Marcelino Legido y Olegario G. de Cardedal, dos figuras de diccionario.

– Alguien me dice que no todos son teólogos. ¡Es evidente! El diccionario no trata de “teólogos”, sino de pensadores en sentido extenso, y por eso me he atrevido a introducir a personajes que, no siendo quizá teólogos, han influido y mucho, con su forma de ser y de pensar, en otros cristianos (como es el caso de Mons. Escrivá y de Kiko Argüello).
– Otro me recuerda que faltan algunos pensadores importantes como Plazaola, Lera, Armendáriz, Aparicio, G. Paredes y P. Largo, y lo lamento mucho, pues a todos he conocido, y reconozco su valía (y algunos han sido compañeros y buenos amigos). Pero en un diccionario como éste he debido seleccionar y es claro que no siempre he debido acertar. Si hay nueva edición me acordaré de ellos. A G. Uríbarri sí le he introducido.
– Alguien me pregunta si O. G. de Cardedal se acuerda de mí y si yo me acuerdo de él. No me ocupo aquí de lo que él diga sobre mí, pero quiero recordar y recoger lo que yo digo sobre él en mi Diccionario.
–Otro, en fin, me pregunta que ¿por qué no he recordado a M. Legido? Pues sí, le he recordado, aunque quizá no tanto como debiera, por lo mucho que le debo (véase la última frase que le dedico en el Diccionario).
Por todo eso, me atrevo a presentar aquí las semblanzas de M. Legido y O. González de Cardedal, dos pensadores católicos hispanos de este tiempo, a quienes muchos deben (debemos) mucho. Buen día a todos.
LEGIDO, MARCELINO (N. 1935 ).
Filósofo y teólogo católico español, uno de los grandes testigos del cristianismo en la segunda mitad del siglo XX. Estudió filosofía y fue profesor de la Universidad de Salamanca, entre los años 1960 y 1970. De ese tiempo son sus trabajos sobre Unamuno (Hombre de carne y hueso (estudio sobre la antropología de D. Miguel de Unamuno, en Unamuno a los cien años estudio y discursos salmantinos en su centenario, Salamanca 1967, 29-58) y sus trabajos sobre la filosofía griega y Platón, recogidos en un volumen posterior, editado por la Universidad de Salamanca: Bien, Dios, Hombre: Estudios Sobre el Pensamiento Griego (2000); cf. El problema de Dios en Platón. La Teología del Demiurgo (CSIC Madrid 1963).
Pero el año 1970 abandonó la cátedra y filosofía y estudió teología en Alemania, ordenándose sacerdote, para ejercer como “cura rural” en un pueblo de la “raya” entre España y Portugal. Su tesis doctoral en teología se titulaba: La iglesia del Señor: un estudio de eclisiología paulina (Salamanca 1978); sobre ese tema escribió otro libro, titulado: El evangelio de Pablo: esbozo de la teología paulina (Salamanca 1977). En ambos libros, especialmente en el primero, ofrece una visión de conjunto de la tradición de Pablo (fijándose de un modo especial en Efesios), para vincular el misterio de Cristo con su presencia en los pobres.
Ha escrito también otros libros en los que ha desarrollado su experiencia cristiana, desde la perspectiva de los pobres: Evangelio a los pobres (Salamanca 1987); Misericordia entrañable: historia de la salvación anunciada a los pobres (Salamanca 1987); Luz de los pueblos (Salamanca 1993). M. Legido ha sido y sigue siendo la voz profética más honda del cristianismo español de los últimos decenios.
GONZÁLEZ DE CARDEDAL, O. (1934- ).
Teólogo católico español, de Ávila, Castilla. Estudió en Munich, Alemania, y ha sido profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca. Pertenece a la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Madrid y ha sido el impulsor de muchas empresas culturales y religiosas en los últimos cuarenta años, desde la Universidad de Salamanca y desde los cursos de verano de la Universidad Complutense y de la Menéndez y Pelayo (Santander).
