Espíritu de Asís (y/2). No es una feria, es un regalo de religiones

-- Ese encuentro no ha sido (no es) una feria de muestras (exposiciones) y ventas, sino un regalo de religiones; no se regatea o vende nada, ni se quiere exponer con propaganda; es una experiencia de humanidad compartida, mirando cada no al que tiene delante, codo a codo con los otros, para aprender juntos, para compartir y darse la mano (la alcuza de cristal, con don-aceite: Mt 25), con el Papa que es uno más (¡gran signo!) en el encuentro, sobre el único mundo de Dios.
-- No es un espectáculo, donde cada uno va con su vestido, una partida de intereses (aunque los vestidos sean signo de comunicación), sino un espejo abierto de humanidad, donde cada uno quiere ver al otro como es, dándole su alcuza trasparente (¡el alma, una redoma!)sabiendo que Dios (Realidad suprema) es Uno, siendo múltiple, revelándose en el prójimo, es decir, haciéndose prójimo, en cada uno de aquellos que están a mi lado.
-- Es una experiencia de humanidad en oración fraterna (hermanos pobres), como quería Francisco... Esa es la pobreza del no imponer ni defenderse con armas, la pobreza de estar todos de pie, ante el mismo Dios (Realidad, Misterio...), en un mundo que es don, regalo, gracia que somos (tenemos) en la medida que la (nos) damos. Que todo el mundo sea Asís, regalo de religiones
El diálogo de religiones no es un problema externo: Primero una religión sería lo que es (se define por sí misma), y después dialogaría con otras religiones. Nada de eso: La forma en que una religión “es” en sí misma determina y define su manera de relacionarse con las otras. (Cada religión es hacia fuera lo que es en sí misma).
Porque una religión no es un “sistema cerrado”, suficiente en sí mismo, aislado de los otros, sino un “camino abierto” de humanidad y experiencia de misterio (que es lo mismo), pues formamos parte de la misma Realidad (del mismo cosmos “divino”), de manera que las otras religiones forman parte de la nuestra, y los otros (musulmanes o budistas...) son como yo mismo, luces de una misma sinfonía de Luz Universal.
No se trata de buscar a las otras religiones sólo fuera (que también lo están: dejemos que cada una sea como es, para enriquecernos unos a los otros), sino dentro de nosotros mismos (de nuestra religión), descubriendo así (por ejemplo, desde el cristianismo) que Jesús vivió por todos, y por todos murió (cristianos y no cristianos), desde su religión que era judía.
Debemos hablar por tanto de un diálogo inter-religioso, pero también intra-religioso, encontrándonos por dentro (el budista o musulmán no está sólo fuera, sino dentro de mí mismo…), aportando experiencia de humanidad, que es experiencia del amor más grande (lo que nosotros llamamos Dios) y más abierto, más concreto (amar a los demás para que sean ellos mismos, cada una en su propia diferencia, siendo "como tú": amarás al prójimo como a ti mismo, alguien que es distinto, siendo "tú", parte de mí).
Desde ese fondo se entienden las reflexiones que siguen, las cinco últimas tesis del Espíritu de Asís, que es el diálogo cristiano entre las religiones.
6. Pascua de Jesús, movimiento cristiano. La "mutación" cristiana se identifica con la confesión práctica de la divinidad de Jesús, esto es, de su muerte salvadora. El signo mayor de impotencia consiste en matar a los demás para acallar su voz. La forma suprema de comunicación es morir ofreciendo y compartiendo de forma gratuita la vida, como Jesús, sin denario ni espada.
Jesús vivió y sembró su camino de Reino en una provincia aparentemente marginada del imperio (Galilea), entre campesinos y pescadores, enfermos y expulsados de la buena sociedad. Otros hubieran esperado la llega del Reino en Alejandría o Roma, grandes ciudades imperiales. Pero los cambios radicales no suelen darse allí donde parece que las condiciones son mejores en línea de poder o ciencia.
Además, como hemos visto al hablar del judaísmo y de Jesús, Galilea (y Palestina en su conjunto) era una zona donde se cruzaban los impulsos más fuertes de aquel tiempo. Fue buena tierra para sembrar fraternidad, lugar de encuentro de judíos y gentiles, fenicios y griegos, sirios y romanos. Por otra parte, Jesús no quedó en Galilea sino que, asentada su obra, subió con su mensaje y proyecto de Reino a Jerusalén, sin armas, sin dinero, sin justificaciones ideológicas, como un particular (un campesino, un marginado, un carismático), con un grupo de amigos y un proyecto de humanidad reconciliada.
