Del Papa joven (1945) a los jóvenes cristianos de la JMJ (2011)

En las tres aportaciones anteriores he destacado, con notas personales tomadas de mis conversaciones con F. Sobotta, algunos rasgos de la juventud del Joseph Ratzinger. Como los lectores de mi blog habrán podido advertir, fue una juventud heroica y distinta, marcada por la gran crisis alemana, con la subida al poder de los nazis (1933) y la Guerra Mundial (1939-1945), en cuyo final tuvo que participar a la fuerza J. Ratzinger, siendo por familia y por opción personal anti-nazi. El Papa vivió, según eso, una juventud durísima, marcada de forma personal, por una de las conmociones más espantosas de la historia humana, a las que él respondió de un modo ejemplar, optando por el estudio de la teología y por la ordenación como presbítero.

Pues bien, tras casi setenta años, el Papa Ratzinger (Benedicto XVI) convoca en Madrid a los jóvenes de un tiempo radicalmente distinto, definido por el progreso de algunos y por el hambre de otros, en medio de una crisis económica sin precedentes, que está barriendo el antiguo concepto de las naciones (como la Alemania Nazi), y por una crisis espiritual todavía más grandes que está haciendo que una parte considerable de los jóvenes de Europa Occidental parezcan alejarse de la Iglesia Católica.


En este contexto, los jóvenes de la JMJ 2011, que han venido a Madrid a participar en la “fiesta” del Papa, representan una buena parte de la juventud católica mundial, pero no toda, pues son muchos los jóvenes que no se sienten convocados por esta Iglesia. No son todos (hay jóvenes muy cristianos y católicos que no asisten a una fiesta como ésta), pero son muchos, y su palabra puede ser muy significativa para el Papa y para los organismos rectores de la Iglesia Católica... Son jóvenes que creen en el Evangelio, y el Evangelio puede transformarles, por encima de los aspectos más externos (folklóricos, lúdicos, propagandísticos…) de la JMJ.

No quiero recoger aquí lo que dirá el Papa (aparecerá en los medios, con profusión), aunque será, sin duda, muy importante, sino aquello que, a mi juicio, podrían decirle (y decirnos) muchos jóvenes cristianos que conozco, algunos que han ido a la JMJ, otros que no han ido.

Introducción

Lo primero que los jóvenes cristianos pueden decir al Papa es que están contentos de ser cristianos y de que haya una Iglesia que les acoja y represente. Le dirán después que han venido a compartir con él la fiesta de Jesús (la Eucaristía), añadiendo que quieren vivir según el evangelio, en unidad con toda la Iglesia.

Dicho eso, con todo respeto, pienso que muchos jóvenes pueden decirle que están contentos con la Iglesia, pero que piensan que son necesarios muchos cambios, para que ella pueda convertirse en la nueva ciudad de puertas abiertas que vio en "sueño" el profeta del Apocalipsis (Ap 21-22). Hay jóvenes que buscan la seguridad de una Iglesia fuerte, sin cambios, que resuelva todos sus problemas, pero otros muchos quieren renovar esta Iglesia, para que sea de nuevo lo que siempre ha querido ser: Un hogar de vida para todos los que buscan a Jesús. Por eso, lo más importante no será aquello que el Papa diga a los jóvenes, sino aquello que los jóvenes dirán en el fondo al Papa y al conjunto de la Iglesia, desde su nueva percepción de la sociedad y del evangelio.

Estos jóvenes no quieren romperlo todo, para que llegue el caos (no se trata de quebrar la caña vacilante o de apagar la mecha ya debilitada: cf. Mt 12, 20), sino fortalecer las cañas vacilantes y encender las mechas humeantes, mil fuegos de vida, para que todos los hombres y mujeres puedan caminar con más firmeza, iluminados por el evangelio, este año de tarea y gracia (2011), que no es ya el 1945, cuando acabó la Guerra Mundial, en la que tuvo que "servir" en contra de su conciencia el joven J. Ratzinger.

Son jóvenes que pueden parecer, en un sentido, algo reaccionarios (como algunos dicen que son los grupos de los que provienen), pero un elemento de reacción puede ser bueno, por fidelidad a la historia antigua y por contraste actual... De todas formas, más que reaccionarios, ellos quieren ser "evangélicos", buscando la raíz del mensaje de Jesús, en el tórrido verano de la JMJ 2011. No les importa mucho quién dirige la JMJ en plano externo, ni qué fines particulares puede tener.

