6.5.13. Nolasco y su tiempo: Una visión y un proyecto de libertad

Algo he escrito en otro tiempo sobre la vida y carisma de Nolasco (como se verá en bibliografía final). Hoy quiero hacerlo otra vez, en esquema, situando su vida y obra en el contexto de su tiempo, para aplicarlo después, tras unos días, a la situación religiosa y social de nuestro tiempo.
A mis amigos y hermanos mercedarios/as una felicitación y un abrazo en este día nuestro. A los lectores de este blog solicito un momento de atención: Pocos santos conozco más actuales que Nolasco (con Francisco, Domingo y Juan de Mata, sus contemporáneos), más de nuestro tiempo, con más futuro, como seguirá viendo quien leas.
Imagen F. de Zurbarán (1629): El Ángel muestra a Nolasco la meta y exigencia (don y tarea) de la Libertad, que ses expresa como liberación de los cautivos:
-- La nueva Jerusalén, ciudad abierta de la libertad (ayer hablé del Vaticano), Castillo Interior (como la Morada de Santa Teresa) y Exterior (Ciudad social), donde todos los hombres y mujeres (cristianos y no cristianos) pueden vincularse en amor, subiendo hacia ella a través de las Doce Puertas que llevan a la Vida Fraterna.
-- Éste fue el Sueño de Nolasco: "Comprar" para la libertad a todos los cautivos, para llevarles, por los Doce Caminos y Puertas a la ciudad del amor mutuo y liberado, a la Nueva Jerusalén que ha de empezar en esta tierra.
Siga quien quiera seguir. Hoy presento el entorno prodigioso de aquel gran “giro” de tiempo que fue el paso del siglo XII al XIII en la Europa de Occidente. Uno de los protagonistas de aquella transformación aún no culminada fue Pedro Nolasco. Tenemos camino, hermanos y hermanas de la Merced.
1. ENTORNO SOCIAL. TIEMPO DE CRISIS Y CREATIVIDAD
Quiero poner de relieve cinco líneas o momentos importantes de ese tiempo, mirado desde una perspectiva occidental, para entender lo que significó el surgimiento de un grupo de religiosos “de Merced” (y de la Trinidad) al servicio de la liberación de los cautivos.
1. El siglo XII había sido el tiempo de las cruzadas, el sueño de un Cristianismo Triunfante, de Cristiandad mundial, de dominio militar sobre el Islam. A lo largo del siglo XII la cristiandad feudal había creído en la posibilidad de una victoria militar sobre los “enemigos de la fe”, de manera que pudiera extenderse por armas el dominio cristiano. Pero con la caída de Jerusalén, el año 1187. Había que buscar otras formas de relación con el Islam, otros tipos de presencia de evangelio, en un mundo que parecía irremisiblemente dividido en bloques.
Esa división en bloques favorecía el aumento de los “esclavos-cautivos”: Personas de un bloque que quedaban apresadas (cautivadas) en el otro. Hoy, a comienzos del siglo XXI sabemos también que ha fracasado una cultura cristiana dominante. La Iglesia no ha logrado extender su dominio sobre el mundo, surgen bloques y grupos (mundos) distintos, con formas nuevas de esclavitud y cautividad. Hay que encontrar nuevas formas de presencia y redención.
2. Crisis del feudalismo imperial y eclesial, fin de un tipo de estructura jerárquica de la sociedad, donde el hombre aparecía básicamente como siervo, dentro de una estructura de obediencia al Señor Dios y al señor político. El concordato de Worms (1122) había sellado el pacto feudal, entre una Europa Cristiana Política (dominada por el emperador) y una Europa Cristiana Eclesial, dominada por el Papa. Pero ese pacto había llegado ya casi tarde, pues habían empezado a surgir y crecían nuevos poderes vinculados a las ciudades y al comercio.
También hoy, a comienzos del siglo XXI está en crisis un modelo de sociedad “imperial” fundada en el poder de las grandes potencias militares. Están surgiendo nuevos centros y conciencias de presencia humana y de transformación social, como sucedía en tiempos de Pedro Nolasco, entre el siglo XII y XIII. Hay que crear nuevas formas de redención frente al nuevo “imperialismo” que expulsa y esclaviza, nuevos tipos de autonomía personal y libertad.
