Marx y la Biblia II



En el artículo anterior decíamos que muchas recensiones europeas y nortemericanas consideraron la encíclica Populorum Pregressio de Pablo VI como "el resumen completo de los lugares comunes marxistas y filomarxistas".

Pues bien, José Porfirio Miranda, autor del libro que seguimos Marx y la Biblia, dice ahora: Existiendo tantas y tan importantes derivaciones, reconocidas así por los liberales como por los más autorizados autores católicos, resulta desconcertante la arremetida de la Populorum Progressio contra lo que ella denomina "mesianismo cargados de promesas pero fabricadores de ilusiones" (n. 14), pues la alusión al marxismo es clara.

Sería más objetivo reconocer que fueron esos mesianismos los que, jugándose la vida y aun perdiéndola, renunciando durante sus vidas a toda posición social halagadora, mucho antes que la Iglesia lucharon por la justicia social contra la opresión capitalista. Más objetivo y verídico sería el constatar que fue precisamente el aspecto mesiánico , polarizador de inmensas masas proletarias, el que hizo, como puede apreciarlo cualquier lector de la Rerum Novarum, que por fin un papa se pronunciara a favor de los obreros.

Si cuando los pontífices intervinieron el riesgo era mucho menor y la aceptabilidad mucho mayor, ello era obra de aquellos mesianistas que, no sólo sin status social asegurado, sino en medio de la ilegalidad que las legislaciones capitalistas les amañaban, lo sacrificaron todo a la causa de los pobres y oprimidos luchando incluso contra la resistencia de la misma iglesia que después tomó de ellos las ideas justicieras.

Naturalmente, en el sistema socio-cultural llamado occidente no es la iglesia la única institución que haya adoptado intuiciones de Marx sin confesarlo públicamente. Por aducir un ejemplo, las facultades universitarias de filosofía y economía. A la actitud desdeñosa del marxismo en un tiempo ha sucedido la imperiosa necesidad de estudiar con toda dedicación sus tesis; este cambio de actitud es hoy un hecho masivo en todo occidente.

Pero como las instituciones han demostrado siempre una incapacidad insigne de arrepentimiento, de reconocer errores e injusticias y repararlos, conviene advertir que no basta tomar hoy en serio a Marx habiéndolo despreciado ayer, no basta un cambio simple. Si hoy se abandona la actitud de ayer, hay que revisar todo el sistema de pensamiento que lo ignoró. No basta un tibio cambio que se hace bajo cuerda.

Esto ha producido la división de la iglesia. La enseñanza de Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI de que no existe derecho absoluto de propiedad, aglutina en torno a sí varios sectores de católicos, es muy distinta a la enseñanza de Pío X que dice: “Es conforme al orden establecido por Dios que en la sociedad humana haya gobernantes y gobernados, patronos y proletarios, ricos y pobres, sabios e ignorantes, nobles y plebeyos (Doctrina pontificia: documentos sociales. Madrid 1959, 464).

Como estos párrafos no han sido revocados y sólo se han emanado otros en dirección contraria, el que alguien se declare seguidor de la doctrina pontificia en su totalidad parece una insinceridad o desconocimiento de dicha doctrina. Es como querer conciliar al Vaticano II con el Syllabus de Pío IX.

La unidad se ha roto y toda apologética para restaurarla es tiempo perdido, porque no se trata de pluralismo, sino de división real con la que hay que contar en adelante. Michel Blaise lo dice claramente: “La unidad del mundo católico está rota (M. Blaise, Une morale chrétienne pour l’action révolucionnaire. Frères du monde 51 (1968).

Si no hubiera división dentro como pretenden algunas declaraciones oficiosas, los sectores izquierdistas de la iglesia ya estarían fuera, porque no podrían soportar que se les identificara con quienes sostienen a los regímenes sociales de explotación. Si se les pregunta por qué no se salen, ellos responden que tienen más derecho de hacérsela a la otra parte: ¿por qué se empeñan en pertenecer como iglesia de los ricos a una institución que fue fundada para ser la Iglesia de los pobres?


La moral, dice el autor del libro que comentamos, no puede resignarse a que la realidad presente permaneza siempre como está. De ahí las críticas de Marx a la moral occidental y el rechazo al dios pantocrattor que el occidente opresor adoraba y adora. No en vano varios autores católicos y cristianos han señalado que Karl Marx pertenece a la categoría de los profetas de Israel y que tanto su mesianismo como su pasión por la justicia provenían de la Biblia. (El católico Chr. Dawson, Dynamics of wold history. New York 1956, 354-356; el católico G.M.M. Cottier, L'athéisme du jeune Marx. Paris 1959; el protestante K. Löwith, Weltgeschte Heilsgescheben.Stuttgart 1953, 48)...
Seguimos el próximo jueves
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---Virtudes públicas o laicas
en José Ortega y Gasset
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