Para mantener sus privilegios y seguir dominando como hacían, los poderes establecidos que controlaban las redes sacrales (sacer¬dotes) y e imperiales (soldados) mataron a Jesús, pensando que así deshacían su obra y acallaban su mensaje. De esa forma mostraron su impotencia: se negaron a dialogar con él. Sacerdotes y soldados podían apelar a fuerza, pero no tenían palabra ni proyecto de vida compartida. Mataron a Jesús, pero no pudieron destruir su mensaje, ni su vida, sino todo lo contrario: hicieron posible que Jesús mostrara y desplegara radicalmente su proyecto, como nuevo comienzo de vida (grano de trigo que cae en la tierra...: Jn 12, 24).
Subió Jesús sin armas ni dinero a la ciudad de las promesas. De igual forma, los hombres religiosos de este tiempo pueden y deben ofrecer su tarea de humanidad (comunicación y paz) al margen de las grandes instituciones militares, políticas y económicas, elevando, sin embargo, ante ellas su proyecto y su mensaje.
(1) Para promover la paz, las religiones no necesitan mejores ejércitos, sino todo lo contrario: deben renunciar a los ejércitos, que sólo sirven para realizar su tarea, siempre ambigua, según ley violenta, de una forma limitada y peligrosa.
(2) Las religiones no tienen necesidad de asumir los poderes del mundo, ni en la ONU ni en la UNESCO, ni tampoco en otras instancias militares y gubernamentales (sentándose con príncipes y reyes), sino todo al contrario: deben promover la paz desde unos principios de pura humanidad, desde los pobres y excluidos de la tierra.
(3) Las religiones tampoco necesitan dinero, pues aquello que se adquiere con dinero continúa situándose en un plano de la ley, dentro del sistema. Sólo así ha podido presentarse como "hombre de vida compartida", creador de humanidad pacificada.
7. Novedad cristiana, la alternativa del Crucificado. Jesús no fue un héroe, ni un superman, ni un santo asceta o moralista..., sino un hombre que vivió en plenitud a favor de los demás, abriendo un cuerpo o comunión de humanidad compartida. Aquí se funda la propuesta de la paz cristiana.
En un sentido, Jesús murió como tantos millones y millones de asesinados de la historia; según la tradición cristiana, murió con otros dos crucificados, igualmente queridos de Dios. Afirmar que tenía más mérito o que era mejor que los demás carece de sentido; es algo que se opone a todo lo que aquí decimos sobre la gracia religiosa y la superación del principio legal.
Pero, en otro sentido, siendo uno de tantos (cf. Flp 2, 6-11), Jesús ha sido y sigue siendo aquel en quien muchos hemos descubierto la gracia que es Dios y la comunicación de amor que somos (que podemos ser) los hombres.
Este es el tesoro (capital no monetario), ésta la fuerza (imperio no-militar) de los cristianos: Jesús resucitado como presencia (conciencia) de Dios y "cuerpo" donde pueden comunicarse todos los hombres (cf. 1 Cor 12-14).
Las iglesias cristianas han buscado muchas formas de extender la paz mesiánica de su Fundador: han apelado a los poderes civiles para defenderse, han creado instituciones sacrales y sociales, con aparatos de poder administrativo y legal, han edificado catedrales, han creado grandes obras de cultura... Pero en el fondo todo eso es secundario, pues sólo hay un camino de paz: la gracia de la Vida, la Vida compartida, no como información de noticias y datos, sino como entrega personal.
Por eso, la experiencia pascual es el triunfo de la comunicación. Ante la tumba vacía de Jesús (lo que ha pasado en un nivel externo con su cuerpo no interesa), algunos de sus seguidores y amigos (sobre todo unas mujeres) descubrieron que él era (que él es) la Palabra, la Vida compartida. Esta es la verdad, esta la novedad divina y/o humana de la pascua: la Vida se muestra (es divina) allí donde se entrega; el Amor es pleno cuando muere por los otros.
Por eso, la paz de los cristianos no necesita instituciones centrales (pues en ella todo es centro y todo periferia), ni nuncios políticos o pactos especiales con los poderes del sistema (que apelan siempre a las armas para defenderse). Ella necesita sólo comunidades fieles donde el mismo amor mutuo de los fieles sea testimonio de la gracia y del impulso de la fe cristiana, esto es, de la fe en el hombre.