Sus primeros libros trataban de las relaciones entre el hombre y Dios, desde de una perspectiva histórica y teológica, a partir de San Buenaventura y de Santo Tomás. Misterio trinitario y existencia humana (Madrid 1966), y Teología y antropología (Madrid 1967). Ha reflexionado después sobre la situación intelectual y religiosa de España y de Europa, en obras como. Meditación teológica desde España (Salamanca 1970); El poder y la conciencia (Madrid 1984); España por Pensar. Ciudadanía hispánica y confesión católica (Salamanca 1984); La teología española ante la nueva Europa (Salamanca 1994).
En esa línea destaca su ensayo sobre Cuatro poetas desde la otra ladera. Prologómenos para una cristología (Madrid 1996), en el que estudia la situación actual del cristianismo desde la perspectiva de cuatro poetas europeos, dos de españoles ( M. Unamuno y A. Machado; cf. también J. Paul Richter y O. Wilde).
En todas estas obras, O. González ha querido vincular “la pasión profética de Israel, la racionalidad sobrecogida de Grecia, la admiración de los Padres de la iglesia y la precisión escolástica, reanudando el diálogo de Pascal con Descartes y la búsqueda posterior de la gran filosofía del mundo cultural germano, francés y anglosajón”. Su obra teológica culmina y se centra en tres ensayos cristológicos: Jesús de Nazaret. Aproximación a la cristología (Madrid 1975); La Entraña del Cristianismo (Salamanca 1998); Fundamentos de Cristología I-II (Madrid 2004-2006), en los que destacan dos temas: un tipo de diálogo religioso/cultural y la búsqueda de la entraña del Cristianismo.
1. Dios universal, diálogo de religiones.
Como teólogo y analista cultural, O. González participa en los trabajos de la Academia de Ciencias Morales y políticas de Madrid, donde se discuten y elaborar los temas fundamentales del diálogo social. Le preocupa de un modo especial la diferencia entre las culturas religiosas, que puede llevar al enfrentamiento, pero también al encuentro de las religiones, dentro de un mundo cada vez más plural, al interior del proceso creciente de globalización.
«(Debe) iniciarse el diálogo interreligioso, abriéndose unas religiones a otras, comenzando por las que están más cercanas en sus contenidos (como son los monoteísmos que remiten a Abrahán: judaísmo, cristianismo, Islam) y continuando por aquellas que tienen una especial acentuación soteriológica (como pueden ser las orientales) y siguiendo con el resto, para preguntarse entre todas en qué medida son responsables no sólo de Dios ante el mundo, sino también de los hombres ante Dios y ante sus semejantes, y por lo tanto de la paz... (Se debe) promover el diálogo intercultural. Las culturas han configurado las religiones y las religiones han configurado la cultura. Es necesario ver qué diferencias provienen de cada una y en qué medida es pensable un acercamiento religioso de los hombres al único Dios, manteniendo las propias culturas y valorándolas como escala diversificada para acceder al insondable misterio de Dios, a la vez que para interpretar su revelación en la historia. (Se debe promover...) el diálogo con las ideologías, movimientos nuevos de racionalidad (ciencia) y de irracionalidad (magia, gnosis, new age...) para eliminarlos cuando se presentan como sucedáneos o para colaborar con ellos cuando son reales logros de humanidad» (Dios, Salamanca 2004, 297-298).
En esa línea, O. González quiere ofrecer un cristianismo universal, pero situado en el espacio cultural las capitales antiguas (Jerusalén, Atenas, Roma), pasando por las ciudades medievales de Castilla (Ávila y Salamanca), para llegar a las nuevas urbes de occidente (Munich, París y Washington), donde ha residido y replanteado las posibles respuestas cristianas a la crisis de humanidad que estamos viviendo. Algunos echan en falta el contacto más intenso y reflexivo con las problemática económica y social de la modernidad (tal como aparece en los nuevos intentos hermenéuticos y en la teología de la liberación); dicen que un tipo de visión quizá elitista del pasado domina en él sobre el presente, actualizado desde el Jesús de la historia.
