Imperativo liberador del cristianismo
El cristianismo desde sus orígenes ha tenido un carácter liberador, aunque es verdad que el cristianismo histórico ha sido infiel muchas veces a esta exigencia. En los países del rico Occidente su carencia es notable
Con todo, sus imperativos de liberación se mantienen, porque pertenecen a su misma esencia. Jesucristo entró en conflicto con los poderes políticos y religiosos de su tiempo, precisamente porque en su mensaje, que es un mensaje de vida para el hombre, se privilegia a los que tienen menor libertad.
Hoy son muchos los teólogos que hablan de la inmensa carga de liberación que encierra el mensaje del Dios de Jesucristo. El no haberlo sabido detectar a tiempo es la causa del ateísmo que nos invade desde la Ilustración, cuando el hombre llega a su mayoría de edad.
El hombre ilustrado peercibe con la luz de la razón el atraso, el oscurantismo y la opresión en que se desarrolla su vida y acusa al cristianismo y a Dios de todo ello (A. Torres Queiruga, Creo en Dios Padre. El Dios de Jesús como afirmación plena del hombre ). El Dios que ha dado la luz de la razón al hombre para que ilumine toda su vida es tachado de oscurantista.
Todos sabemos que los verdaderos culpables son los que fabricaron esa falsa imagen de Dios. No obstante, la crisis de fe que arrastramos desde entonces no sería inútil, si sirviera para que el cristianismo volviera a sus orígenes liberadores.
Hemos de agradecer a la Ilustración que nos haya proporcionado una luz nueva para leer la Biblia con el lenguaje de la modernidad, abandonando el mítico de los tiempos antiguos y el metafísico de la edad media. Se vuelve así al lenguaje de la Biblia que no habla palabras abstractas, relata hechos y acontecimientos referidos siempre a la liberación del pueblo y del mundo.
En la Revolución francesa hubo en sus orígenes un verdadero fermento cristiano expresado en los términos libertad, igualdad y fraternidad que fue muy bien acogido por clérigos y teólogos. Pero cuando la revolución amenaza los privilegios adquiridos, la alta jerarquía eclesial con privilegios, dinero y poder, se alía con la alta oligarquía.
De este modo la Iglesia como presencia pública y oficial se une al viejo orden político-social existente y se opone a las nuevas libertades olvidando el principio profético-liberador y revolucionario del cristianismo primitivo. Por eso no triunfaron los valores evangélicos de fraternidad, gratuidad, entrega y solidaridad con el pobre, sino las ideologías de ortodoxia eclesiástica, orden y fidelidad al antiguo régimen y en él parmanecemos.
Esta constatación histórica da pie a Ernesto balducci para abogar por la liberación de la fe de las prisiones ideológicas del sistema (R. Garaudi-E. Balducci, El cristianismo es liberación
www.porunmundomasjusto
Con todo, sus imperativos de liberación se mantienen, porque pertenecen a su misma esencia. Jesucristo entró en conflicto con los poderes políticos y religiosos de su tiempo, precisamente porque en su mensaje, que es un mensaje de vida para el hombre, se privilegia a los que tienen menor libertad.
Hoy son muchos los teólogos que hablan de la inmensa carga de liberación que encierra el mensaje del Dios de Jesucristo. El no haberlo sabido detectar a tiempo es la causa del ateísmo que nos invade desde la Ilustración, cuando el hombre llega a su mayoría de edad.
El hombre ilustrado peercibe con la luz de la razón el atraso, el oscurantismo y la opresión en que se desarrolla su vida y acusa al cristianismo y a Dios de todo ello (A. Torres Queiruga, Creo en Dios Padre. El Dios de Jesús como afirmación plena del hombre ). El Dios que ha dado la luz de la razón al hombre para que ilumine toda su vida es tachado de oscurantista.
Todos sabemos que los verdaderos culpables son los que fabricaron esa falsa imagen de Dios. No obstante, la crisis de fe que arrastramos desde entonces no sería inútil, si sirviera para que el cristianismo volviera a sus orígenes liberadores.
Hemos de agradecer a la Ilustración que nos haya proporcionado una luz nueva para leer la Biblia con el lenguaje de la modernidad, abandonando el mítico de los tiempos antiguos y el metafísico de la edad media. Se vuelve así al lenguaje de la Biblia que no habla palabras abstractas, relata hechos y acontecimientos referidos siempre a la liberación del pueblo y del mundo.
En la Revolución francesa hubo en sus orígenes un verdadero fermento cristiano expresado en los términos libertad, igualdad y fraternidad que fue muy bien acogido por clérigos y teólogos. Pero cuando la revolución amenaza los privilegios adquiridos, la alta jerarquía eclesial con privilegios, dinero y poder, se alía con la alta oligarquía.
De este modo la Iglesia como presencia pública y oficial se une al viejo orden político-social existente y se opone a las nuevas libertades olvidando el principio profético-liberador y revolucionario del cristianismo primitivo. Por eso no triunfaron los valores evangélicos de fraternidad, gratuidad, entrega y solidaridad con el pobre, sino las ideologías de ortodoxia eclesiástica, orden y fidelidad al antiguo régimen y en él parmanecemos.
Esta constatación histórica da pie a Ernesto balducci para abogar por la liberación de la fe de las prisiones ideológicas del sistema (R. Garaudi-E. Balducci, El cristianismo es liberación
www.porunmundomasjusto