Comienzos de la teología cristiana y pensamiento griego. Valoración de la aportación paulina (VIII)
Hoy escribe Antonio Piñero:
Seguimos con nuestra valoración del pensamiento paulino en el ámbito de la “salvación de los gentiles”
De acuerdo con el entorno en el que escribe, Pablo incorpora motivos que podrimos llamar de ambiente o atmósfera gnóstica a su interpretación del mensaje de Jesús. Creo que éste es una notable aportación paulina a la evolución del pensamiento de los seguidores de Jesús. La incorporación selectiva de motivos y expresiones de corte gnóstico o gnosticisante (llamo de esta manera a motivos o nociones teológicas que aparecerán plenamente desarrolladas entre los gnósticos unos 100 o 125 años más tarde) que le ayudaron para ahondar y explicitar lo que él consideraba las verdades nucleares de su “evangelio”.
Quiero precisar este concepto, pues se me ha criticado varias veces por emplearlo: hablamos de “motivos gnósticos”, perfectamente rastreables ya en el siglo I, y no de un gnosticismo más o menos formado. Dentro del cristianismo esto no ocurrirá hasta bien entrado el siglo II, como acabo de decir. En apretada síntesis los puntos que podrían destacarse como más importantes de tono gnóstico en Pablo son los siguientes:
A. Pablo incorpora a su pensamiento una antropología de corte gnóstico y platonizante: el ser humano está dividido no sólo en alma y cuerpo, sino en cuerpo, alma y espíritu. Consecuentemente los humanos pueden dividirse en “espirituales” y “psíquico” / “corporales” según entiendan con mayor o menor profundidad las verdades de la revelación cristiana transmitidas por Pablo o por los maestros de la comunidad(1 Corintios 3,1, etc.)
B. La concepción de la lucha del cristiano contra las potencias maléficas como un drama cósmico (2 Corintios 2,6, etc.)
C. La “consustancialidad” o igualdad de sustancia entre el Redentor y los redimidos. La idea de que los fieles bautizados forman un cuerpo conjuntamente con Cristo se basa en una concepción que más tarde desarrollará la gnosis apoyándose en esa igualdad de sustancia o de naturaleza (se sobrentiende la parte “espiritual”: gracias a poseer espíritu, el ser humano es de algún modo consustancial con Dios). Gracias a consustancialidad y sólo por ella es posible que el conjunto de los fieles, la Iglesia, sea el cuerpo o los miembros, y Cristo la cabeza (Romanos 12,4ss; 1 Cor 12,12-27).
D. Una radical división entre la materia y el espíritu. El poco aprecio del matrimonio por parte del Apóstol se debe (además de otras razones, como el fin cercano del mundo) a la profunda división entre mundo espiritual y material, dualidad que domina su pensamiento: sólo el primero merece realmente la pena; el segundo es de por sí inferior, malo, transitorio y perecedero (1 Cor 7).
A pesar del peso de este elenco de concepciones, algunos investigadores sostienen que en Pablo no hay ni rastro de motivos gnósticos, sino sólo un simple uso de vocablos de aquellos adversarios gnósticos o gnosticisantes a los que combate. De este modo los refutaría –se dice— con sus mismas armas.
Esta postura nos parece inapropiada. Más bien se debería afirmar que Pablo no utiliza sólo el vocabulario de los enemigos dialécticos, sino también sus conceptos o nociones teológicas. Y si el cristianismo paulino puede expresar bien su mensaje ante los ojos de los oyentes a los que se desea convencer por medio de ciertos conceptos que no dudaríamos denominar de “talante gnóstico”, es porque existe una cierta identidad, o al menos similitud, entre la concepción del cristianismo de corte paulino y las ideas de la salvación que tenían los adversarios de Pablo, a los que se puede calificar sin duda como “de corte gnóstico”.
