Monoteísmo y monogamia. Sínodo de Roma y matrimonio

Presenté el otro día una postal sobre el matrimonio como “profecía” (revelación de Dios) y no como algún tipo de imposición legal. El argumento central era que hay una profunda relación entre el monoteísmo y la monogamia:

‒ El monoteísmo implica una relación personal con Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas (Dt 6). Dios ocupa de tal modo el corazón del hombre que no queda en él lugar para otros dioses (como en el politeísmo).

‒ La monogamia despliega , de un modo correspondiente, una relación también personal entre los esposos, de tal forma que cada uno ama al otro con el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, de tal forma que no puede haber lugar para otro amor semejante en ese plano.


El matrimonio es un amor de alianza y reciprocidad, en el que los esposos, teniendo unos mismos gozos, derechos y deberes, abren un espacio compartido de descubrimiento y tarea compartida, sin que uno pueda ser en modo alguno superior al otro. Según la Biblia, ése es un camino de Dios, revelación de su presencia.

Éste es el amor monogámico que la Biblia ha previsto de algún modo en Gen 2-3 (Adán y Eva) y que Jesús ha ratificado en Mc 10.

-- Es un amor gozoso y creador, de revelación de Dios, es decir, de la vida humana, como experiencia de ser compartido. Entendido, así, el matrimonio personal, en libertad creadora, es una "disclosure", un salto de nivel, la revelación y experiencia de la vida como encuentro en dualidad (salir de sí para ser en sí mismo, entregarse en plenitud para tenerse y ser en totalidad, en y con el otro).

-- Lógicamente, es un amor arriesgado y fuerte, un "arte" compartido, una apuesta por la vida en compañía de ser (para vivir en plenitud) y de engendrar en comunión (para que otros sean). Es el espacio sorprendente donde la fecundidad se hace posible, donde tiene sentido el engendramiento y educación/maduración de nuevos seres humanos. Sin esta apertura al "engendramiento compartido" el matrimonio de dos en sí termina siendo un egoísmo a dos, el peor y más duro de todos los egoísmos.

-- En esa línea, es un amor difícil, en sentido radical, pues sólo lo "difícil" merece la pena, con amor. En esa línea se sitúa la "dificultad" inmensa de Dios, que se arriesga a "crear/engendrar" un mundo, una humanidad, como Padre/Madre. Según eso, la "dificultad" del matrimonio monogámico abierto al engendramiento personal y vital (nuevos seres humanos, nueva vida) es la garantía de su grandeza y de su "éxito" en el sentido profundo de la palabra, como he puesto de relieve en mi libro sobre La Familia en la Biblia, que el otro día retomé desde Oseas, y que ahora vuelvo a plantear en algunos temas esenciales, retomando algunas cuestiones que me plantearon los comentarios al blog.

-- Entendido así, el matrimonio es una asignatura pendiente en la Iglesia, como está descubriendo el Sínodo de roma 2014. Éste es el matrimonio por el Reino de los Cielos, que se vincula al eunucato/celibato por el Reino de los cielos del que habla Jesús. Este Matrimonio en Cristo, es decir, en línea mesiánica (por el Reino), es ya Reino y Presencia de Dios en un mundo donde muchos dicen que los signos de Dios se están apagando.



-- No se trata de un "matrimonio para clase de tropa", como dice con poca gracia una nota de un Camino cristiano que anda por ahí..., porque en la iglesia no hay clase de tropa (todos somos élite de Cristo), y porque un matrimonio cristiano es tan radical y exigente como un "celibato cristiano". No es, pues, un "estado inferior", como cierta teología platónica ha dicho, sino un estado y camino de plenitud compartida de Reino, como sabe Ef 5, aunque lo ha dicho con términos que hoy pueden sonarnos extraños.



Desde ese fondo he querido ofrecer las reflexiones que siguen, situándome en la línea del Sínodo 10/14 y de mi trabajo sobre La Familia en la Biblia:

"Los grandes valores del matrimonio y de la familia cristiana corresponden a la búsqueda que atraviesa la existencia humana también en un tiempo marcado por el individualismo y el hedonismo",Relatio Sinodal post disceptationem, 11,Roma 13, X, 14).