2. La entraña del Cristianismo.
En el libro que lleva ese título (Salamanca 1998) culmina y se centra la obra teológica de O. González. Frente a quienes pueden suponer que el nuevo pensamiento destruye la fe, que la nueva cultura se hará sin evangelio, González de Cardedal ha elevado su voz reinterpretando la cultura desde la fe e introduciendo la fe cristiana en el entramado de la vida humana, para ofrecerle un alma, unas entrañas, en diálogo con las grandes culturas del occidente clásico. Éste es un libro para creyentes y no creyentes, para hombres y mujeres que se sienten abiertos a la voz de la vida y al pensamiento que brotan del Cristo. Asumiendo una larga trayectoria eclesial, iniciada en el siglo III-IV en Alejandría, él ha querido optar por el diálogo entre filosofía y fe, ente metafísica griega y dogma cristiano. O. González acepta la razón, pero no para cerrarse en la pura racionalidad, sino para abrir dentro de ella un horizonte de belleza teológica y de experiencia sacral, fundada en el evangelio y expresada en las tradiciones de la Iglesia. En esa línea ha querido actualizar un tipo de ontología cristiana, en la línea del helenismo, tal como ha sido reelaborado por teólogos como → Schleiermacher.
A juicio de O. González, el cristianismo no tiene esencia en el sentido abstracto del término, tampoco puede apelar a demostraciones, no es objeto de disputas, sino que se encuentra enraizado en la tradición profética de Israel, desde donde recibe su entraña (o entrañas), por medio de Cristo. El cristianismo tiene intimidad, es misterio de corazón, que puede y debe explicitarse en la doble armonía de la encarnación (la grandeza de Dios se revela en la pequeñez de nuestra vida) y de la trinidad (la entraña de Dios es comunión, encuentro vivo de realidades y personas: transcendencia, historia, intimidad personal; Padre, Hijo y Espíritu Santo).
De esa manera, la teología de O. González se expresa y culmina en forma de misterio, pues, a su julio, la entraña del cristianismo es mística que puede y debe expresarse en forma eclesial, a través de una Iglesia en la que viene a encarnarse el Espíritu de Cristo. En esa línea, él ha distinguido cristianismo (misterio teológico, revelación de Dios), cristiandad (fenómeno social y cultural) y cristianía (experiencia personal del creyente).
Desde ese fondo y en la línea de su inspiración teológica y de la tradición eclesial, ha identificado la entraña del cristianismo (que se abre por un lado a la cristiandad cambiante y se concentra en la más íntima cristianía) con la revelación de la Hondura de Dios , que se hace presente en la persona de Jesús, con su historia concreta, para así abrirse por el Espíritu hacia el ancho mundo de la cultura y vida humana, a través de la Iglesia, donde encuentra su sentido y se escucha la Palabra de la Escritura.
O. González no necesita volver a la Escritura, para encontrar allí la entraña del Cristianismo, pues a su juicio esa Escritura (con su lenguaje narrativo) sólo despliega su sentido en la teología y en la vida de la Iglesia, dentro de una comunidad creyente, instituida, que es al fin la norma de todas las normas. En esa línea puede afirmar que la entraña del cristianismo es la misma Iglesia confesante, entendida en este momento de la historia como espacio y medio de revelación de Dios. Éste es un intento teológico positivo, pero muchos echan en falta un verdadero arraigo en la Escritura judeo-cristiana, que es teología narrativa y no pura narración a-teológica.
3. Cristología.
O González ha desarrollado a lo largo de su vida muchos temas, de tipo espiritual y eclesial, pero el campo de su investigación fundamental, dentro de su fidelidad a la Iglesia concreta, ha sido la cristología, tema que ha enseñado en la Facultad de Teología de Salamanca y en la que ha venido trabajando en los últimos treinta años, desde su primera a su última obra: Jesús de Nazaret. Aproximación a la cristología (Madrid 1975); Fundamentos de Cristología I-II, Madrid 2004-2006). Se trata de dos obras densas y extensas, literariamente bellas, conceptualmente profundas. Ellas pueden situarse en una línea que va de → Orígenes a Anselmo y de Tomás de Aquino a Rahner. De esa manera, O. González ha vinculado ontología y antropología, experiencia de encuentro personal con Dios a través de Cristo y culminación de la propia identidad personal en Dios, pues su pensamiento, siendo muy eclesial, es profundamente personalista.
