Mahoma y Jesús
No toca a los políticos juzgarles, pero muchos lo están haciendo, directa o indirectamente, con cara y desparpajo, como si tuvieran patente de corso y formación decidiendo sobre todo lo decible en tierra y cielo.
Así he visto a más de cuatro pontificar sobre islam y cristianismo, sin haber pasado por la escuela de religiones, naciones e identidades. No es mucho lo que sé, pero llevo 50 años en el tema y me atrevo a reflexionar (no juzgar) sobre uno y otro (Jesús y Mahoma), desde una perspectiva histórica y cultural.
Soy cristiano y opto con el corazón por Jesús, pero sin condenar en modo alguno a Mahoma (¡Dios le bendiga!), pues tiene muchas cosas que enseñarnos y aportar a cristianos y no cristianos. Sin Mahoma, nuestro cristianismo hispano sería mucho más infeliz, más pobre.
Soy cristiano y opto con el corazón por Jesús, pero sin condenar en modo alguno a Mahoma (¡Dios le bendiga!), pues tiene muchas cosas que enseñarnos y aportar a cristianos y no cristianos. Sin Mahoma, nuestro cristianismo hispano sería mucho más infeliz, más pobre.
| Xabier Pikaza

Mahoma nació en torno el 570 d.C.) en La Meca, ciudad sagrada, con un santuario llamado Caaba, donde se mantenía la memoria de Abraham (patriarca del Dios de los judíos y los árabes), en la ruta comercial del norte al sur de Arabia occidental (de Siria a Yemen ) y conocía las religiones del entorno (paganismo árabe, judaísmo, cristianismo y quizá zoroastrismo). Era caravanero de oficio, poeta, vidente y conocía las tradiciones de los diversos pueblos de su entorno
Hacia al 610 sintió la llamada de Dios para anunciar el juicio a su ciudad, cuyos dirigentes se sintieron amenazados por sus denuncias y le condenaron a muerte. Sintiéndose en peligro, pero arropado por un grupo de seguidores, el nuevo profeta Mahoma “rompió” social y militarmente con la ciudad/santuario de la Meca y, saliendo de ella se refugió en Medina, con cuyos habitantes hizo un pacto de solidaridad (Hégira: 622 d. C.).

Tras unos años de exilio y guerras religioso-sociales, habiendo tomado el control de Medina, Mahoma volvió a la Meca (630), como vencedor, creando entre las tribus árabes la Umma o nación de elegidos, vinculado no sólo por un pacto de fe, sino también de espada vencedora, con mucha prudencia y gran potencial armado, en nombre del Dios de la victoria.
Mahoma no entendió (no aceptó) la separación que Jesús y Pablo habían establecido entre política imperial (espada, ley, dinero) y compromiso religioso a favor del Reino de Dios en la tierra. En ese sentido, Mahoma identificó el cristianismo con un tipo de estado romano (bizantino) de espada militar, ley judicial y dinero, presentándose así, de hecho, como testigo del fracaso real del cristianismo oficial de su tiempo, que tenía sin duda elementos fuertes de evangelio de Jesús y teología paulina, pero que en su forma externa se había convertido en “religión de Estado” con una espada al servicio de la “santa iglesia””, con un derecho-ley militar (código de Justiniano) y con una economía/dinero que no respondía al evangelio, ni a las necesidades reales de gran parte de la población del oriente (entre Egipto-Siria y Mesopotamia).
En ese contexto, lo más hábil e inteligente que pudo hacer Mahoma, desde el contexto religioso, social y militar de las tribus del entorno de la Meca, en el primer tercio del siglo VI d.C., era vincular la religión profética con un pronunciamiento militar, pues eso era lo que se ha hecho en el contexto cristiano/bizantino y romano, como forma de imitar y seguir el camino de Jesús.
No se le puede acusar ni condenar por unir a Dios con la espada, porque lo mismo hacían los cristianos “romanos” (imperiales, bizantinos) de su entorno. Es normal que algunos pensadores cristianos, , como Juan Damasceno (675-750), buenos conocedores de movimiento de Mahoma, siguieran considerando al Islam como fracción cristiana (judeo-cristiana).
Mahoma se sintió heredero del judaísmo y cristianismo y pensó que Dios le había elegido para ser profeta (nabi) y enviado (rasul) divino, heredero del profetismo y monoteísmo bíblico, ratificando la tradición religiosa de los monoteístas locales (hanif) y de los judíos y cristianos, cuyas tradiciones quiso vincular y vinculó en un camino sorprendente de rigor personal, social y militar, jurídico y económica, insistiendo en las tradiciones de Abraham con Ismael, su hijo (hijo de Agar) que habrían sido constructores de la Caaba de la Meca, santuario abierto a los monoteístas árabes.

En esa línea, quizá sin quererlo, Mahoma rechazó (o no entendió), la novedad de Jesús y su evangelio de cruz y presencia pascual (con una norma de vida que culmina en su triple rechazo del adulterio, homicidio y robo: Rom 13, 8-10). En esa línea, como heredero del un cristianismo histórico, militarizado por los “nuevos romanos” de Bizancio y de un judaísmo tradicional, de tipo brahámico más que mosaico, pudo optar por la guerra en contra de sus adversarios, para imponer así, desde la Meca, la religión “verdadera” que Dios le iba revelando y que él fue transmitiendo en sus oráculos o suras que empezaron a ser recopiladas en forma de “Corán”, esto es, de recitación sagrada.