((Como venimos indicando, el evangelio es "conciencia de Dios" (presencia de Dios en nuestra vida), siendo comunicación humana. Esta afirmación nos sitúa en el centro de la cristología actual, como hemos destacado en El camino de la Paz, Khaf, Madrid 2019. Cf. además: O. González de Cardedal,Jesús de Nazaret. Aproximación a la cristología, BAC, Madrid 1975; J. I. González Faus, La Humanidad Nueva. Ensayo de Cristología, Eapsa, Madrid 1974 (=Sal Terrae, Santander 1994); J. Sobrino, Cristología desde América Latina, CRT, México 1976. Íd., Jesucristo Liberador, I-II, Trotta, Madrid 1993/8.))
8. Diferencia cristiana. Puede formularse en términos cristológicos: Jesús es el Mesías, la humanidad compartida, comunicada, un cuerpo abierto a todos los pobres y excluidos de la historia. También puede formularse en términos teológicos: Jesús, Palabra encarnada, es "conciencia de Dios", siendo conciencia de comunicación (en sentido trinitario, si se entiende bien esa palabra).
En la línea de todo lo anterior, los cristianos afirman que Dios es comunión (intimidad y revelación, amor en sí y efusión de amor). No hay primero un Dios en si (Elefante separado) y después comunicación de Dios (Elefante al que se palpa).
Dios es Luz en los colores, es Palabra en las palabras. De manera sorprendida y gozosa, los cristianos han traducido el mensaje de Gen 1, 1 (en el principio, Dios creó...) en claves de "comunicación personal” intradivina: “en el principio era la Palabra...”, de tal manera que Dios mismo es Palabra que se da, se acoge, se comparte (Jn 1, 1). Esto es la diferencia cristiana.
Judíos y musulmanes siguen dejando a Dios en el silencio, como Nombre que no puede nombrarse (YHWH), Voluntad en la que nunca podemos entrar. Por eso ellos extienden en torno a Dios un halo de silencio, situándole más allá de todas las palabras: no sabemos quien es, siendo el gran desconocido; por eso, en principio, podrían tolerar la violencia y la guerra desde el ser divino.
Los cristianos, en cambio, creemos que Dios es Amor comunicado y compartido que se expresa y encarna allí donde nosotros nos damos la vida, como el Cristo. Por eso, afirmamos que Dios es Trinidad: Comunicación personal, Palabra de gracia que se da (Padre), que se acoge en amor (Hijo) y se comparte (Espíritu Santo).
((No hay en todo esto nada de violencia externa, no hay imposición de ningún tipo. Ciertamente, el misterio continúa: ¿Por seguimos naciendo en el mundo de una vida que crece a partir de la muerte de otras vidas? ¿Por qué llevamos tanto germen de violencia en la cultura, de tal forma que corremos el riesgo de matarnos por la triple bomba? ¿Por qué se ha vinculado la iglesia de Jesús a los poderes de este mundo? ¿Por qué sigue existiendo tanto guerra?... No sabemos responder a estas preguntas, ni tampoco a otras muchas, porque la vida es demasiado complejo y nosotros muy débiles o, al contrario, porque ella es simple y nosotros complejos. Pero hay algo claro: los creyentes de las varias religiones (y en nuestro caso los cristianos) hemos descubierto un tesoro de vida y nos sentimos llamados a expresarlo y compartirlo)).
9. La paz es Palabra encarnada, no argumento. El argumento, en cuanto palabra separada de la vida, es una ideología que plantea por encima de la humanidad, como una ley que se impone sobre ella. En contra de eso, la iglesia sólo puede ofrecer paz siendo ella misma palabra encarnada de paz.
El cristianismo cree solamente en la Palabra: vive de ella y la comparte con los hombres, como espacio y camino de comunicación donde ellos puedan encontrarse (si es que quieren). Por eso, la propuesta de paz que hemos querido formular es una propuesta de palabra.
No contamos, ni queremos contar, con otra cosa: pactos de poder, capitales monetarios invridos... Pero tenemos algo anterior y superior, universal: la palabra. Ella es el principio y base de la propuesta cristiana de paz. Por eso, el cristianismo no condena a las otras religiones, ni quiere destruirlas o convertir a sus creyentes por la fuerza, pues la fuerza es lo contrario a la palabra universal del evangelio.