O. González acepta los dogmas básicos de la cristología católica (de Calcedonia y Nicea), pero no para quedarse en ellos y repetir sus formulaciones, sino para recrearlos desde una experiencia radical de fe, en sintonía con el pensamiento actual de la Iglesia, recuperando la buena intención de los antiguos “herejes”. Sólo porque sabe reconocer la verdad que hay en el fondo de Arrio (humanidad plena de Jesús), él puede valorar el dogma de Nicea, afirmando que la consubstancialidad divina no es merma de la humanidad de Jesús, sino su cumplimiento, en una línea muy rahneriana. Sólo porque sabe reconocer la verdad parcial de Nestorio, puede formular bien y actualizar el dogma de Calcedonia, sin que humanidad y divinidad vengan a sumarse como dos cosas en Dios, sino que integran una única persona.
En esa línea, siendo fiel al legado de la Iglesia, O. González ha desarrollado una cristología de la conciencia humana de Jesús (en una línea que algunos han podido relacionar con → Schleiermacher), pero descubriendo en el mismo fondo de ella la identidad del Hijo de Dios que es eterno, naciendo en el tiempo. De esa forma, su cristología puede condensarse en categorías de encuentro personal entre el hombre y Dios en Cristo. Por eso, la filiación divina de Jesús sólo puede decirse y proclamarse en plenitud desde la experiencia pascual de los discípulos, tal como ha sido asumida por la iglesia.
En esa línea formula el misterio de la “economía” del Dios, que quiere mostrarse divino y es de amor (Padre del Hijo) en la muerte del Cristo. Ciertamente, él asume y recrea algunos términos centrales de la tradición teológica de la Iglesia (sustitución, satisfacción, expiación, sacrificio), pero les da un sentido nuevo o, mejor dicho, antiguo, volviendo a las raíces del Nuevo Testamento donde han sido formulados. Es muy importante, por ejemplo, lo que dice sobre el “sacrificio”, una palabra que suscita en la actualidad el rechazo de muchos.
«Afirmar que Dios necesita sacrificios o que Dios exigió el sacrificio de su Hijo sería ignorar la condición divina de Dios, aplicarle una comprensión antropomorfa y pensar que padece hambre material o que tiene sentimientos de crueldad. La idea de sacrificio llevaría consigo inconscientemente la idea de venganza, linchamiento... [...] El Dios de Jesús no necesita de sus criaturas: no es un ídolo que en la noche se alimenta de las carnes preparadas por sus servidores» (Cristología II, 540-541).
Esos términos (sustitución, satisfacción, expiación, sacrificio) deben ser recuperados desde una experiencia superior de “reconciliación”, es decir, de encuentro y comunión entre Dios y los hombres en Cristo. Así lo ha formulado, a su juicio, la Carta a los Hebreos que él interpreta como la primera gran cristología explícita y sistemática de la Iglesia cristiana. Frente a los viejos sacrificios marcados por la sangre (y por un tipo de violencia y venganza), la obra de Dios en Jesús es presencia de encuentro y comunión, no sólo de los hombres con Dios, sino de los hombres entre sí.
Éste es, a mi juicio, el centro de la teología de O. González, que ha legado un testimonio fuerte de coherencia intelectual y de rigor académico. Personalmente le hubiera pedido una mayor fidelidad a la Escritura, como norma de vida de la Iglesia, y una decisión más fuerte a la hora de exponer con libertad su propio pensamiento, dentro de una Iglesia donde es esencial la libertad personal y comunitaria, desde el evangelio. Posiblemente, O. González no ha dicho aún su última palabra. En esa línea, cuando reelabore su pensamiento podrá (¿deberá?) matizar los juicios negativos que en su libro sobre El quehacer de la teología (Salamanca 2008) ha vertido sobre teólogos y compañeros como → Brito, Theobald y Torres Queiruga.
Una presentación completa de su vida y de su bibliografía en A. Cordovilla, J. M. Sánchez y S. del Cura (eds.), Dios y el hombre en Cristo. Homenaje a Olegario González de Cardedal (Salamanca 2006). He citado ya alguna de sus obras antiguas. Entre las más recientes, cf. La fe en Dios, factor de paz o de violencia (Madrid 2003); Dios (Salamanca 2004); Educación y educadores: el primer problema moral de Europa (Madrid 2004); Ratzinger y Juan Pablo II: la Iglesia entre dos milenios (Salamanca 2005); Historia, hombres, Dios (Madrid 2005);