Pactó con los que pudo pero al fin tuvo que huir de la Meca y, refugiándose en Medina/Yatrib, pudo luchar contra los que no aceptaban su proyecto (que a s juicio era el mismo de los profetas antiguos. Superó las dificultades, tomó primero el control de Medina y después el de la Meca (630 d.C.), y en el momento de su muerte (632) su Islam (religión de sometimiento universal a Dios) comenzaba a extenderse por convencimiento y guerra más allá de Arabia. No fue un dualista (Dios contra el hombre), pero introdujo una fuerte oposición entre Allah, Dios absoluto de todo poder, y una humanidad que debe obedecerle, con sumisión completa.
Quiso ser profeta de los sometidos o musulmanes, empezando por los árabes del entorno de la Meca, que debían “convertirse” y superar su semi-paganismo semejante al del entorno cananeo de los judíos antiguo (siglos VIII-IV a.C), mientras bizantinos y persas luchaban en su tiempo (entre el siglo V-VII d.C.), en el entorno de Arabia debilitándose mutuamente, en el momento en que los árabes islamizados se preparaban para una guerra de conquista militar, social y religiosa.
Mahoma no quiso fundar otra religión, sino re-descubrir y propagar la que a su juicio había sido y era la religión eterna, revelada desde siempre a sus profetas, una religión de sumisión a Dios (como súbditos más que hijos) y de sometimiento humano (aceptar y obedecer el mandato de Dios interpretado por las autoridades religiosas del Islam político). A su juicio, Dios no es libertad en amor de los hombres, sino sometimiento de todos bajo la autoridad de Dios, que ha revelado su “ley” por los profetas, culminando en el Corán, que ahora debemos aceptar como religión definitiva:
Decid: Creemos en Dios y en lo que nos ha revelado por Abraham, Ismael, Isaac, Jacob y las tribus, en aquello que Moisés, Jesús y los profetas recibieron de su Señor. No hacemos distinción entre ninguno de ellos y nos sometemos a Él (Corán 2, 136)

Creer no es confiar y dialogar con Dios en libertad (para transformarnos en amor como quería Jesús), sino someternos a Dios. Esa diferencia entre el evangelio (libertad en Dios encarnado) y el Islam (sometimiento bajo el dictado de Dios) puede parecer pequeña, pero es fundamental, pues indica que, según el Islam, el ser humano no es hijo (de la naturaleza de Dios) sino siervo y que ha de inclinarse bajo su dominio conforme a su revelación por el Corán. También los cristianos creen en la revelación de Dios, pero saben que Dios no se revela para tenernos sometidos a su voluntad, sino para encarnarse en nosotros, diciéndonos “sed libres”, vivid en amor mutuo.
Mahoma pensaba que Jesús había sido bueno y que había muerto en el fondo por no luchar, no vencer y no tener que imponerse a los enemigos de Dios, siendo, por eso, condenado a muerte. Fue bueno pero “blandengue”, no quiso o no supo utilizar el poder de Dios, tuvo quizá miedo de utilizar la “santa violencia”, fue de aquellos a los que F. Nietzsche (1844-1900) llamará más tarde “santos idiotas” en la línea del Santo Idiota de F. Dostoievsky (1821-1881).
Mahoma pensó que Dios le había enviado como profeta final, para completar lo que Jesús no había conseguido realizar, para vencer y someter a todos los enemigos de Dios, transmitiendo sus más hondas “revelaciones”, esto es, a las palabras de Dios que él iba escuchando en su interior y dictando en forma de Corán.
De un modo consecuente, para cumplir su obra profética, conforme a la voluntad de Dios que él escuchaba en sus revelaciones, Mahoma tuvo que apelar a sus amigos guerreros (Omar, Utman, Alí) y escogió la vía de las armas, para imponer la ley de Dios los enemigos de Dios, de forma que todos pudieran se sometieran a la ley del Islam cumpliera la voluntad de Dios, en contra de los cristianos que, según Pablo, tenían que someterse al “logos” o palabra de la Cruz de Cristo (cf. 1 Cor 1, 18: Ὁ λόγος γὰρ ὁ τοῦ σταυροῦ ), que es necedad para los que “se pierden” a sí mismo, pero que es autoridad o fuerza de Dios para los que se salvan. Mahoma no buscó como colaboradores a unos “apóstoles o enviados pacíficos” como Jesús (los Doce, Magdalena y las mujeres, el Discípulo amado y los misioneros helsnistas, sino guerreros religiosos para imponer el islam sobre la tierra.
Mahoma y Jesús. Dos estrategias de Dios
Conforme a la visión de Mahoma, creer no es vivir en libertad ante Dios y dialogar en amor entre los hombres, sino someterse bajo Dios, inclinándose hasta el suelo, en filas de solitarios sumisos, unos juntos otros, en filas inmensas, en esterillas, inclinados sobre la tierra en mezquitas o plazas públicas, pero sin hablar entre sí, cada uno cerrado en sí mismo y todos juntos.
Esa fue conforme a Mahoma la esencia de la religión, tal como, a su juicio se había expresado según los profetas de Israel y especialmente según la voluntad que Jesucristo no pudo cumplir en su vida, pues antes de hacerlo le mataron. Así pensó, así propuso Mahoma, pero, en esa línea (conforme a mi visión de Cristiano), no logró captar el mensaje central de Israel (siervo de Yahvé, justo sufriente), ni menos el de Jesús, aunque él no fue ni sigue siendo responsable de ello, porque aceptó y mantuvo un cristianismo común de su entorno, que seguía y sigue siendo, en una línea algo distinta un cristianismo guerrero.