3. Nueva experiencia de libertad, la Europa de las ciudades. El mundo greco-romano había empezado a ser ya un mundo de ciudades, con un entorno de campo. Pero tras la caída del imperio romano parecía haber vuelto a dominar el campo, en manos de señores “feudales”. Pues bien, tras casi mil años de dominio del campo vuelve a nacer la Europa de las ciudades… Cesa el predominio de los señores feudales y de los monasterios entendidos también como “feudos” religiosos. Surge una experiencia nueva de ciudadanos libres, vinculados a su propio trabajo...
En ese contexto, el poder va pasando del campo (en manos de señores feudales) al dinero, que es el nuevo poder que domina sobre todos, en la línea de la Mamona que Jesús condenado. El tema era (y sigue siendo) como convertir el dinero (principio de nuevo esclavizamiento) en poder de libertad: Un dinero para relacionarse en igualdad, para liberar a los oprimidos y cautivos. Ése será el ideal de Pedro Nolasco y de sus hermanos de la Merced, es decir, de la Redención.
4. La Europa de los comerciantes. Ciertamente, siguen y seguirán siendo importantes reyes y papas (poder político y religioso), pero se alza una nueva clase de “comerciantes” que son mercaderes del dinero. En esos años se “liberaliza” en Europa la usura (es decir: el dinero a interés, dinero que produce dinero), de manera que el principio de la riqueza no es ya el campo feudal, sino un tipo de comercio. Europa (y el mundo Mediterráneo) se está convirtiendo en un Mercado, con todos los riesgos y posibilidades que ello implica.
En este contexto, Nolasco y sus hermanos de Merced querrán ser “mercaderes de libertad”, es decir, personas que ponen el dinero al servicio de la liberación de unos y de otros: Mercado para conseguir más libertad. Frente al principio opuesto del interés-mercado que consigue con el dinero más dinero (y esclaviza a los hombre, empleando para ellos unos medios de rapiña-piratería-corso), Nolasco y sus frailes quieren “invertir” el principio esclavizante del dinero, para convertirlo en principio de libertad.
5. Tiempo de Iglesia. Inocencio III (1198-1216). El cambio de siglo fue un tiempo de crisis y reestructuración del Papado, que quiso elevarse como poder espiritual y social supremo de la nueva cristiandad, culminando la reforma de Gregorio VII (1073-1085). Ciertamente el Papa sigue presentándose como servidor de los pobres, pero quiere actuar también (y sobre todo) como Potestad Suprema, capaz de organizar y examinar (Inquisición) el orden de la sociedad sagrada. Estos son algunos de los gestos más significativos (e inmensamente ambiguos) de Inocencio III
a. El primer gesto fue confirmar su poder (cf. Apostolicae Sedis primatus, 1199, Denz. H. 775), afirmando que el Papa, como Vicario de Cristo, ha recibido la potestad de Dios y que ella se extiende al «universo entero» (universum orbem). En principio, el Papa quiere ser el signo supremo de Dios sobre la humanidad.
b. Inocencio III quiso organizar la Cruzada contras los musulmanes, pero ya no se dirigió directamente contra ellos sino contra los Bizantinos, de forma que los cruzados, dirigidos por Venecia, la ciudad comercial “católica” conquistaron Constantinopla el año 1204, imponiendo en ella el “orden latino”, con inmenso escándalo.
c. Inocencio III fue el papa de Cruzada contra los albigenses (1004 ss), el Papa del concilio IV de Letrán, con la condena “teológica” y social de los albigenses y cátaros…
d. Pero Inocencio III fue también el papa de Francisco de Asís cuya Regla aprueba (año 1209)… y es el papa que aprueba la regla y obra de los Frailes de la “Casa de la Trinidad y de la Redención de Cautivos”, al servicio de una cruzada no militar de libertad…, es el Papa en cuyo tiempo comienza la obra de Merced de Pedro Nolasco
2. CINCO LÍNEAS DE TEOLOGÍA Y DE IGLESIA
En este contexto quiero poner de relieve algunos impulsos que están en la base de lo que será el gran impulso de finales del siglo XII y principios del XIII.