(Imágenes de M. Chagall, buen judío. No conozco ningún pintor cristiano que haya representado de esa forma el Matrimonio. La ciudad de fondo de la primera imagen parece Avíla, de Teresa de Jesús... Marido y mujer un signo de Teresa Enamorado, cuya fiesta es mañana, ante su Ciudad, Ciudad de Dios, con siete puertas, siete círculos, siete moradas... con el asno/cordero sagrado)


SEIS TESIS

1. En el contexto del Sínodo 2014. Reconocer el camino.


Estoy convencido de que el Sínodo no resolverá ninguna de las grandes cuestiones pendientes… pues en un plano legal ellas no tienen solución. No se trata de resolver problemas con recetas (como si se tratara de repartir aspirinas), sino de subir de nivel; y en ese plano lo más hondo que puede decir y hacer en Sínodo es situarse de nuevo en el origen, volver al camino de la Biblia, diciendo que muchas cuestiones no puede resolverse desde arriba, sino en el mismo camino de la Iglesia.

Volver a la Biblia significa reconocer lo que hemos sido y lo que somos, caminantes de Dios, un poco nómadas, pues no tenemos en este mundo ninguna morada permanente, ningún nicho “ecológico” definitivo. No podemos buscar una esencia la hecha, resolviendo cuestiones a golpe de leyes, sino buscar la raíz, reconociendo que el descubrimiento y cultivo de la monogamia es como el descubrimiento y cultivo del monoteísmo, esto es, del Dios único revelado, según los cristianos, por Jesús, no para venerarlo lejos, sino para implicarnos en su vida.


2. Una mujer, no varios; un hombre, no varios. Más allá de la poligamia

Hay diversos tipos de encuentro personal, y dentro de la Biblia se han puesto de relieve dos: El de la justicia social (desarrollado por el profeta Amós y por sus sucesores) y el de la intimidad del amor (propio de Oseas y sus sucesores).Ambos amores se vinculan y son inseparables, el de la justicia y el del amor, y Jesús así lo ha puesto de relieve. De todas formas, a veces no es fácil vincularlos, y habrá tanteos, caminos truncados etc.

En esa línea resulta insistentes (y quizá reiterativas) las intervenciones que presenta en mi blog Sota de Bastos/Aguafiestas, defensor de un tipo de poligamia, como forma de hacer justicia a las mujeres en una situación de dominio masculino y de abundancia (sobrada) de mujeres. En algunas ocasiones, la poligamia ha podido cumplir una función (desde Abrahán hasta las siete mujeres que se ofrecen a un marido en la Jerusalén destruida de Is 4, 1. Pero esa situación no es la ideal, ni responde a la visión del Dios de los profetas.

Los profetas suponen (a lo largo de un camino que he puesto de relieve en La Familia en la Biblia) que el amor personal (sobre todo el de hombre-mujer) es el signo y presencia del amor divino de manera que sólo aquellos saben amarse en intimidad dual (con corazón no dividido) descubren y cultivan de verdad el amor de Dios. No se trata de imponer el monoteísmo, ni de negar el valor que ha podido tener en ciertos momentos y culturas la poligamia, pero ese tiempo ha pasado ya. Un ser humano sólo puede conocer a otro en fidelidad personal que tiende a ser por principio defintiva.


3. Amor recíproco, amor personal, sin superioridad de uno sobre otro

Es evidente que la Biblia empieza (y sigue) viviendo en una cultura patriarcal, donde el mismo esposo “monógamo” como Oseas tiene de presentarse, al mismo tiempo, como “padre” de su esposa. Por eso comentaba G. Moranchel: “No me parece certera la figura del "esposo-padre" para fundamentar la imagen del matrimonio que resuena en todos estos textos proféticos y en los que tendría que apoyarse la reflexión teológica sobre el tema”.