-Mahoma pensó y dijo que Jesús había sido precursor suyo, como insinúa un texto del Corán. «Jesús, Hijo de María, dijo: Hijos de Israel, yo soy el que Dios os ha enviado para confirmar la Torá anterior a mí y para anunciar la venida de un Mensajero que vendrá después de mí, llamado Ahmad» (Corán 61, 6). En esa línea, en sentido profundo, Mahoma tiene razón cuando afirma que Jesús no pudo imponer por ley la voluntad de Dios y conquistar Jerusalén, ciudad sagrada, porque no creía en el Dios de las conquistas, ni convocó a un ejército para hacerlo, sino que vino a presentarse como signo y portavoz de un Dios que no conquista ni se impone, sino que ama y ofrece su vida en gratuidad hasta la muerte.
- A diferencia de Jesús, que no subió a Jerusalén con un ejército, para conquistar la ciudad de David y sus promesas, sino que entró desarmado en ella, Mahoma salió primero de la Meca, en gesto de protesta militar, para volver después como profeta de la sumisión a Dios, con un ejército de fieles, creyentes y seguidores, para tomar la ciudad e imponer en ella su dictado religioso. Pudo pensar que en el fondo estaba siguiendo el camino y mensaje de Jesús, pero lo que hacía en realidad era muy distinto, aunque (como he dicho) no podemos criticarle, porque muchos cristianos bizantinos pensaban también que eran fieles a Jesús luchando contra persas y otros tipos de cristianos e infieles.
- Mahoma fue justo, en línea de sumisión a Dios, imponiendo su Corán y formando con compañeros musulmanes una comunidad de sometidos a Dios. Supo organizarse bien, tuvo a su lado un grupo de expertos soldados, ganó por ellos la guerra de reconquista de la Meca e inicio una gran campaña de islamización de la humanidad, pero su proyecto no iba en la línea de Jesús. Pensaba así, y creía que Dios mismo le había enviado para culminar la obra de Jesús, en la línea de Islam, pero su camino era distinto, aunque podía estar cerca de lo que creían muchos cristianos imperiales (bizantinos y romanos) de aquel tiempo[1].
Mahoma pensó que su mensaje y camino era el mismo mensaje y camino de Jesús y que Dios le había confiado el encargo de lograr que todos los hombres y mujeres se sometieran al único Dios, que es Allah (no hay otro). Pero, en contra de lo que podía haber dicho Mahoma, Jesús no había querido que los hombres se sometieran, sino que vivieron en libertad de amor, unos con otros, conforme a la voluntad de Dios que es amor en libertad, por encima (en contra) de toda guerra (f. 1 Jn 4, 7-21).
Mahoma pudo creer que el Dios de Jesús había sido un Dios de, sometimiento, pero Jesús no vino con el fin de que los hombres se sometieran a Dios, sino de que vivieran en libertad de amor en Dios, para amar al prójimo como a sí mismos (Rom 13, 8-10).
-Jesús había ofrecido un mensaje de futuro, un camino de expansión mesiánica, que el Evangelio de Juan 14-16 simbolizaba en el Espíritu Santo, que es libertad de amor en Dios y de amor entre los hombres. Conforme a la tradición musulmana, ese “Espíritu Santo”, prometido por Jesús se identifica con Mahoma, y no es Espíritu de libertad en Dios, sino de sometimiento a Dios para extender su religión a todo el mundo.
- Mahoma pensó que Dios le enviaba para que todos los seres humanos se sometieran a Dios, conforme a una ley de acatamiento, que puede imponerse de algún modo a través de una guerra Santa, en la línea de un Antiguo Testamento que, como he puesto de relieve en cap. 1 había sido superada ya por los profetas, en especial por Isaías II (Siervo de Yahvé).
Mahoma rechazó la opción y experiencia de libertad de amor de Jesús (que se dejó matar por cumplir la voluntad de Dios, pues no subió a Jerusalén para triunfar, sino para ofrecer amor, aunque fracasar). Pues bien, en contra de Jesús, como profeta y mensajero final de la voluntad triunfadora de Dios, Mahoma estaba convencido de que él debía triunfar en la Meca, con guerra y pactos militares, para establecer su comunidad de sometidos musulmanes (creando con ellos la 'Umma).
Por eso (como he dicho), a diferencia de Jesús, en el momento del riesgo, cuando vio que podían matarle, Mahoma planeó y cumplió una estrategia humanamente acertada (estrategia más propia de Pedro y de parte de la iglesia posterior (cf. Mt 8, 17-31). En esa línea, quiso hizo que algunos de sus discípulos se refugiaran en Etiopía (hacia el 615 d.C.) y después, rompiendo los lazos tribales y sacrales que le unían con la Meca, "emigró" con muchos seguidores a Yatrib/Medina (Hégira, año 622), para fundar allí la primera comunidad estable de sometidos a Dios, políticamente independientes, militarmente poderosos.
Como era lógico, debió superar algunas dificultades de otros grupos de Medina y rechazar los ataques de sus adversarios de la Meca, hasta que, tras varios años de padecimientos, logró volver victorioso a la Meca (630), logrando imponer su visión de Dios y someter a la mayoría de los habitantes del entorno.
Mahoma entró en la Meca al mando del ejército de los sometidos a Dios para establecer su “ley” (que él identifica con, la voluntad de Dios, sobre el conjunto de la población). Jesús, en cambio, quiso entrar en Jerusalén sin armas, quedándose en manos de sus sacerdotes y solcados, dejándose matar por aquellos que creían en el Dios de la ley y el orden, no en la gracia.
-Los discípulos/compañeros de Mahoma confiaban en sus dotes militares y en conjunto le siguieron y lucharon con él por conquistar la Meca, como ejército de fieles de Allah, Dios de guerra santa. Mahoma no quería un Reino interior (aunque destacó la necesidad de someterse a Dios), sino que “impuso” un “reino social”, una”umma” o comunidad o comunidad de sometidos a Dios en la Meca) y, ciudad que “purificó” de la idolatría, para convertirla en santuario o mezquita universal para todos los creyentes.
