La blanca cigüeña,
como un garabato,
tranquila y deforme, ¡tan disparatada!
sobre el campanario.
Antonio Machado
¡Yo creo en la esperanza...!
El credo que ha dado sentido a mi vida
8. Desmitologización y recuperación de la esperanza
IV.- Celibato Por el Reino de Dios y Sexo
(Cont., viene del día 3)
Lo que llamamos ley moral natural no puede ofrecer un sistema cerrado de normas de conducta que pueden expresarse en "proposiciones" estáticamente definidas, con las que puede establecerse un "código" de conducta válido para todos los tiempos y lugares, como la letra de una ley escrita de una vez para siempre que se trata luego de interpretar casuísticamente
La estructura noseológica y normativa de la ley moral es de otro tipo. Es del orden de los "principios".
Estos principios morales no son principios puramente "formales". Un principio puramente formal sería, por ejemplo, el principio de la justicia, si luego se pretende que cualquier cosa pueda ser justa, porque el concepto de justicia se reduciría a pura forma mental, enteramente neutral respecto a los posibles contenidos materiales. En tal supuesto, el concepto de justicia sería radicalmente variable y condicionada por la arbitrariedad de la voluntad individual o por el ciego mecanismo de las formas sociales.
No son así los "principios" de la ley moral. Podemos concebirlos, más bien, como "direcciones de valor"
en un campo de valores de contenido material. Ni son puramente formales ni poseen la rigidez estática de una proposición. Son mucho más abiertos a la complejidad de la realidad y de la evolución histórica: por ejemplo, el respeto de la dignidad humana puede tener exigencias concretas bastante distintas en el siglo XIII y en el siglo XX.
Pero, a la vez, los principios tienen la fuerza (la exigencia normativa) de una dirección de valor, en un campo de valores de contenido material exigente.
En cuanto "direcciones de valor", los principios deben ser, de alguna manera, traducidos en proposiciones, es decir, en normas de conducta concretas, que traduzcan en la práctica, en la vida, los valores señalados por los principios.
Quizá, a la luz de los principios, se puedan determinar algunas "proposiciones-límite", de carácter prevalentemente negativo, que expresen algunas exigencias concretas válidas para todo tiempo y circunstancia. Pero tales "proposiciones-límite" serán ciertamente muy pocas.......
Unas palabras de San Agustín nos dan la respuesta fundamental a esta pregunta: ¿cuáles son los principios morales, que pueden orientar al hombre en el desarrollo de su vida sexual?
Es paradójico que esta ayuda nos venga precisamente de San Agustín, que en su concepción del sexo nunca llegó a librarse
vitalmente del maniqueísmo y ejerció un influjo muy negativo en la teología moral. "Ama y haz lo que quieras"...
El principio rector de toda la moral sexual, no puede ser otro que el amor al própjimo como a sí mismo. Y, como dice San Pablo, refiriéndose no sólo a la vida sexual, sino a toda la moralidad humana, este principio basta. Los demás principios serán siempre una prolongación, una consecuencia, una "explicación" o una condición de aquél.
Ver:José Mª Díez-Alegría, ¡Yo Creo en la Esperanza!
Desclée de Brouwer 1972