16.11.25. Pueblo contra pueblo, reino contra reino, pero Dios con todos (Dom 33 TO, Lc 21)

En el hemisferio norte es otoño, la iglesia medita en el fin del mundo. Este es un tema cósmico y ecológico, bíblico, científico, religioso... y seguiré exponiéndolo estos días desde diversas perspectiva, vinculando el Apocalipsis con la historia de las religiones y guerras del mundo.

Pueblo contra pueblo, reino contra reino, pero Dios con todos, no porque "pase", sino porque se encana en la vida de unos y otros, para sufrir y salvar a todos, en soledad y comunión de amor herido.

Este año litúrgicamente nos toca el evangelio de Lucas (Lc 21), que debe vincularse con Mc 13 y Mt 24-26. Los tres  sinópticos exponen los temas de un modo paralelo, desde el recuerdo del mensaje de Jesús, que  aquí voy a condensar.

Apocalipsis - PDF - Editorial Verbo Divino

Texto. Lc 21. Resumen

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: "Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido."

"Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien: "El momento está cerca; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.

Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel… Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

  Principio de los dolores  Muchos vendrán en mi Nombre diciendo ¡Yo soy! y engañarán a muchos Estas palabras nos sitúan ante un escenario de culminación del mundo que no ha sido exclusivo de Jesús, sino de un conjunto de profetas y apocalípticos judíos que nos sitúan ante la certeza (amenaza) del fin de los tiempos desde una perspectiva de enfrentamientos militares, de persecuciones y luchas que anuncian y trazan el fin de este mundo.  

Compartiendo parte de su lenguaje con otros apocalípticos judíos, Jesús vino a situarnos ante el terror de grandes amenazas de guerras, enfrentamientos, engaños de muerte. Su mensaje evoca de un modo especial a personas que dicen Yo Soy (egô eimi), como si fueran representantes de Dios, engañando a muchos y llevando con su vida y doctrina (política, militar, económica…) la muerte sobre el mundo. Pues bien, en contra de esos que dicen “yo soy” como dioses falsos (en contra de Ex 3,16): No les creáis, no les sigáis.  

Formación de calidad sobre el evangelio de Mateo con Xabier Pikaza

Habrá guerras, terremotos, hambre. Confrontación universal. A la advertencia anterior (¡que nadie os engañe…!) sigue otra igualmente importante: ¡No os alarméis! (mê throeisthe), pues esto debe suceder (con dei), como dirá en un contexto semejante, aunque más tardío 2 Tes 2. El egoísmo orgulloso de aquellos que afirmaban yo soy (falsos mesías de quienes se ocupó largamente el historiador  Flavio Josefo) habló en este contexto de una  guerra universal (¡pueblo contra pueblo, reino contra reino..!). De esa forma relaciona Jesús  la violencia mesiánica, propia de los falsos cristos-profetas   con el estallido de las guerras finales, que la tradición apocalíptica judía ha venido poniendo de relieve (en las tradiciones de Henoc o Daniel).

El camino de la paz: Una visión cristiana (Expresar Teológico) : Pikaza ...

Allí donde cada uno defiende con violencia su razón particular emerge la disputa de todos contra todos (¡pueblo contra pueblo...!).Sólo el que entrega la vida por los otros puede afirmar: Aquí estoy para ser  con vosotros. Allí donde alguien dice “yo soy” por encima de los otros, yo puedo, yo y le responden otros, puede estallar la guerra de todos contra todos, de manera que unos y otros quedan condenados a la lucha: viven de muerte, se mantienen combatiendo entre sí, para acabar destruyéndose a sí mismos sin remedio, tal como evoca este pasaje refiriéndose a la guerra judía del 66-70 d.C.