- Los discípulos/amigos de Jesús querían también que él encabezara un movimiento mesiánico de guerra y conquista de Jerusalén, Pero Jesús se opuso al deseo de sus discípulos, y subió a Jerusalén sin armas, dispuesto a que le mataran. Desde ese fondo se entiende la dificultad que Jesús tuvo para comunicar a los discípulos lo que él entendía y quería sobre el Reino, de manera que ellos le abandonaron cuando fue condenado a muerte[2].
El evangelio muestra así la disonancia que hubo entre Jesús y sus discípulos, una incomprensión creciente, que se encuentra también motivada por el hecho de que ni siquiera Jesús podía saber y describir externamente la manera en que iban a desarrollarse los acontecimientos. Jesús tenía un plan de Reino y conforme a su visión no podía subir a Jerusalén como soldado, para imponerse por la fuerza y tomar con armas la ciudad, sino que debía venir como amigo (representante y portavoz de un Reino de amigos de paz), para quedar en manos de las “autoridades de Israel” (como sus discípulos itinerantes quedaban en manos de los sedentarios).
Jesús no podía compartir la estrategia de los sacerdotes de Jerusalén y de los políticos de Roma, pues ella se situaba en el plano de la racionalidad social y política, es decir, de “juicio” o talión: de medios y fines, es decir, de intereses, conforme a las guerras normales de este mundo. Ciertamente, él confiaba en Dios, como poder de gratuidad, a quien llamaba Padre y a quien pedía “venga tu Reino”, pero sin obligarle a que respondiera de un modo o de otro.
Si Jesús hubiera apelado a las armas, si hubiera “levantado” un ejército para conquistar Jerusalén (como Mahoma para tomar la Meca), si hubiera apoyado su empresa con pactos militares, no hubiera sido el Cristo del Sermón de la Montaña, ni del conjunto del Nuevo Testamento y de la Iglesia universal del siglo II-III d.C., sino un personaje distinto, fundador de una religión diferente. La visión que Jesús tenía de Dios y de los hombres le impidió subir a Jerusalén con armas para conquistarla. Si hubiera entrado en ella con un ejército hubiera dejar de creer en el Dios de su evangelio y de la fraternidad universal humana. Mahoma, en cambio, creyó que Dios le impulsaba a conquistar La Meca y le ayudaría a conseguirlo:
- Mahoma pensaba que Dios no puede permitir que su Profeta final muriera sin triunfar y por eso él triunfó: Conquistó La Meca e impuso su paz por la fuerza.Dios es poder absoluto y por eso impone su paz sobre el mundo entero. Eso significa que la voluntad del hombre es derivada, pues de hecho sólo existe la de Dios. Por eso, el hombre tiene que abandonar su voluntad y aceptar sólo la de Dios, ante quien todos deben someterse de manera mística y socia[3].
- Jesús, en cambio, pensaba que Dios es amor en libertad, que no tiene su destino decidido, sino que debe irlo trazando paso a paso, en amor a los hombres a quienes no toma como sometidos, sino como libres, para que cumplan su voluntad (la de amarse unos a otros), para que todos sean y compartan el camino, dándose la vida unos otros. La voluntad de Dios no es el sometimiento, sino la libertad de los hombres Esa voluntad de Dios se expresa por la voluntad y entendimiento de los hombres que sólo a través de un diálogo en libertad puede ponerse de acuerdo y vivir unos en otros.
El Dios de Mahoma no habla a través del diálogo entre los hombres (es decir, en la comunicación libre entre ellos); sino como una verdad y destino revelado, impuesto, por encima de todos, a través de Mahoma, su profeta, como un destino impuesto, decidido de antemano, por predestinación superior. En contra de eso, el Dios de Jesús está implicado en la vida de los hombres, en ellos, se revela y por ellos actúa.
A juicio de Mahoma, Dios no se encarna, no camina en/con con los hombres y mujeres (como fuente de libertad gratuita, haciendo que ellos sean creadores, sino que permanece separado, decidiéndolo todo de antemano, desde arriba. Por eso, estrictamente hablando, los hombre “no se hacen· (no son libres), sino que es Dios quien hace en ellos. Por el contrario, el Dios de Jesús se encarna en la vida de los hombres, de forma que son los mismos hombres los que deciden lo que es y ha de ser la voluntad de Dios.
-El Dios cristiano se encarna en la historia y mensaje de Jesús, no en un libro dictado desde arriba), sino en un hombre que asume la historia de la humanidad, trazando en ella un camino de curación y diálogo entre todos los hombres en libertad de amor, esto es, en comunión personal, de forma que la misma razón compartida y la historia de los hombres sea revelación y presencia del Espíritu divino (=Espíritu Santo). El signo máximo de la presencia de Dios no es un libro (Corán), ya escrito de antemano, como piensan los musulmanes, sino la vida/mensaje de Jesús, Hijo de Dios, y la vida/comunión de los creyentes, que son revelación y camino de Dios en la historia.
- Por el contrario, el Dios de Mahoma no tiene historia ni deja en libertad a los hombres, pues todo lo ha dicho y fijado ya en el Corán. Es un Dios que no necesita ni quiere que los hombres sean creadores de sí mismos. Los musulmanes creen en un Corán externo y eterno, con un Dios que ha trazado para ellos, para todos, el camino de la vida (presencia de Dios) desde arriba. El Islam no es una religión de diálogo racional y personal, de mesa redonda de comunicación, sino de sometimiento de todos y cada uno de los hombres a la voluntad de Dios. En ese sentido, los musulmanes dicen que los hombres son libres, pero añadiendo que ellos deben someterse a Dios, comprometiéndose a luchar, por obediencia a Dios, sometiéndose libremente ha de ofrecerse, pero que implica, al mismo tiempo, para conseguir, a través de esa yihad o guerra santa que los seres humanos se sometan a Dios[4].
