La Política Virtud Pública

Todos los partidos democráticos existentes actualmente han coincidido en calificar a Leopoldo Calvo Sotelo como uno de los mayores políticos que ha habido en España. Hombre dialogante, discreto y gran estadista, fue el más indicado para dirigir el país en un momento difícil de la transición

En la misma sesión de investidura en que el electo presidente tomaba el relevo de Suarez en la presidencia del Gobierno, irrumpieron en el Congreso de los Diputados los militares que, dirigidos por A. Tejero, protagonizaron el golpe de Estado del 23 de marzo de 1981, que resultó fallido.

Gracias a las cualidades temperamentales de Calvo Sotelo y a la concepción virtuosa de la política, que le acompañaba desde su juventud, supo mantener el ritmo democrático, que se instauró en España desaparecido el Caudillo Francisco Franco.

El nuevo presidente ponía siempre por encima de sus ideas el bien común de la sociedad, y eso le llevó a ejercer la política de manera consensuada con todas las fuerzas políticas. Una actitud que la clase política de hoy y las futuras generaciones deberían recibir como la mejor herencia para el discurrir democrático del país.

Como ha puesto de manifiesto en este modo de proceder, lo verdaderamente importante para el buen político no es la consecución del poder a toda costa, sino el fomento de la vitalidad del pueblo, se esté en el Gobierno o en la oposición.

El breve Gobierno de C. Sotelo, veinte meses nada más, ha sido suficiente para sacarnos del pasado político en que estábamos instalados.. Se ha dicho que España es tierra de los antepasados y no libre posesión de los españoles actuales. Los que ya pasaron siguen gobernándonos como oligarquía de la muerte.

Es preciso resaltar tamién que los grandes políticos como él se sienten más vinculados a la sociedad, que al Estado. Esto lo deberían tener en cuenta los políticos, que creen hacer un buen servicio a la política contribuyendo al engrandecimiento del Estado.

Esto es un gravísimo error. El Estado es sólo un instrumento al servicio de la nación y es más perfecto cuando se concede a sí mismo el mínimo de ventajas y contribuye a mejorar el nivel de vida ciudadana en su conjunto. Si el político se desentiende de esto último y se pone a dibujar un Estado perfecto en sí mismo, como puro y abstracto sistema de instituciones, llegará a constituir una máquina que paralizará la vida nacional.

Calvo Sotelo no cayó en ese error, porque no tenía ambiciones políticas, por eso hoy todos se lo reconocemos y le estamos muy agradecidos.
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