1. Dios es comunión: Ricardo de San Víctor († 1173). A lo largo del siglo XII, los “canónigos regulares” de la Abadía de San Víctor de París (los victorinos), extendidos por toda Europa, habían buscado un “monaquismo” más vinculado a las ciudades y más fraterno (sin las estructuras feudales de cierto estilo de vida benedictino). A su juicio, siguiendo una experiencia fundada en San Agustín (cuya “regla” profesan), Dios no es Poder Jerárquico, sino comunión de personas (amante, amado, amor mutuo). La fe en Dios se expresa, según eso, en la comunión-comunicación libre entre todos los hombres, es decir, en el amor que liberas. Así lo ratifica, sobre todo, el hermano Ricardo de San Víctor, en su famoso tratado Sobre la Trinidad.
Estos “hermanos del dios Trinidad” influyeron de un modo decisivo en la vida y obra de San Juan de Mata (1150-1213), especialmente por su visión de la Trinidad como experiencia de comunión libre amorosa de personas. Este ideal trinitario de amor inter-personal (no intrapersonal), en una línea iniciada por san Agustín, pero no desarrollada después en la teología y en la vida de la Iglesia (donde triunfó una visión más jerárquica de la Trinidad) ofreció el “espacio” espiritual en el que podía surgir la experiencia de Juan de Mata y de sus comunidades trinitarias (y mercedarias).La fe en Dios (el Dios cristiano) debía expresarse en forma de comunión libre (liberada) de personas.
2. Dios es libertad. El Abad Joaquín de Fiore (1135-1202) había sido un monje reformador que, hablando de la Trinidad y comentando el Apocalipsis, había anunciado la llegada de un tiempo nuevo (del Espíritu Santo), liberado de la imposición política de nobles y jerarcas. Había pasado el tiempo del Padre (AT, minoría de edad de los hombres), el tiempo del Hijo “jerárquico”, como Pantócrator impuesto con autoridad desde arriba. Había llegado la Edad del Espíritu Santo, es decir, de la libertad. Esta visión entusiasmó a muchos, pues exigía una reforma radical de la Iglesia, y quizá por eso fue rechazada, al menos en principio, en el Concilio IV de Letrán (1215). Al condenar su doctrina trinitaria (y su visión de un tiempo nuevo del Espíritu), el concilio confirma la nueva estructura del poder eclesial ratificada por Inocencio III (cap. 2; Denz-H. 803-808).
Al final del siglo XII y comienzos del siglo XIII se encenderá la luz de una visión liberadora de Dios, que tenía sus riesgos, pero que era profundamente cristiana… Una visión de Dios que sigue pendiente en nuestro tiempo, tras ocho siglos: Decir Dios es “decir libertad”. El Espíritu de Dios es la libertad, no sólo en un plano externo, sino en un plano social. En este contexto nacerán las nuevas órdenes redentoras, como la de la Trinidad y la de la Merced, portadoras de un ideal “escatológico” de libertad, expresado en la imagen de San Pedro Nolasco viendo la nueva Jerusalén.
3. Mística y piedad mariana, el camino de san Bernardo (1090-1153). Estrictamente hablando, Bernardo pertenece al momento anterior, vinculado a las cruzadas, pues es inspirador de “caballeros” militantes (soldados y monjes) al servicio de la liberación cristiana del mundo. Él es el inspirador y creador de la Regla de los Caballeros templarios. Pero, al mismo tiempo, por una paradoja que parece esencial a la vida, Bernardo fue uno de los inspiradores de la gran Devoción Mariana que emerge en este tiempo, unida a la devoción trinitaria.
En esa línea, los redentores de San Juan de Mata seguirán más una mística trinitaria (más teológica, más de clérigos). Por el contrario, los comerciantes redentores de San Pedro Nolasco se sentirán más vinculados al icono y signo de María de la Merced, madre de cautivos, signo de vinculación de todos los hombres. El aspecto mariano entra así en el ideal de los redentores, pero en forma militar, sino de servicio liberador. María (madre de Jesús) aparece ante Pedro Nolasco como “madre de los cautivos”. Lógicamente, en su famosa visión-inspiración del año 1193, Juan de Mata verá a la “Trinidad” representada en el Cristo que da la mano al cautivo cristiano y al musulmán, para liberarlos. Por su parte, en la famosa “visión-inspiración” del año 1218 (tras haber trabajo 15 años al servicio de la liberación de los cautivos), Pedro Nolasco verá a la Madre de Jesús que le dice que sus hijos están cautivos.