Guerra de Dios (Mahoma), libertad en amor (Jesús)
Mahoma y Jesús recorrieron un camino en parte semejante, pues, en un momento crucial, ambos se encontraron ante la opción definitiva: Cómo subir a Jerusalén (Jesús) y volver a la Meca (Mahoma)[5], y lo hicieron lo hicieron de maneras distintas:
–Llegado el momento decisivo, Mahoma abandonó el camino de riesgo y sufrimiento (muerte) en la Meca, pensando que Dios le ofrecería una victoria social y religiosa, espiritual y militar en este mismo mundo, si es que se separaba de la “falsa teocracia” de la Meca y creaba la “verdadera”, poder sumo de Allah y de sus sometidos, según su Corán (lo que Dios le iba revelando) Con esa certeza emigró a Medina y conquistó después la Meca, estableciendo la sharía o ley del triunfo de la umma, pueblo de Dios. Muchas iglesias y naciones que se llaman cristianas han seguido un camino semejante: han creado una fuerza militar para defenderse en nombre de Jesús o imponer su reinado (a veces en nombre de la cruz, pero en contra el evangelio).
– En contra de eso, para cumplir su evangelio (su inspiración interior, su experiencia de Dios, Jesús entró sin armas en Jerusalén, dejándose matar por aquellos que creían en el Dios de la violencia de la ley y de las armas, judíos de templo y romanos de imperio y legión. Entró mostrando que creía en el Dios de la no violencia activa, en la comunión en liberad, en Dios como Padre de los hombres. Entró y murió (le mataron), pero dejó sobre la tierra una semilla de Reino (una espada de transformación personal y social sin guerra),con y un gesto de amor que es principio de resurrección. Así podemos recordarle como mensajero y testigo de una libertad y camino de cruz, en esperanza, por encima de la guerra (c. 1 Cor 1, 18..
Mahoma pensaba que el auténtico profeta ha de ser siervo de Dios, capaz de padecer persecución, como Jesús, pero añadiendo que esa persecución sufrida puede vincularse con un comportamiento militante, de guerra santa, como la de Josué (Jos 5) y la de David matando a Goliat A diferencia de Jesús, Mahoma creyó que un profeta debe triunfar en el mundo, como él triunfó, tomando bajo su control la ciudad (La Meca, año 630 d.C), muriendo dos años después (632), de muerte natural, como triunfador glorioso, no crucificado como Jesús
Jesús, en cambio, en la etapa decisiva de su vida, desde la “confesión de Cesarea de Felipe”, en contra de la opinión de Pedro y de los Doce, tras sularga misión en Galilea, proclamó que esa necesario que el Hijo del Hombre padeciera y muriera (Mc 8, 31; 9, 31; 10, 32-34)[6].
-Los cristianos confiesan que Jesús puso su vida en manos de Dios, muriendo por el Reino y que Dios le resucitó de la muerte, instaurando la comunión universal del Reino sobre los poderes de violencia del mundo. El mismo Yahvé-Sin-Nombre (liberador de los hebreos) vino a revelarse por tanto como Padre que acoge a Jesús en su vida y le resucita en su muerte como salvador de los hombres.
- Mahoma y los musulmanes en general piensan que Jesús debería haber luchado contra los adversarios en vez de dejarse matar por ellos, añadiendo que no pudo culminar su obra (instaurar el Reino de Dios), pues murió como fracasado en una cruz. Algunos musulmanes añaden que el Dios que le había enviado no pudo abandonarle al fin y dejarle morir bajo el poder de “perversos” enemigos. Por eso le libró de la cruz,, llevándole de forma directa hasta su gloria, en resurrección sin muerte (como a Henoc o a Elías).
Según Mahoma, Jesús era bueno, era un musulmán de fondo verdadero, pero no logró realizar la obra de Dios, ni culminar su promesa. No conquistó Jerusalén para extender (imponer) desde allí la Ley de Dios sobre la tierra. Lógicamente, sus discípulos fracasaron también: no lograron extender su evangelio a todo el mundo. Jesús no pudo ser, por tanto, el profeta final que se esperaba¸ por eso tuvo que venir Mahoma, para culminar la obra anterior de los profetas y en especial la de Jesús, creando en este mundo una religión triunfadora, abierta a la culminación final de musulmanes, es decir, los sometidos al Dios verdadero. Desde ese fondo se entienden las palabras más fuertes del Corán, propias del “período ·de Medina (622-630), tiempo de guerra fundacional, para reconquistar la Meca y comenzar la implantación del Islam en Arabia y en todo el mundo
-Quienes crean, emigren y luchen por Allah con su hacienda y sus personas tendrán una categoría más elevada junto a Dios...Su Señor les anuncia su misericordia y satisfacción, así como Jardines en los que gozarán de delicias sin fin. Dios tiene junto a sí una magnífica recompensa. ¡Creyentes! No toméis como amigos a vuestros padres y hermanos si prefieren la incredulidad a la fe (Corán 9, 20-24).
