El Trabajo como realización personal

En la Biblia el trabajo aparece como un derecho y un deber del hombre. En cambio en la Grecia clásica se considera un privilegio no trabajar. De esta opinión última hemos encontrado vestigios entre nosotros hasta hace poco tiempo, a pesar de que el cristianismo desarrolló muy temprano una valoración elevada del trbajo: Los monjes propagan el ora et labora y la reforma protestante elevó el trabajo a categoría de servicio a Dios.

Parece ser que ha sido la industrialización la que nos ha hecho tomar conciencia del valor ético del trabajo: con ella se abre camino la idea del trabajo como realización personal del hombre y la mujer. J. Ortega y Gasset dirá a tono con esta idea que la vida que no se entrega a un quehacer camina vacía. Y Juan Pablo II en la encíclica Laborem exercens, afirmará igualmente que con el trabajo el hombre y la mujer llenan su existencia en la Tierra y que el trabajo distingue al hombre del resto de las demás criaturas.

El trabajo como proceso de someter la tierra según el precepto bíblico, cumple este cometido cuando tiene al hombre o a la mujer como sujeto que domina. Es decir, el trabajo está en función de ellos y no al revés.

Es necesario aclarar este extremo, porque desde la implantación técnica industrial hasta nuestros días la relación capital-trabajo se viene manifestando bajo el signo del conflicto, precisamente porque quien domina es el capital.

A este propósito el mismo Papa citado antes criticó al sistema capitalista y "su espíritu de lucro a todo trance". Ciertamente, su método de acumular riqueza en la parte que posee los medios de producción hasta que rebosa no es justo y el Evangelio no está de acuerdo con la acumulación de riquezas.

Hoy que se tiende a considerar la cultura como cultivo de lo específicamente humano, hemos de decir que no hay nada más específico del hombre y la mujer que su trabajo, porque es la manera de realizarse como personas. La vida del hombre y la mujer en la tierra es un quehacer, como decíamos.

El problema de la juventud sin trabajo es precisamente que tiene su vida en plena disponibilidad y no sabe qué hacer con ella. De tanto sentirse libres los jóvens se sienten vacíos. Ortega no duda en decir que "una vida en total disponibilidad es mayor negación de sí misma que la muerte.

Los teólogos que se han hecho eco del problema coiciden en decir con él que el trabajo no sólo asegura la subsistencia material, sino también reconocimiento social y autoestima personal. Es decir, el trabajo conforma la personalidad del hombre y de la mujer.

Pero estamos ante una nueva cultura del trabajo. La revolución tecnológica ya en auge trae un cambio cualitativo en la forma y distribución del trabajo y está desencadenando una dinámica social que afecta no sólo al sistema económico, sino a los hábitos humanos.

El pleno empleo es menos generalizado que antes, con lo que los trabajadores tendrán més tiempo para el cultivo personal y otras funciones. Esto es positivo en cuanto libera un poco al trabajador y facilita la distribución del trabajo.

Los mismos sindicatos abogan por reducir las horas de trabajo con el fin de que puedan acceder a él los parados de larga duración. La solidaridad entre los mismos trabajadores juega aquí un papel muy relevante.

Nos encaminamos también hacia unas actividades socialmente útiles, a las que no le hemos prestado atención por no ser rentables, como el campo de la cultura, discapacitados, ancianos y otras.

Se impone, además, una ética del trabajo en la que no quepa el pluriempleo, sobre todo entre los más cualificados, ni una diferencia tan abismal de salarios entre los mismos trabajadores de una misma empresa. Y un largo etcétera que iremos descubriendo.
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