La verdad del cristianismo es su oferta de palabra; por eso, allí donde triunfara por imposición habría fracasado. La finalidad del cristianismo no su triunfo, ni la extensión de una iglesia que dice llamarse cristiana, sino que los hombres y mujeres puedan darse vida y compartirla en gratuidad, siendo así Palabra encarnada y comunicada, de un modo directo, inmediato, sin la mediación impositiva de una ideología, de un capital, de un ejército.
La paz cristiana es la Palabra de Dios encarnada en la vida de los hombres, de forma que todos puedan ser "hijos de Dios", con Jesús, en el Espíritu. Que puedan ser (=ser conscientes) de su identidad, en gratuidad de amor, comunicándose la vida unos a otros, sin más tesoro que la Palabra que ellos son al decirse y al darse, de un modo desnudo y luminoso, cuerpo a cuerpo, sin imposiciones ni ventajas propias.
Por eso, una iglesia que utilizara algún poder para imponer o expandir su pretendida verdad dejaría de ser cristiana. La verdad solo es "verdadera" allí donde no apela a su verdad, donde no toma ni impone ningún tipo de ventaja (cf. Mt 12, 18-21).
Por eso, si los cristianos buscaran el triunfo de su iglesia como institución dejarían de ser evangélicos y la iglesia no sería ya cristiana. Ellos no quieren su bien, sino el de los otros, no quieren su paz, sino la paz de los demás, para compartirla con ellos. Eso significa que quieren el triunfo del budismo y el Islam, del hinduismo y de los otros caminos religiosos, siempre que sean caminos de Palabra encarnada, compartida, esto es, de paz humana.
10. La paz es Evangelio, no doctrina que quiere demostrarse a todos. La iglesia no tiene que dar lecciones a otros, ni resolver problemas en un plano de sistema, diciendo a políticos o economistas, a militares o jueces lo que ellos han hacer en sus respectivos campos. La iglesia debe limitarse a ser iglesia, en diálogo de paz con otros movimientos religiosos y humanos que también la buscan, escuchando y ofreciendo de manera esperanza su propuesta, es decir, su Buena Noticia.
La verdad de la iglesia no es un dogma separado, sino su misma vida, que ella ofrece y comparte con todos los hombres. Ella no está para decir cosas (doctrinas, teorías), sino para presentarse a sí misma como itinerario de paz, lugar donde es posible la palabra.
Ciertamente, hay en la iglesia creyentes que acentúan el aspecto sacral y presentan la fe como una cosa que está fuera de ellos, como un depósito casi objetivo de verdades y sacramentos que los jerarcas cristianos deberían custodiar y proponer y los simples fieles recibir agradecidos y sumisos.
La fe tendría un sentido y consistencia (realidad) en sí misma, fuera de la comunicación creyente.
En contra de eso, conforme a todo lo que he venido destacando, pienso que el "contenido" de la fe no se puede separar de su comunicación.
No hay primero fe cristiana, sin comunicación personal ni diálogo gratuito, y luego comunicación, porque el contenido de la fe es la misma comunicación, es decir, el amor mutuo entre los fieles y todos los hombres.
Por eso, una propuesta de paz cristiana que fuera independiente de la vida, o que viniera después, como una consecuencia que brota de otros contenidos, no sería cristiana. Este es el contenido de la fe evangélica: que los hombres se amen, dándose la vida, en camino pascual de paz.
Otras religiones pueden ofrecer una propuesta convergente, como hemos dicho, pues todas deben compartir sus experiencias, es decir, comunicarse (como hemos seguido diciendo). Pero aquí no hemos querido hablar de otras religiones o comunidades, sino básicamente de las iglesias cristianas entendidas como comunidades de comunicación gratuita de la vida, espacios de vida cuya única tarea y meta es el despliegue y surgimiento de la vida humana, en comunión de paz, entre todos los hombres.
No hay verdad cristiana independiente del amor. No hay amor cristiano sin oferta y despliegue de paz. Así culmina nuestra propuesta cristiana de paz.
((El cristianismo tiene aspectos informativos (que se pueden codificar y aprender, en forma impersonal, incluso en un manual de teología). Pero la utopía del evangelio en cuanto tal no es información, sino comunicación personal: ella no transmite saberes o noticias, sino que ofrece unas "formas" de vida en encuentro personal, en diálogo afectivo (el amor de Dios sólo se expresa y realiza en el amor al prójimo) y en búsqueda compartida de la vida)).