Evangelio de Adviento



En los textos bíblicos y litúrgicos de este tiempo de Adviento las palabras justicia, libertad, paz y sus equivalentes salen más de cien veces. La evangelización, pues, en este tiempo no puede hacerse sin tener esto en cuenta.

He aquí en flash instantáneo el panorama en que nos situamos en este Adviento: Grave crisis económica mundial causada por las altas finanzas norteamericanas. La globalización económica que ha reemplazado a la política y ha descontrolado a los gobiernos. La economía neoliberal que se ceba sobre los más débiles es quien gobierna hoy en el mundo.

Las cosecuencias ya se conocen: quiebra de medianas y pequeñas empresas que son mayoría, paro masivo entre los trabajadores y las consecuencias que esto conlleva, endeudamiento de muchos ellos; recortes en educación, sanidad, pensiones; distanciamiento ricos y pobres, violencia de género, la drogadicción y sus consecuencias y un largo etc...

Más allá de nuestras fronteras: agonía en muchos pueblos de África por el contagio del sida y la carencia de medios para curar esta y otras enfermedades; discriminación violenta en el Sur de este continente. Violencia también en algunos lugares de Centroamérica. Aumento de la violencia ligada al narcotráfico y consumo de droga en Puerto Rico. Guerras crónicas que no cesan en otras partes del mundo y crímenes de lesa humnidad en este momento en Siria

Ante esta situación la Iglesia nos ofrece una nota de confusión con dos tendencias antagónicas a la hora de afrontar desde el Evangelio toda esta problemática social y política.

A pesar de tan oscura realidad ¿no os sugiere el Adviento la idea de algo nuevo que se acerca, como en el comienzo del proyecto de Jesús en el hoy y ahora de nuestra historia? ¿No es esto un motivo de esperanza en nuestras comunidades envejecidas y desesperanzadas?

Escuchemos a los profetas de ayer y nos hablan hoy de los signos de este tiempo de gracia: La justicia y la paz se besan, el Señor trae como ceñidor de sus lomos el derecho (Sal 84; Is 11, y un sueño antiguo y nuevo: liberar a los pueblos de toda suerte de atropellos; hecer que se rellenen los valles y los montes desciendan(Is 40) en una distribución más justa de los bienes de la tierra.

¿No es la injusticia, las guerras, la opresión de los débiles, la riqueza mal distribuida y acaparada por una minoria privilegiada la que está cerrando el camino a la venida ininterrumpida del Señor? Y la Iglesia calla ante tanto atropello.

¿Acaso no es el occidente cristiano, que se apoya cada vez más en los medios poderososo y fuertes: las transnacionales, la banca, los terratenientes, quien está impidiendo que lleguen hasta nosotros el proyecto salvador-liberador de Jesús de Nazaret?

Occidente no practica la justicia ni el derecho
signos verdaderos del conocimiento de Dios (Jer. 22).
Y creía remontarse hasta el cielo con la altura
de sus pomposas catedrales ( F. Margallo, en Salmos de
liberación


La Iglesia, inconsciente muchas veces, de que el anuncio del Evangelio desde el poder es su mayor negación, cree cumplir mejor su misión evangelizadora sirviéndose de medios poderosos y aliándose con los que domunan en los pueblos. La forma como se gestiona las visitas del Papa a los distintos países, concretamente a España el pasado verano es una prueba evidente de ello.

Es muy distinto el proceder de Dios en la Historia Santa. María, Isabel, las primeras mujeres del Adviento de Jesús, dos humildes aldeanas, son un signo de cómo se hace presente el proyecto de Jesús de Nazaret en nuestro tiempo (Lc 1, 39). El Dios cristiano, un Dios sin poder, ha puesto sus ojos en el humilde y el abatido (Is 66,2) y en este hombre habita como en el templo más sagrado.

El Dios cristiano es el Dios de los pobres, de los pequeños y perdidos por el mero hecho de ser pobre, pequelos y perdidos, aunque no tengan fe e independientemente de su conducta. Desde este hombre nos habla Dios y viene a nuestro encuentro en Adviento.

Con esta resonancia bíblica Casiano Floristán en la apertura del congreso de Teología y Pobreza celebrado en Madrid en 1981 afirmaba:
El evangelio no es buena noticia, si no es
noticia buena para los pobres, con los pobres
y desde los pobres

Ver, F. Margallo Bazago, Profetas de ayer y de hoy, adviento, cuarema y semana santa, Madrid 1986
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