La mayoría de estos jóvenes vienen (los he visto) para decir que son fieles al evangelio, y eso es algo que marca su vida, que puede transformarles, en línea de Jesús. Éstos son algunos de los rasgos de la palabra que los jóvenes pueden dirigir al Papa:


1. Partir de lo que existe. Experiencia de Reino

Algunos jóvenes sienten prisa y rabia ante un tipo de Iglesia actual: Les gustaría que llegaran nuevos romanos imperiales (como el 70 EC) para destruir un tipo externo de templo, como el de Jerusalén. Otros sostienen es tiempo apocalíptico: acaba la iglesia, termina el cristianismo, pero acaba también la vida sobre el mundo.

En contra de eso, muchos jóvenes piensan que las cosas tienen un sentido y que es mejor apoyarse en lo que existe, pues mucho de ello es bueno: fruto de un largo proceso de fe y sufrimiento, camino esperanzadamente abierto. Lo que a veces parece simple iglesia en ruinas (visión de Francisco de Asís) contiene elementos que deben aprovecharse y restaurarse, según el ejemplo de aquel que no quiso quebrar la caña cascada, ni apagar la mecha humeante (cf. Mt 12, 20).

Aquí debe aplicarse la paciencia histórica, hecha de ternura ante lo que parecen ruinas. Son necesarios muchos cambios en la Iglesia, pero lo que más importa en ella es la fe en Jesús, la experiencia del Reino de Dios. La situación actual del mundo es, en un sentido, mejor que la del año 1945 (cuando medio mundo estaba en ruinas), pero en otro sentido es peor: Parece que el hambre avanza, que los pobres corren el riesgo de derrumbarse bajo el peso de grandes deudas. Pues bien, en ese contexto, muchos jóvenes apelan a la fuerza de esperanza del Evangelio: llega el Reino de Dios.

2. Fin de un tipo de Iglesia

Desde hace siglos se viene hablando de una reforma "in capite et in membris" (de Roma y del conjunto de la cristiandad). Pues bien, en contra de lo que podía pasar en otro tiempo, muchos jóvenes católicos de hoy sienten gran ternura no sólo por Roma (su historia y arte), sino también por la función de la Iglesia Romana (el Papa, el Vaticano), aunque piensan que su estructura externa puede y debe cambiar. Muchos jóvenes ya no entienden la autoridad y sentido de unos monseñores o nuncios (arzobispos, obispos), que siguen en el Vaticano sin función pastoral directa, sin contacto con el mundo.

Ciertamente, muchos jóvenes aman a la Iglesia, pero la imagen de una Curia vaticana formada sólo por obispos varones, le parece ya menos conforme al evangelio. No es que quieran reformas externar, violentas, pero les gustaría que algo cambiara en la Iglesia.

Los chicos y las chicas que se reúnen en Madrid ya no entienden la división de funciones por sexo en la Iglesia. Por eso, muchos de ellos van en contra del riesgo de identificar el Reino de Jesús con un sistema sacral dirigido sólo por varones… y que, además, parece un podo separado del mundo.

El ministro del evangelio es, por definición, un hombre o mujer que llega de modo directo a los excluidos del sistema y crea comunión directa entre los fieles. Eso es difícil de entenderse y cumplirse del todo en la actual Curia Vaticana, donde parece que la burocracia, en línea de sistema, se sitúa por encima de la libertad y comunión personal del evangelio.

3. En favor de Pedro (=Papa).

A pesar de los anterior, los jóvenes de Madrid aman al Papa, obispo de Roma, porque e para ellos un signo del evangelio, es decir, de la presencia de Jesús. Ciertamente, la mayoría no conocen los entresijos de la historia de la Iglesia, con los diversos momentos de “ascenso” del poder del Papa, pero saben que los papas han realizado de hecho una función de pacto y unidad, al servicio del conjunto de la Iglesia.

A los jóvenes no les importa Curia Vaticana, ni el modo de gobierno de la Iglesia, pero se sienten cerca del Obispo de Roma (que es actualmente el Papa Benedicto XVI), con una tarea básica de guiar y animar a su comunidad, en diálogo con las restantes iglesias, tomando como referencia especial a Pedro, signo de unidad en el conjunto del Nuevo Testamento.

Estos jóvenes de Madrid 2011 son en su mayoría “tradicionales” (vienes de grupos cristianos conocidos por su fidelidad al Vaticano), pero, en conjunto, ellos están dispuestos a realizar las reformas necesarias de la Iglesia, siempre que se presenten de un modo respetuoso, desde el mismo Papa. Ellos están dispuestos a crear un modelo distinto de unidad en comunión, donde el Papa sea signo personal de la comunión dialogal entre una iglesias hermanas y autónomas, dentro de un mundo unificado en un nivel humano (espiritual) por el Evangelio.