Este talante tendrá enormes consecuencias en el futuro de la teología cristiana desde finales del siglo II y sobre todo desde el III. Posibilitará que los grandes misterios de la fe se expliquen por medio de categorías neoplatónicas (Clemente de Alejandría, Orígenes…).
En efecto: siempre hemos mantenido que el origen de la gnosis occidental se halla en un judaísmo marginal que intentaba unir las tradiciones ancestrales del Génesis con aclaraciones de Dios y el universo de corte platónico, sobre todo del Timeo. Esta corriente de “platonismo” popularizado es la que pervive en ciertos elementos gnósticos que incorpora Pablo. Y con esta corriente empalmará la exégesis del Nuevo Testamento de tipo también platonizante que inaugura Clemente de Alejandría y continúa Orígenes.
Pero un salvedad u observación importante: aun siendo consciente de lo novedoso y personal de sus concepciones sobre Jesús, Pablo no piensa en absoluto que está fundando ninguna nueva religión, ni tampoco entra en sus propósitos. Pablo tendría por loco a quien esto pensase.
• El Apóstol no establece aún una doctrina trinitaria, ni mucho menos: a pesar de su teología de la preexistencia del Redentor / Hijo (Flp 2,6ss; Gál 4,4) Pablo hace hincapié en la acción de un Dios único, Padre, en su Hijo.
• Pablo sigue siendo absolutamente fiel al Libro sagrado, lo que hoy llamamos Antiguo Testamento. No cuestiona la alianza de Dios con Israel: aunque Cristo sea el centro, es el cumplimiento de las Escrituras antiguas; en Flp 3,3 denomina a los cristianos “verdaderos circuncisos” (3,3) es decir el “verdadero Israel”.
• A pesar de su fuerte diatriba contra la Ley en Gálatas, Pablo acepta en Romanos que la Ley tiene un valor moral para los judíos, que éstos pueden seguir observándola y que si quieren pueden continuar con su circuncisión. Los paganos, por otro lado, cumplen la esencia de la norma ética de la Ley que es el Decálogo.
El Apóstol, pues, no interpreta al cristianismo como una nueva religión. Todo lo contrario: para el Apóstol el cristianismo es sólo una revivificación o renovación del judaísmo. Su “evangelio” pertenece de lleno a Israel: en realidad sólo hay un olivo y los paganos son injertados en él. Si alguna rama del olivo se desgarra (el Israel de Pablo que no cree en el mesías Jesús) acabará por ser reinjertada al final de los tiempos. La ley antigua cumplió su función hasta que vino Jesucristo. Luego ha sido sublimada y recogida en su mejor sustancia por la nueva ley, la del amor. Después de la muerte y resurrección del mesías-cristo, el cristianismo es el único judaísmo posible, un judaísmo bien entendido y auténtico, no una religión nueva. Pablo no se siente traidor a su pueblo.
De hecho, sin embargo, a partir de la predicación y de las concepciones paulinas se desarrollará una religión nueva, que en unos cien años tendrá incluso su corpus de escritos sagrados propios.
No es interés de este post plantear ahora la debatida cuestión del “fundador” del cristianismo, puesto que es un tema complejo que precisaría de un tratamiento en sí mismo. De todos modos, podría decirse que el cristianismo nunca fue una realidad estática, sino dinámica, sincrética –es decir, buena asimiladora de ideas religiosas de su entorno— y contradictoria. Por ello no hubo, ni pudo haberlo, un único fundador. Sin duda, Pablo está entre ellos.
Aunque esta observación es cierta, hay momentos de la evolución del cristianismo en el que se dan pasos trascendentales, constituyentes, y uno de esos lo dio Pablo. Éste fue el primer gran teólogo del cristianismo. Su figura y enseñanzas contribuyeron a consolidar un cuerpo de doctrina aunque éste se hubiere iniciado antes de él.
Como el cristianismo es ante todo un fenómeno ideológico, es decir, la doctrina ocupa un puesto absolutamente principal entre los elementos que podrían definirlo parece claro que, al menos entre la pluralidad de los fundadores, ocupa Pablo una posición preeminente.
Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Seguimos con nuestra valoración del pensamiento paulino en el ámbito de la “salvación de los gentiles”
De acuerdo con el entorno en el que escribe, Pablo incorpora motivos que podrimos llamar de ambiente o atmósfera gnóstica a su interpretación del mensaje de Jesús. Creo que éste es una notable aportación paulina a la evolución del pensamiento de los seguidores de Jesús. La incorporación selectiva de motivos y expresiones de corte gnóstico o gnosticisante (llamo de esta manera a motivos o nociones teológicas que aparecerán plenamente desarrolladas entre los gnósticos unos 100 o 125 años más tarde) que le ayudaron para ahondar y explicitar lo que él consideraba las verdades nucleares de su “evangelio”.
Quiero precisar este concepto, pues se me ha criticado varias veces por emplearlo: hablamos de “motivos gnósticos”, perfectamente rastreables ya en el siglo I, y no de un gnosticismo más o menos formado. Dentro del cristianismo esto no ocurrirá hasta bien entrado el siglo II, como acabo de decir. En apretada síntesis los puntos que podrían destacarse como más importantes de tono gnóstico en Pablo son los siguientes:
A. Pablo incorpora a su pensamiento una antropología de corte gnóstico y platonizante: el ser humano está dividido no sólo en alma y cuerpo, sino en cuerpo, alma y espíritu. Consecuentemente los humanos pueden dividirse en “espirituales” y “psíquico” / “corporales” según entiendan con mayor o menor profundidad las verdades de la revelación cristiana transmitidas por Pablo o por los maestros de la comunidad(1 Corintios 3,1, etc.)
B. La concepción de la lucha del cristiano contra las potencias maléficas como un drama cósmico (2 Corintios 2,6, etc.)
C. La “consustancialidad” o igualdad de sustancia entre el Redentor y los redimidos. La idea de que los fieles bautizados forman un cuerpo conjuntamente con Cristo se basa en una concepción que más tarde desarrollará la gnosis apoyándose en esa igualdad de sustancia o de naturaleza (se sobrentiende la parte “espiritual”: gracias a poseer espíritu, el ser humano es de algún modo consustancial con Dios). Gracias a consustancialidad y sólo por ella es posible que el conjunto de los fieles, la Iglesia, sea el cuerpo o los miembros, y Cristo la cabeza (Romanos 12,4ss; 1 Cor 12,12-27).
D. Una radical división entre la materia y el espíritu. El poco aprecio del matrimonio por parte del Apóstol se debe (además de otras razones, como el fin cercano del mundo) a la profunda división entre mundo espiritual y material, dualidad que domina su pensamiento: sólo el primero merece realmente la pena; el segundo es de por sí inferior, malo, transitorio y perecedero (1 Cor 7).
A pesar del peso de este elenco de concepciones, algunos investigadores sostienen que en Pablo no hay ni rastro de motivos gnósticos, sino sólo un simple uso de vocablos de aquellos adversarios gnósticos o gnosticisantes a los que combate. De este modo los refutaría –se dice— con sus mismas armas.
Esta postura nos parece inapropiada. Más bien se debería afirmar que Pablo no utiliza sólo el vocabulario de los enemigos dialécticos, sino también sus conceptos o nociones teológicas. Y si el cristianismo paulino puede expresar bien su mensaje ante los ojos de los oyentes a los que se desea convencer por medio de ciertos conceptos que no dudaríamos denominar de “talante gnóstico”, es porque existe una cierta identidad, o al menos similitud, entre la concepción del cristianismo de corte paulino y las ideas de la salvación que tenían los adversarios de Pablo, a los que se puede calificar sin duda como “de corte gnóstico”.
Este talante tendrá enormes consecuencias en el futuro de la teología cristiana desde finales del siglo II y sobre todo desde el III. Posibilitará que los grandes misterios de la fe se expliquen por medio de categorías neoplatónicas (Clemente de Alejandría, Orígenes…).