Ciertamente, el signo de Oseas (y el de los profetas que asumen su modelo, vinculando monogamia y monoteísmo) tiene sus limitaciones, pero abre un camino nuevo que, a mi juicio, no había explorado nunca en la cultura y experiencia humana Estos son algunos de sus rasgos:

-- La fidelidad personal como centro de la vida. Se trata de una fidelidad recíproca que, en plano total, sólo puede darse entre dos personas. Esa fidelidad creadora de vida (una vida nuevo, que es vida de dos), un "novum"... algo que no se había visto antes (¡que yo sepa!)... Pues bien, esa fidelidad (alianza personal, creadora de vida) pertenece a Dios, forma parte de su propia realidad, es de alguna forma su "esencia" (como aparece en el Shema...).

Esa experiencia de alianza con Dios (que se expresa como alianza interhumana) está en el fondo del modelo de Gen 2 (que proviene de la profecía) y en otra clave en el Cantar de los Cantares, que no habla de matrimonio, pero que abre un camino que sólo se plenifica y ratifica en el matrimonio, en el que dos seres humanos, en fidelidad mutua, son capaces de ser (y son) profecía de Dios. Ninguna otra cultura del mundo (¡ninguna!) ha penetrado así en la relación interhumana en forma de "alianza" dual recíproca. Los griegos han "inventado" la esencia, los hindúes la trascendencia interior, los budistas el no-deseo... Pues bien, en un plano más alto, la profecía de Israel ha "inventado" (ha descubierto y creado) la alianza persona como forma de ser compartida, en un camino que para los cristianos desemboca en Jesús.

Un camino por recorrer. En esa línea quiero añadir que el "matrimonio" bíblico-cristiano no ha sido descubierto ni desarrollado en su plenitud ni siquiera por la Iglesia, que ha vuelto a la ley romana, a la torah judía (¡no al profetismo!) y a un tipo de ideal griego de humanidad sabia y/o jerarquía. Hemos parado el avance que había comenzado con los profetas (y que a mi juicio ha culminado en Jesús). Hemos puesto de nuevo el matrimonio al servicio del patriarcalismo, de la generación-vital, del orden social, de leyes y más leyes de sociedad e Iglesia. No ha surgido aún una verdadera "teología" del matrimonio. No la hizo San Agustin..., no la desarrolló Juan de la Cruz (aunque podía haberlo hecho…). En este contexto se sitúa, quizá por vez primera, la conciencia de la Iglesia, llamada a retomar el camino profético para recuperarlo desde Jesús...


4. No son restos antiguos, sino una tarea pendiente

Fernando, habitual en mi blog, ha comentado de manera incisiva y reservada mi propuesta, suponiendo que nos hallamos (año 2014) ante un tema y situación distinta, de manera que no puede encontrarse ninguna solución en fuentes antiguas:

“Yo me pregunto, a la luz de lo aquí expuesto, si en estos grandes libros religiosos -no sólo de la tradición bíblica- se puede sacar alguna lección valiosa sobre familias y matrimonios desgraciados. Dejo a un lado símbolos proféticos... ¿Hay algo que valga para los matrimonios tristes, vulgares y descompuestos del momento actual, escasamente interesantes para la teología…? Me parece pues que en la Biblia no hallo alguna cosa que invite a considerar que, a lo mejor, la familia no es para tanto, diciéndose tan importante”.


Así razona Fernando, quizá con razón “humana”, afirmando que nos hallamos ante una situación de “matrimonios tristes, vulgares y descompuestos…”. Tiene razón, también yo tiendo a compartir su diagnóstico, pero pienso que este es el momento bueno: Ha caído, está cayendo, un matrimonio sociológico de ley (muy machista) y sagrado de imposición religiosa (con amenazas de infierno para los infractores…). Pues bien, sobre y desde esa descomposición matrimonial podemos empezar, como empezó Oseas (sin olvidar a Amós), abriendo una nueva “cruzada” matrimonial, que en el fondo es la cruzada concreta del encuentro con el Dios concreto que está en el otro, sabiendo que en principio (y en general) sólo una buena apuesta monogámica no hará entender la apuesta monoteísta y viceverse.