Estos jóvenes con el Papa en el Madrid 2011 no son meros receptores pasivos de un orden sagrado impuesto desde fuera, sino que son protagonistas de la misión del evangelio, en una línea de comunión aún no explorada por el conjunto de la Iglesia católica. Ellos están dispuestos a decir su palabra de recuerdo, de impulso en caridad y de concordia en la fe el obispo de Roma, pero con gran libertad cristiana. Por eso se pronuncian a favor del Papa, a quien vienen a escuchar… pero a quien quisiera decir también su palabra.

4. Sin necesidad de “protectores”, responsables de su fe

Muchos dicen que estos jóvenes de Madrid 2011 tienen necesidad de ser dirigidos y que, por eso, han entrado en instituciones organizadas desde arriba (Comunidades Neoatecumenales y semejantes). Ciertamente, en un sentido, parece que es así. Hemos vivido por siglos en estado de cristianismo protegido, bajo autoridad de personas especializadas (sacerdotes) que nos han guiado, como a menores de edad, diciéndonos lo que podemos y debemos hacer. Los jerarcas ha sido así como madre, que engendra a sus hijos menores, maestra, que enseña a los ignorantes; ellos nos han ofrecido su doctrina, fijadas en línea fe (dogmas) o de acción (sacramentos), como si sólo tuviéramos obligación de "escuchar a los doctores", dejándonos guiar por su magisterio, ministerio y sacerdocio.

Pues bien, esa actitud no es cierta, por lo que puedo saber. Los jóvenes de Madrid 2011 buscan un tipo de seguridad en la fe, pero siguen siendo independientes y creadores, de manera que no necesitan “protectores” externos, a no ser el impulso de fe de Jesús. Esa actitud de protectorado bondadoso no responde al estilo de Jesús, que no fijó conclusiones, sino que abrió caminos, para que pudiera recorrerlos cada uno (cada iglesia) de manera autónoma: por eso habló en parábolas, dejando a los demás en libertad para pensar y decidirse; trató como a maduros a todos los que estaban a su lado.

Como he dicho, cierta iglesia posterior ha querido guiar a los creyentes como a niños, nombrándoles sin más obispos y pastores y diciéndonos aquello que deben creer, en contra de la buena pedagogía, que no resuelve a los alumnos los problemas desde fuera, sino que les anima a buscar y recorrer de un modo personal su propio camino, aunque sea con equivocaciones. Pues bien, estos jóvenes que vienen a ver el Papa no vienen a obedecer sin más (a esperar que les digan lo que tienen que hacer), sino que traen en el fondo de su vida y deseo de decir, de iniciar caminos nuevos de evangelio, aunque algunos obispos quizá no lo adviertan.

5. Creatividad comunitaria.

Ciertamente, la iglesia es lugar donde nacemos a la fe y aprendemos a vivir; pero sobre todo es casa donde compartimos el pan y dialogamos, como hermanos-hermanas y madres (cf. Mc 3, 31-25), en madurez humana y búsqueda comunitaria. Este ha sido y será un camino difícil. Sin duda, ella ha dejado resquicios de autonomía creadora, que han explorado genialmente los grandes místicos como Juan de la Cruz, que muchas veces han debido exilarse interiormente para expresar sus experiencias; pero en general ella se ha portado a veces como una institución obsesionada por la seguridad y control de sus fieles. Dice que es casa de todos, pero los jerarcas monopolizan su palabra, presentándose como Magisterio sagrado, que todos los demás han de acoger con reverencia.

Esta Iglesia de Benedicto XVI es una institución venerable, que acoge a muchos pobres y ofrece espacio de amor para millones de personas, pero tiene miedo de la creatividad comunitaria y del diálogo leal entre los fieles. Pues bien, estoy convencido de que la mayoría de los jóvenes del JMJ 2011 están comprometidos a cambiarla, por amor al evangelio. No se trata de dejar a los creyentes solos, cada uno ante su Biblia, como han hecho algunos grupos protestantes, sino de potenciar comunidades, capaces de explorar y tantear, de crear y ofrecer caminos de evangelio (en libertad y comunión), en este tiempo nuevo en que la mayoría parecemos amenazados por el sistema. Estos jóvenes del JMJ 2011 han de ser los nuevos “protestantes”, pero no para separarse de la Iglesia de Roma, sino para transformarla desde dentro.

