El dos de diciembre de 1909 Ortega fue invitado a dar una conferencia anticlerical a jóvenes socialistas en la Casa del Partido Socialista madrileño en la que dijo lo siguiente: "Vivimo una época negativa española. Todos somo anti-algo
Cada cual parece esforzarse en delinear su fisonomía intelectual, su postura política por medio de la negación del vecino: yo soy lo contrario de mi vecino... Esto es una pura negación y una pura negación no es nada. Siendo anti-algo no se llega nunca a ser algo...El hecho de haber aceptado tomar parte en estas conferencias es la más plena aprobación que puedo dar de su sentido.
Está bien que seamos anticlericales, pero os hago notar que a su vez los anticlericales carecen de contenido positivo: los clericales son los anti-masones, los anti-socialistas, los anti-científicos, los anti-morales, los anti-nosotros. El clericalismo, señálandonos dice: Voilá l'ennemí. Y nosotros a nuestra vez: Le clericalismo, voilá l'ennemí. Con decir anti-clericales decimos, pues, solamente que somos enemigos de nuestros enemigos. Y esto es evidente para que con ello adelantemos mucho".
Aun aprobando el sentido de las conferencias, insisto en
que de lo que menos deben preocuparse es de ser anticlericales o antimonárquicos o antiburgueses: es preciso que ambos trabajemos por hacernos nosotros, por enriquecer nuestro espíritu, por hacer poderosa y enérgica nuestra fisonomía. No somos sólo enemigos de nuestros enemigos: sería convertir el mundo en una negación. De esto es de lo que protesto.
Socialismo, la palabra más grave y noble, la
palabra divina del vocabulario moral moderno,
no puede significar sólo una negación.... El
socialismo no es para mí un vocablo aprendido,
como suelen serlo los términos científicos, no
es algo externo a mí o que pueda yo poner o
quitar de mi espíritu. Para mí, socialismo es
la palabra nueva, la de comunión y de comunidad,
la palabra eucarística que simboliza todas las
virtudes novísimas y fecundas.
Para mí, socialismo y humanidad son dos voces
sinónimas, son dos gritos varios para una misma
y suprema idea, y cuando se pronuncian con vigor
y convicción, el Dios de hace carne y habita en-
tre nosotros". Y continúa diciendo: "Para mí,
socialismo es cultura. Y cultura es cultivo,
construcción. Y cultivo, construcción son paz.
El socialism es el constructor de la gran paz
sobre la tierra.
El socialismo, antes que una necesidad econó-
mica, es un deber, una virtud, una moral, es la
verdad científica, es la justicia. Y la justi-
écia, ¿qué es sino la exactitud aplicada a lo
caritativo, la matemática de la caridad, ter-
cera de las virtudes teologales? ¿Cómo no he de
trabajar para que el socialismo deje de signifi-
car principalmente enemistad, negación, lucha?
No, no; los socialistas no somos sólo enemigos
de nuestros enemigos, no somos un principio de
enemistad. Somos antes que esto y más que esto,
amigos de nuestros amigos; tenemos un ideal de
ubres inagotables en torno al cual se agrupan,
se aúnan, comulgan, comunican y se socialisman
los hombres; antes que nada y más que nada, so-
mos un principio de amistad. (La ciencia y la religión como problemas políticos X, 119-126; Ib., Pablo Iglesias, 139-142)
Ver: Francisco G-Margallo, Virtudes públicas o laicas en J. Ortega y Gasset y más ampliamente en
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