El musulmán debe someterse a Dios, dejando los ídolos, saliendo de la Meca antigua (ciudad de injusticia) para luchar por Allah (esto es, por la nueva familia de Dios y por la expansión y triunfo del Islam. La fe implica así una rupturafamiliar y económica una decisión y lucha militar por causa del Islam. Mahoma retoma de esa desde una nueva perspectiva social y militar el programa de la nueva familia de Jesús, que hemos descrito al comienzo de este libro (cf. Mt 10, 34-39), que podrían traducirse así en perspectiva musulmana: “No penséis que he venido a traer paz, sino espada, separando al hombre de sus padres, hermanos e hijos, creando una nueva comunidad de militantes al servicio de Allah”. El programa de nueva familia de Allah, la de Mahoma, la Umma/Am o pueblo de Dios, retoma muchos elementos programa de Jesús, pero con una diferencia:
-Jesús sembraba el reino de Dios por la palabra y el contacto personal, llamando a los pobres y excluidos, para regalarles su vida, de forma que estuvieran todos dispuestos a servirse unos a otros, como simiente de trigo de paz que se introduce en la tierra (Mc 4; Mt 13), para que así produzca mucho fruto. El pueblo/familia de Jesús es la comunidad de aquellos que se aman y comparten la palabra, viviendo y muriendo unos en otros y por otros, resucitando así en la palabra de la vida, que es Dios, encarnándose en la historia de los hombres.
- Mahoma quiso crear y creó un nuevo pueblo, saliendo de la Meca, antigua ciudad de las lealtades económicas y sociales, para crear desde Medina. en seis años de guerra (que pueden compararse con los los seis de los esenios de Qumrán: Milhama) la nueva comunidad de los liberados de Dios, vencedores de la guerra de la Héjira, formando desde el centro la Meca la nueva comunidad universal de los creyentes[7]. La opción por Dios y su comunidad supera y en un sentido radical anula las restantes opciones y valores de la humanidad: La comunión entre padres e hijos, hermanos y esposos, tribu y hacienda, todos los posibles pactos y valores anteriores, han de transcenderse y ponerse al servicio del Islam.
Así interpreta y así cumple Mahoma su programa de creación del pueblo musulmán. Jesús inició y recorrió un camino de paz centrada en el amor mutuo, en la entrega de la vida de unos en (y por) otros, conforme al mandamiento central: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, Lev 19, 18; Mc 12, 31; Rom 13, 8-10. Mahoma, en cambio, apela a los principios y medios de la guerra santa. Conforme a su mensaje no hay encarnación de Dios en la vida humana, pues el Dios del Islam no es amor, sino sometimiento universal,como supone una sura central sobre la guerra santa:
Cuando hayan transcurrido los meses sagrados (de la tregua):
−Matad a los asociadores (=politeístas que asocian otros dioses al único Dios). dondequiera que los encontréis. − ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes! − Pero si se arrepienten, hacen la azalá (=oración) y dan el azaque (=tributo), dejadles en paz. Dios es indulgente, misericordioso (Cor 9, 5).
La estrategia del Islam se concreta en la victoria militar sobre los enemigos… Luchar y vencer y matar a los que puedan alzarse y responder con arma) para así imponer la paz armada, conforme al principio militar de la antigua Roma: Parcere subiectis, debellare superbos, perdonar a los que se someten, someter a los soberbios (es decir, a los que rechazan s Roma o al Islam). Éste es el dios de poder, del talión militar y la victoria que se impone por la fuerza, un dios cuyas “proclamas” militares se siguen escuchando (2026).
Excurso. Aportación y riesgo del islam desde una perspectiva bíblica[8].
En la base del mensaje de Mahoma y de la experiencia musulmana, desarrollada por la tradición posterior, late una mística radical de sometimiento a Dios, que así aparece como aquel que es (hace )Todo. Este Dios superior acoge de un modo especial a los humildes y pequeños pero de tal forma que, en realidad, ante su Juicio superior, terminan siendo iguales ricos y pobres, opresores y oprimidos. (1) Por eso, el Islam es religión de suma tolerancia: Dios sólo exige que nos sometamos a él, pues posee toda justicia y derecho y nada de lo que hagamos le puede influir, ya que él es quien nos hace, actuando por nosotros. (2) Pero, en otro plano, es una religión intolerante, pues piensa que la voluntad de Dios, revelada en el Corán, puede y debe aplicarse sobre todo el mundo, utilizando si es preciso métodos de fuerza. En ese fondo distinguimos dos momentos de la vida de Mahoma.
‒Período mecano: mensaje universal, sin guerra (612-622 d.C.). En las suras antiguas, que son la raíz del Corán, Mahoma se muestra más cercano a las tradiciones pacificas de judíos y cristianos. No apela a la Yihad o guerra santa, no establece una comunidad militante, sino que va construyendo una comunidad pacífica de sometidos a Dios, en medio de un entorno crecientemente hostil de politeísmo mercantilista. En ese momento, los signos primordiales de la revelación de Dios son la superación de la idolatría, la sumisión a la única divinidad y la justicia social, que se expresa en la ayuda a los pobres. Como prueba de su mensaje, Mahoma apela al juicio futuro de Dios. Éste es el Primer Corán o Islam, sin poder político ni sometimiento social.
‒Hégira y guerras de Medina: Sumisión a Dios y violencia militar (622-630). Cuando su grupo fue perseguido, Mahoma “recibió” de Dios un mensaje de ruptura y recreación social, que se tradujo en la creación de una comunidad liberada de creyentes (Hégira 622 d.C., año 1 de la era musulmana). En vez de dejarse matar o de seguir anunciando el Mensaje de un modo no violento, Mahoma y los suyos emigraron a Medina, donde respondieron con violencia a la violencia de los enviados del «sistema comercial» politeísta de la Meca. En este contexto se sitúa la intolerancia musulmana, proclamada el Yihad o guerra santa contra los paganos de la Meca, que se expresa en la muerte de los judíos de Medina que no aceptaban su mensaje y en la toma posterior de la Meca[9].