El evangelio es camino que nadie puede recorrer por los demás; así nadie puede dar a los jóvenes unas soluciones hechas, sino que debe ofrecerles un camino, para que ellos mismos lo exploren, según el estilo de Jesús, estando dispuestos a encontrar nuevas fuerzas e impulsos nuevos. Benedicto XVI pertenece a la generación de los que salieron de la Guerra Mundial (del 1939-1945). Los jóvenes de la JMJ 2011 pertenecen a una nueva generación que, aunque alguno no lo adviertan, está dispuesta a recrear la Iglesia.

6. Hogar contemplativo.

Muchos de los que hoy somos adultos hemos recorrido un camino de compromiso que ha venido marcado, en los años setenta y ochenta del siglo XX, por la teología de la liberación. Lo que entonces sentimos y dijimos continúa siendo válido. Muchos de los jóvenes del JMJ 2011 no saben lo que ha sido la teología de la liberación, pero lo llevan en sus “genes de evangelio”. Pero al mismo tiempo, con la exigencia de una transformación social nueva (los problemas siguen, el cambio es necesario) y, sobre todo, con una más honda experiencia de Jesús, muchos de ellos quieren destacar el aspecto contemplativa de la iglesia, que es hogar de misterio, casa donde se comparte el pan de la plena humanidad, especialmente la palabra que brota de la boca de Dios (cf. Mt 4, 4), en un camino donde pueden destacarse tres palabras:

a. Libertad. Los jóvenes quieren que la contemplación sea expresión de la más honda autonomía, sin imposición de varones sobre mujeres (o viceversa), asumiendo y recreando las formas tradiciones de contemplación, de manera que sean los mismos contemplativos quienes busquen y exploren su camino.

b. Eclesialidad. Gran parte de los jóvenes quieren que la contemplación sea un aspecto central de la vida cristiana, de manera que haya lugares y momentos donde creyentes puedan reunirse para compartir la experiencia de fe, en silencio o cantando, durante un tiempo pequeño o para siempre, ofreciendo al conjunto de la iglesia el testimonio de la experiencia fundante de Cristo.

3. Encarnación. Pero, al mismo tiempo, los jóvenes de JMJ 2011 han de encarnarse en el mundo real, lleno de conflictos, de amenazas, de riesgos de hambres… Por eso, su contemplación cristiana ha de llevarles a ofrecer su testimonio en los lugares donde el ser humano está más estropeado, es decir entre los excluidos del sistema, en gesto de plena gratuidad. Quizá los mayores no tengan (no tengamos) respuesta… pero los jóvenes han de tenerla. Posiblemente, los mayores (los de la generación de la post-guerra del 1939-1945) no tengamos ya reflejos para responder a los problemas actuales, pero estoy convencido de que estos jóvenes del JMJ 2011 han de encontrarlos.

7. Libertad creadora: ¡viene el reino!

La iglesia habla de libertad y reino, pero da la impresión de que muchos han dejado de creer. Unos suponen que el ciclo cristiano termina: esto se acaba, resistimos un tiempo, mantenemos algunas estructuras, luego Dios dirá; somos los últimos de una larga historia, de mil años de tradición cristiana occidental. Otros tienen miedo y defienden el sistema: se creen llamados a mantener el orden y guardas las estructuras, en plano de dogma y disciplina, como si Cristo les necesitara para mantener la iglesia; normalmente se fijan en cosas secundarias (hábitos y rezos exteriores, estructuras caducas).

Pues bien, en contra de unos y otros, la mayor parte de los jóvenes del JMJ 2011 saben que éste es un tiempo de bellísimo para sembrar evangelio. No se trata de hacer y programar, en línea de sistema, como si todo dependiera de nosotros, sino de dejar que la Palabra de reino penetre de nuevo en nuestra tierra (Mc 4). Esto es lo que importa: no tener miedo y explorar formas de vida cristiana, desde el evangelio, en comunión cordial con el conjunto de la iglesia, pero sin estar esperando las directrices directas de una jerarquía, que normalmente llega tarde. Se trata de ser iglesia, de acoger la voz del evangelio y de crear vida cristiana.

Estos jóvenes JMJ 2011 no son todos los jóvenes de la Iglesia… y corren quizá el riesgo de estar un poco dirigidos por ciertos grupos de Iglesia. Pero más que de esos grupos ellos son jóvenes de Jesús, jóvenes de Evangelio. Que ellos crean, eso es lo que importa. Que ellos digan al Papa (y a gran parte de la Iglesia jerárquica) que hay un camino de juventud en la línea de Jesús, eso es lo definitivo.

Son jóvenes con el Papa, pero son, sobre todo, jóvenes con Jesús. Que se dejen transformar por el evangelio, eso es lo que importa. Todo lo demás vendrá por añadidura.
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