No es "cruzada" para combatir nada con la fuerza, ni para matar contrario.. sino para abrir un camino que lleva al "Jerusalén de las bodas" del Cordero, con el testimonio del propio amor personal de hombres y mujeres que, siendo radicalmente fieles entre sí, en en intimidad gozosa y creadora, pueden ser y son liberadores. Ésta es hoy quizá la mayor de las tareas de la Iglesia, que muestre con su vida (la vida de sus "fieles") que cree en lo que cree, abriendo un testimonio de vida, "de dos en dos" (según el evangelio).


5. Ni la Iglesia ni la sociedad han valorado plenamente el matrimonio

Ciertamente, Jesús ofreció la bases para un matrimonio monogámico, relacionándolo con el Reino de Dios, en Mc 10 y par. Más aún, la escuela de Pablo intento comprender el matrimonio desde la experiencia original de Cristo, a quien de algún modo se concibe como signo y sentido de todo amor hombre-mujer. Pero, en conjunto, la historia cristiana ha tenido “gran miedo” del matrimonio, y lo ha interpretado en general como “algo para la clase de tropa” (San Escrivá), en la línea de cierta lectura parcial de Pablo (mejor es casarse que abrasarse: 1 Cor 7, 9).

Así lo muestran las dos mejores obras históricas sobre el amor que yo conozco en occidente: ROUSSELOT, P., Pour l’histoire du problème de l’amour au Moyen Âge, Aschendorf Münster 1908 (= Vrin, Paris 1984) ; D. DE ROUGEMONT, L'amour ct L'Occident, París, 1939. (tras. Cast. Kairós, Barcelona 1995).

Rougemont ha mostrado que el matrimonio, tal como nosotros lo entendemos, constituye una conquista muy reciente en la cultura de los hombres.Antes existían otras cosas, el dominio del hombre sobre la mujer, las vinculaciones impuestas por convivencia social...; pero no había matrimonio concebido como encuentro definitivo de fidelidad entre personas libremente iguales, es decir, como transparencia de Dios.

Por otra parte, la literatura europea, desde el siglo XII hasta el romanticismo, apenas ha cantado el amor matrimonial: le ha interesado el culto de la dama, el donjua¬nismo, las relaciones de carácter imposible, el adulterio. Tan pronto como se instaura el matrimonio parece que la historia de amor muere y sólo sigue la prosa de la vida.

6. Matrimonio, historia de Dios. Un camino abierto

Pues bien, en el contexto anterior, pienso que la crisis actual del matrimonio es bienvenida. No está determinada por la superioridad del varón ni por el culto de la dama sino por el descubrimiento y tarea del gozo y compromiso definitivo que vincule al hombre y la mujer para el transcurso entero de la vida, como signo y presencia de Dios. Ciertamente, el matrimonio se debate en medio de una lucha profunda, motivada por causas personas, sociales, sacrales. Pero, al mismo tiempo, estoy convencido de que esa crisis «no es de muerte» sino de nacimiento.

¡Confío en el futuro del matrimonio, porque creo en la capacidad de amor de los hombres y mujeres, porque valoro la libertad y porque pienso que, transcendiendo una etapa de bandeos entre la pura ley y un tipo de pura libertad sexual, se está descubriendo el gran reto del encuentro personal; conocer a otra persona en profundidad y compartir la vida con ella es como conocer y compartir la vida con Dios. No se trata por tanto de apuntalar pequeñas cosas de la agenda del Sínodo (no al matrimonio homosexual, no a la eucaristía a los casados, no, no, no…), sino de algo mucho más grandes: Abrir con la palabra y el ejemplo el camino de Dios que es el matrimonio (es decir, la comunión de vida concreta) entre seres humanos.

Un verdadero problema no se soluciona nunca en el nivel en el que se plantea, sino en un nivel más alto… Sólo subiendo de nivel, volviendo a situarnos en el lugar donde empezaba el camino profético de Israel, reinterpretando el camino de Jesús en forma de amor concreto… podremos abrir caminos nuevos en la problemática del Sínodo.
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