Un Islam fundado en suras del período mecano será tolerante, Islam de creyentes que pueden mantenerse y vivir en el exilio, sin tomar el poder, dialogando en paz con hombres y mujeres del entorno. Un Islam centrado en las suras de Medina será impositivo, de manera que tenderá a defender (e incluso imponer) su religión 'verdadera' y su forma de vida social apelando a la guerra, no sólo contra los infieles o paganos exteriores, sino contra los disidentes interiores, defendiendo ante todo los pretendidos «derechos» de Dios.[10].
En los últimos siglos, muchos musulmanes se han sentido amenazados por una política y religión que ellos vinculan al cristianismo. Varios países de mayoría islámica fueron colonizados entre el siglo XVIII y XX por potencias “cristianas” de occidente (Rusia, Inglaterra, Francia, USA). Además, gran parte de la población de esos países de mayoría musulmana sigue siendo pobre y se siente dominada por la cultura y organización del sistema neo-liberal, que ellos interpretan como propio del cristianismo de occidente. Algunos musulmanes se han dejado vencer por la inquietud (por el temor de que la marea de opresión de occidente les destruya) y, asumiendo interpretaciones extremas del Libro (Corán) y tradiciones de la 'guerra santa', parecen llamados a luchar contra un occidente “opresor”.
El sentimiento de fracaso ante el sistema ilustrado de la modernidad, la humillación colonial y la situación de pobreza, hace que algunos busquen la seguridad en una guerra santa, dirigida por líderes musulmanes semejantes a los antiguos como Saladino, que reconquistó Jerusalén (1187 d.C.) A pesar de eso, la mayoría de los musulmanes desean la paz y anhelan la concordia social, por razones y experiencias sociales, culturales y religiosas
Los musulmanes asumen expresamente la herencia de Abrahán (Ibrahim) que, acompañado de su hijo Ismael habría peregrinado hasta la Meca para orar ante la piedra sagrada de la Caaba. Ratificando el gesto del patriarca, para imitar su fe y expandir su herencia, los fieles musulmanes se comprometen a peregrinar también hasta la Meca, una vez en la vida, si es que pueden. En ese camino de fe y adoración, se confiesan herederos y garantes de la tradición de Abrahán, fijada en el monoteísmo musulmán y en la piedad que se centra en la Meca. Así se creen herederos del gran patriarca hanif, devoto de Dios, monoteísta, en la línea de una tradición religiosa que se había manifestado ya desde el principio (por Adán, Noé y el resto de los profetas).
- Los musulmanes mantienen un monoteísmo cercano al judío. Por eso rechazan la Trinidad cristiana lo mismo que la Encarnación de Dios en Cristo. Dios se presenta para ellos como el Señor siempre transcendente que dirige desde arriba el curso de la historia, de una forma que parece ya predestinada de antemano. De tal modo destacan el poder y acción de ese Dios que tienden a dejar en segundo plano la libertad del hombre. Jesús es para ellos un profeta excelso, hijo María, nacido de forma virginal, predicador del evangelio para los judíos que no le recibieron y por eso quisieron matarle, cayendo de esa forma en gran pecado. Posteriormente, traicionando su mensaje, los cristianos divinizaron a Jesús, cayendo en gran pecado, por introducir la división en Dios y por confesar que un hombre es divino.
- Los musulmanes defienden una pacificación intra-histórica de la humanidad, vinculada a la expansión del Islam (que es según ellos, la religión originaria y verdadera) y al establecimiento de la Umma o comunidad de los creyentes. En ese sentido, para ellos resulta esencial el triunfo histórico del Islam. Ciertamente, la unidad sagrada de la Umma se ha roto pronto y los musulmanes se han dividido en grupos a veces enfrentados. Pero la mayoría siguen añorando la unidad sacral islámica que debe extenderse a todos los pueblos (estados) de mayoría musulmana, expandiéndose luego al universo entero. En ese aspecto, la mayoría de los musulmanes esperan extenderse a todos los países, para establecer el Islam en la tierra entera a través de una nueva Yihad o guerra santa (aunque no todos la interpreten de igual forma.
- La misión musulmana se establece en forma de sumisión universal a través de un proceso de acatamiento de Dios, conforme se establece en la sharía o legislación sagrada que debe regular la vida de los creyentes. Más que una religión espiritual (una forma interiorizada de encuentro con Dios) y de comunión libre y amorosa entre los hombres, el Islam es un programa de vida social en el que (pareciendo que todo es secular) todo está en el fondo sacralizado. Religioso es el ejercicio del poder y religiosa es la forma de entender la propiedad y la justicia, igual que la manera de fundar y organizar la familia. Por eso resulta difícil una desacralización del Islam en el sentido occidental del término. Lo que Dios ha revelado a Mahoma debe mantenerse de un modo inmutable, de manera que los fieles ratifiquen su total sometimiento a Dios.
En principio, los musulmanes quieren respetar a los creyentes de las religiones del Libro (judíos, cristianos) y piensan que sólo pueden convertir por fuerza a los paganos. Pero allí donde son mayoría ellos procuran adueñarse de los resortes de la administración judicial, política y económica de los diversos pueblos (como parece pedirlo la sharia), para así ofrecer a todos la "plenitud sagrada", que consiste en la sumisión a Dios, en la forma musulmana. Por eso los mismos estados musulmanes se sienten obligados a proteger y expandir las normas del Islamn, de forma que la globalización de la humanidad se realice a través de la sharía o ley musulmana.