4. Francisco de Asís (1191-1226), el camino de la fraternidad y pobreza. Es el santo “clave” de ese momento, entre el siglo XII y el XIII. Él es el que “marca” de un modo esencial la espiritualidad de su tiempo, de manera que hoy (ocho siglo después) el Papa Francisco ha querido tomarle como modelo y referencia de su “cambio” eclesial. El P. F. Zúmel, el mayor teólogo de la Merced, en el siglo XVI quiso situar también la obra de la Merced a la luz de la gran “reforma” de Francisco (y de Domingo). La de Francisco tiene dos rasgos básicos: a. La fraternidad, vinculada a la minoridad, es decir, la superación de las estructuras de poder, desde abajo, no por imposición superior. b. La pobreza, vinculada al rechazo del feudalismo y de la nueva burguesía económica, con el surgimiento de unas comunidades fraternas, de encuentro directo entre personas.
En ese contexto, para Francisco ese esencial la superación del espíritu de cruzada, como muestra su famoso encuentro con el Sultán de Egipto, que se produce probablemente el año 1219 (en una tregua de la quinta cruzada 1217-1221). Ese encuentro marca el “respeto” de Francisco antes los musulmanes, y también el sentido de fondo del “fracaso” de las cruzadas, con la necesidad de establecer un nuevo tipo de contacto entre los cristianos y los musulmanes (en la línea abierta por los trinitarios, desde el año 1198, en la línea que han asumido ya Pedro Nolasco y sus hermanos de Merced desde el año 1203, que es el año de la primera redención). En ese sentido, la obra de Pedro Nolasco (con sus frailes de Merced) y la de Francisco (con sus hermanos menores, testigos no violentos de Jesús, desde la pobreza) son complementarias.
5. Santo Domingo de Guzmán (1170-1221), el camino de la palabra. La obra de Domingo resulta complementaria de la de Francisco (y de la de Juan de Mata y Pedro Nolasco). Domingo asume el camino “fraterno” de la Palabra, desde el nuevo contexto social y político que surge con el fracaso de las cruzadas (y del orden feudal) y con el surgimiento del orden de las ciudades. La tradición le vincula a la crisis albigense, con la predicación de la gran cruzada militar contra los “herejes”. En ese contexto, él será portador de una palabra de “verdad”, desde abajo, desde la pobreza, sin apelar a las armas.
Domingo será el inspirador supremo de una nueva forma de vida religiosa, conforme a la Regla de San Agustín, en fraternidad e igualdad, en profunda democracia interna. Ciertamente, él y sus frailes admiten la iglesia jerárquica que había de hecho (como lo hace Francisco, Juan de Mata y Pedro Nolasco…), pero en el fondo de su visión y de su intento está el deseo de crear una Iglesia ras de tierra, es decir, a ras de gente, en pobreza (¡mendicantes!), al servicio de la palabra compartida, una palabra que puede vincular a todos en fraternidad, no sólo dentro de la Iglesia, sino fuera de ella. Esta confianza en la palabra razonada y testimoniada será clave para el surgimiento de la nueva iglesia. En este contexto se situarán los Frailes de la Merced que, quizá después de la muerte de Pedro Nolasco, admiten en su vida muchos elementos de la inspiración fraterna de Domingo de Guzmán.
Entre mi bibliografía sobre el tema, cf.
‒ San Pedro Nolasco, vida y carisma, Roma 1985
‒ San Pedro Nolasco en las Constituciones de la Merced, Analecta Mercedaria (=AM) 4 (1985) 209-326; ‒ Pedro Nolasco, Libertador (Testemunho evangelico en favor dos cativos), Loyola, Sao Paulo 1985
‒ Camino de liberación. El modelo mercedario, Verbo Divino, Estella 1987
((Final: Acabo aquí, sin acabar, felicitando a mis hermanos de la Merced, en el día de Pedro Nolasco. Si Dios quisiera, y si hay hermanos/as y amigos/as mercedarios/as de Orden y/o de corazón que así lo quieren, seguiré reflexionando en próximos días sobre el tema. Así termino, pues, diciendo:
Seguirá)