En efecto: siempre hemos mantenido que el origen de la gnosis occidental se halla en un judaísmo marginal que intentaba unir las tradiciones ancestrales del Génesis con aclaraciones de Dios y el universo de corte platónico, sobre todo del Timeo. Esta corriente de “platonismo” popularizado es la que pervive en ciertos elementos gnósticos que incorpora Pablo. Y con esta corriente empalmará la exégesis del Nuevo Testamento de tipo también platonizante que inaugura Clemente de Alejandría y continúa Orígenes.
Pero un salvedad u observación importante: aun siendo consciente de lo novedoso y personal de sus concepciones sobre Jesús, Pablo no piensa en absoluto que está fundando ninguna nueva religión, ni tampoco entra en sus propósitos. Pablo tendría por loco a quien esto pensase.
• El Apóstol no establece aún una doctrina trinitaria, ni mucho menos: a pesar de su teología de la preexistencia del Redentor / Hijo (Flp 2,6ss; Gál 4,4) Pablo hace hincapié en la acción de un Dios único, Padre, en su Hijo.
• Pablo sigue siendo absolutamente fiel al Libro sagrado, lo que hoy llamamos Antiguo Testamento. No cuestiona la alianza de Dios con Israel: aunque Cristo sea el centro, es el cumplimiento de las Escrituras antiguas; en Flp 3,3 denomina a los cristianos “verdaderos circuncisos” (3,3) es decir el “verdadero Israel”.
• A pesar de su fuerte diatriba contra la Ley en Gálatas, Pablo acepta en Romanos que la Ley tiene un valor moral para los judíos, que éstos pueden seguir observándola y que si quieren pueden continuar con su circuncisión. Los paganos, por otro lado, cumplen la esencia de la norma ética de la Ley que es el Decálogo.
El Apóstol, pues, no interpreta al cristianismo como una nueva religión. Todo lo contrario: para el Apóstol el cristianismo es sólo una revivificación o renovación del judaísmo. Su “evangelio” pertenece de lleno a Israel: en realidad sólo hay un olivo y los paganos son injertados en él. Si alguna rama del olivo se desgarra (el Israel de Pablo que no cree en el mesías Jesús) acabará por ser reinjertada al final de los tiempos. La ley antigua cumplió su función hasta que vino Jesucristo. Luego ha sido sublimada y recogida en su mejor sustancia por la nueva ley, la del amor. Después de la muerte y resurrección del mesías-cristo, el cristianismo es el único judaísmo posible, un judaísmo bien entendido y auténtico, no una religión nueva. Pablo no se siente traidor a su pueblo.
De hecho, sin embargo, a partir de la predicación y de las concepciones paulinas se desarrollará una religión nueva, que en unos cien años tendrá incluso su corpus de escritos sagrados propios.
No es interés de este post plantear ahora la debatida cuestión del “fundador” del cristianismo, puesto que es un tema complejo que precisaría de un tratamiento en sí mismo. De todos modos, podría decirse que el cristianismo nunca fue una realidad estática, sino dinámica, sincrética –es decir, buena asimiladora de ideas religiosas de su entorno— y contradictoria. Por ello no hubo, ni pudo haberlo, un único fundador. Sin duda, Pablo está entre ellos.
Aunque esta observación es cierta, hay momentos de la evolución del cristianismo en el que se dan pasos trascendentales, constituyentes, y uno de esos lo dio Pablo. Éste fue el primer gran teólogo del cristianismo. Su figura y enseñanzas contribuyeron a consolidar un cuerpo de doctrina aunque éste se hubiere iniciado antes de él.
Como el cristianismo es ante todo un fenómeno ideológico, es decir, la doctrina ocupa un puesto absolutamente principal entre los elementos que podrían definirlo parece claro que, al menos entre la pluralidad de los fundadores, ocupa Pablo una posición preeminente.
Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.