Los musulmanes defienden en teoría la libertad de los hombres ante Dios, pero, al mismo tiempo, afirman que Dios se manifiesta a través de una palabra dominadora (de sometimiento), dirigida a todos. Según el Islam, no hay un pueblo escogido, en el sentido judío del término. No hay tampoco encarnación de Dios (ni en Cristo ni en Mahoma, ni en María o un profeta de otro tiempo). Pero Dios ha revelado su Palabra por Mahoma a todos los pueblos de, suscitando así el Islam, término emparentado con shalam/shalom que significa, al mismo tiempo, sumisión (a la voluntad de Dios) y pacificación (culminación de la historia.
NOTAS
[1] Estos pasajes suponen que Ley y Evangelio habían anunciado a un Profeta Ahmad, Alabado, título incluido en Muhamad (=Mahoma), que sería el Paráclito de Juan. La tradición musulmana supone que Mahoma ha cumplido las promesas de Dt 18 y Jn 14-16. Cf. M. Muhamad Ali, El Sagrado Corán, Ahmadiyyah, Lahore 1986, 1181-1182.Cf. J. Cortés, El Corán, Herder, Barcelona 1995, 644-645.
[2] Así lo ha destacado, por ejemplo, R. M. Fowler, The Gospel of Mark, Fortress, Minneapolis 1991; cf. M. Navarro, Marcos, Verbo Divino, Estella 2006.
[3] La tradición musulmana considera la muerte de Jesús (si es que murió de verdad) como fracaso (no pudo culminar su obra profética). A su juicio, los cristianos han recaído en un tipo de idolatría: Han divinizado a Jesús y han abandonado la sumisión a Dios y el cumplimiento de su ley, al menos en occidente. Jesús fue un perdedor: no extendió su mensaje, se dejó matar y sus discípulos dijeron que había resucitado. Mahoma, un vencedor: triunfó en su ciudad e inició un camino de cambio mundial. Cf. L. Gardet, L'Islam e i cristiani, Citta' Nuova, Roma 1988; G. Rizzardi, Il problema della Cristologia Coranica, I. Propaganda, Milano 1982.
[4] La fe musulmana deja poco espacio para la oración como diálogo creador entre los hombres, pues Dios lo hace todo y los hombres sólo someterse a Dios. Por el contrario, los cristianos creen que Dios no obliga a los hombres a vivir de una manera determinada, no les impone una ley acabada que deben cumplir, sino que les abre un camino de fe en gratuidad, para que libremente busquen y pacten, en comunión creadora, lo que han de ser.
[5] Cf. X. Pikaza, Globalización y monoteísmo, Verbo Divino, Estella 2002
[6] Éste fue, a mi juicio, el descubrimiento mesiánico (teológico) fundamental de Jesús. según Mc 8: “Es necesario” (dei) que el Hijo del Hombre (enviado mesiánico de Dios) asuma un camino de derrota, sufrimiento y muerte, como he puesto de relieve tanto en Historia de Jesús. Cf.S. Vidal, Los tres proyectos de Jesús Sígueme, Salamanca 2002, y Jesús el Galileo, Sal Terrae, Santander 2006.
[7] En este contexto Mahoma pudo prometer el paraíso como descanso y triunfo del guerrero fiel "Y no digáis que quienes han caído por Allah que han muerto. No, sino que viven" (2, 154). Caídos por Allah son los fallecidos en la guerra contra los infieles de la Meca o los enemigos de la fe. "Allah ama a los que luchan en fila por su causa, como si fueran un sólido muro", edificio sellado con plomo (cf. 4, 94-96; 8, 59-66; 9, 5-6).
[8] Mahoma se sintió heredero de la tradición de Israel, vinculada a la tierra de Palestina, donde Abraham y los patriarcas, los profetas y Jesús habían desarrollado su misión. Pues bien, a los pocos años de su muerte, los guerreros musulmanes conquistaron Jerusalén y consideraron propio el lugar de su templo, donde alzaron su Mezquita Lejana y sagrada, que permanece hasta hoy (en gesto que muchos judíos entienden como imposición y violencia). Los musulmanes se extendieron pronto por gran parte del mundo. Desde su nueva perspectiva de expansión victoriosa, ellos han dejado en segundo plano los rasgos más sufrientes de Israel (pueblo paria, comunidad de exilados) y del cristianismo, vinculado a la muerte de Jesús para destacar y universalizar un rasgo de unificación social y apertura hacia todos los pueblos. He presentado el tema en diversas entradas de X. Pikaza y A. Aya, Diccionario de las tres religiones, Verbo Divino, Estella 2008.
[9] De esa forma se consuma la paradoja musulmana. Mahoma mantiene, por un lado, la tolerancia superior, fundada en el sometimiento a Dios. Por otro, proclama la intolerancia y la guerra contra los enemigos del Islam, en gesto que culmina con la toma de la Meca (630).
[10] Desde nuestra perspectiva cristiana, sería conveniente que el mismo Islam se recreara, de manera que la Hégira se adapte a las nuevas condiciones de la humanidad y, sobre todo, a la experiencia fundante del Dios originario de Mahoma, en el período mecano, en dialogo con judíos y cristianos. Es bueno el recuerdo de la Meca, por historia, por fidelidad al legado de Abraham y de Mahoma. Pero, al mismo tiempo,vsería importante separar el Islam de la ciudad concreta de la Meca, de manera que los creyentes puedan descubrir a Dios en todos los lugares de la tierra, en todas las comunidades de los hombres, en gesto de reconciliación universal. Sea como fuere, es claro que ese proceso de recreación lo han de realizar los mismos musulmanes, aunque los demás, judíos y cristianos, les podemos acompañar, asumiendo también una tarea paralela y convergente de refundación de nuestras tradiciones.