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, es el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal. Y, sin hacer grandes alardes, se generó la sensación de que, un año después, el “efecto Francisco” comenzaba a hacerse presente en una Iglesia española demasiado escorada a una doctrina dura, anquilosada y excluyente. Las cosas han cambiado. Y mucho.

Ricardo Blázquez lo anunció en su presentación: busca una Iglesia que sea “casa de puertas abiertas”. No hay que esperar un cambio radical en la doctrina –como tampoco en el caso del Papa Bergoglio-, pero sí un modo completamente distinto de presentarse ante la sociedad. “El estilo es la persona”, reconoció en rueda de prensa. Y la persona es radicalmente distinta en las formas, y mucho más conciliadora en el fondo.

Se acabaron las manifestaciones, las declaraciones agrias, las condenas extemporáneas. Se seguirá defendiendo la vida, pero todas las vidas: también las de los pobres, los niños soldados o los inmigrantes. El propio Blázquez, aseguran sus allegados, medió directamente con las autoridades para evitar que un joven senegalés no fuera arrebatado de un CIE y reenviado en avión a su país. Sin alzar la voz y sin querer publicidad.

A sus 72 años, este abulense está lejos de ser un obispo dado a los lujos. Vive y viste modestamente, conduce su propio coche y por no tener, no tiene ni móvil. Y, lo que es más importante, sabe “hacerse” del lugar al que es enviado. Ya le sucedió en Bilbao, donde Arzalluz le recibió con el famoso “un tal Blázquez”, y acabó siendo un eje imprescindible para la pacificación de Euskadi, y en su anterior etapa en la Conferencia Episcopal, donde pese a las trabas impuestas por el derrotado Rouco Varela, logró llegar a acuerdos sólidos con el Gobierno Zapatero. Con un estilo dialogante y basado en el consenso. La noche y el día respecto al autoritarismo del cardenal de Madrid.

A su lado, el nuevo vicepresidente, Carlos Osoro. Con 69 años, el actual arzobispo de Valencia es reconocido por todos como el “Francisco español”, y se revela como el principal candidato a suceder a Rouco Varela en el Arzobispado de Madrid. Un imponente complemento para Ricardo Blázquez pues, si uno es el teólogo, el otro es el pastor. Uno, más introvertido, el otro un huracán mediático. Y ambos con “olor a oveja”, como pedía Francisco.

Los grandes derrotados de esta histórica jornada para la Iglesia española son los afines al sector rouquista, que aun en plena retirada contaba con numerosísimos apoyos. Una derrota que se plasma en la configuración del propio Comité Ejecutivo, donde Rouco sólo ha podido ubicar –además de a sí mismo, pues el arzobispo de Madrid cuenta, por estatutos, con un sillón en el máximo órgano deliberativo de la Iglesia de nuestro país- al arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, su gran candidato para sucederle. En cambio, el sector más aperturista ha elegido a los arzobispos castrense –Juan del Río, uno de los muñidores del cambio en la Conferencia Episcopal- y de Santiago, Julián del Barrio, un obispo sensato y poco dado al conflicto. Junto a ellos, el portavoz, José María Gil Tamayo, sin lugar a dudas el “hombre del Papa” para la comunicación de la Iglesia española.

¿Qué esperar del futuro? Moderación, puertas abiertas, colegialidad y un objetivo muy claro: pasar de la doctrina al Evangelio y de la Iglesia del no a la del sí. “Es la mejor elección que podría haberse hecho. Hemos tratado de hacer lo mejor para la Iglesia, siguiendo las indicaciones de Francisco. Y creemos que hemos acertado”, afirmaba ayer un obispo.
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