Junto a las guerras, el texto evoca otros males: terremotos en varios lugares, hambres. Jesús sabe que Dios ha creado el mundo con orden y belleza, con lirios del campo, con aves del cielo…, pero allí donde los hombres lo destruyen (se enfrentan entre sí) el orden cósmico puede romperse y todo vuelve al caos del que había provenido (cf. Gén 1, 2). Es como si el mismo mundo perdiera su estabilidad por culpa del pecado de los hombres y se quebrara por dentro (terremotos), negándose a dar fruto (hambre), porque este mundo se encuentra de hecho esclavizado por los hombres, como dirá con enorme lucidez San Pablo en Rom 8.

MAYA E APOCALISSE- L'INCONTRO DELL'INDUISMO E DEL CRISTIANESIMO(1966)

El texto incluye rasgos que hoy podríamos llamar míticos, pues parece vincular las guerras, que provienen del egoísmo humano, con los terremotos (cuyo origen no depende de los hombres) y con hambrunas (que pueden nacer del egoísmo, pero también de otras causas cósmicas: Sequías, terremoros, diluvios…). Esa vinculación directa había sido de hecho superada por Gen 8, 21-22, pero Jesús (al menos, según Lc 13, 4) que entre el terror cósmico y los terrores humanos de muerte hay una profunda relación.

 Jesús  sabe que, en un plano, la suerte humana de sus seguidores será la derrota o muerte (como en su  propio caso), no su triunfo externo, de manera que él no espera ni busca una implantación política o social del Reino de Dios a la fuerza, con violencia… Pues bien, en medio de esa lucha y opresión Jesús sabe y dice que el  la buena nueva de la vida en concordia y esperabza se seguirá anunciando y propagando  «El evangelio debe ser proclamado primero en (a) todas gentes».

 Antes de que todo acabe, y que el rechazo llegue a su fin (prôton), el evangelio “debe” ser anunciado al conjunto de los pueblos, no “a pesar”, sino “a través” de la persecución.  Así cumplió Jesús su tarea de Reino, de manera que su muerte no fue impedimento para ello, sino ratificación de que el mensaje había culminado. De un modo semejante, los mensajeros de Jesús deberán proclamar su evangelio en todo el mundo, antes de que todo acabe, pues Dios no puede dejar desamparados a los hombres.

− Prôton: Antes que la violencia destructora se extienda totalmente y llegue el fin del tiempo, ha de anunciarse por doquier el evangelio. Eso significa que las persecuciones, opresiones amenazas de muerte no pueden acallar la “palabra”, sino que la extienden y despliegan con más fuerza. Los evangelios  ha utilizado varias veces ese término (prôton, primero): Antes de que llegue la destrucción ecológica, militar, genética o “astral” de este mundo, Jesús sabe y dice en este mensaje que el evangelio debe proclamarse no sólo en Israel, sino en todas las gentes, antes del fin de las persecuciones.

Dei: debe, en sentido apocalíptico.   Esta palabra no indica una obligación moral (en el sentido del tú debes kantiano), ni una exigencia legal (como el Decálogo), sino el Designio del Evangelio, que se expresa como voluntad universal de salvación. Ésta es la “profecía” principal del evangelio de Marcos, una profecía que aparece como ampliación y despliegue de los anuncios de entrega de Jesús (que aparecen por ejemplo en Mc 8, 31; 9, 11, y han sido reproducidos por Mateo y Lucas

− El evangelio (debe) ser proclamado (kêrykhthênaito euangelion) a todas las gentes. No se dice quien proclama este evangelio (las mujeres de la tumba vacía, los Doce, otros apóstoles como Pablo, los grandes misioneros y reformadores cristianos, sino que “será proclamado” (con pasivo divino, como indicando que es Dios quien actúa), cumpliendo y ampliando lo que Jesús empezó en Galilea. Ésta es la certeza de Jesús y de todos los evangelistas cristianos que habrá dificultades, guerras, violencia, persecuciones y desastres cósmicos… pero que en medio de todo eso se podrá anunciar y se anunciará con la vida de los creyentes el evangelio. En ese contexto ha situado la tradición de los evangelios algunos datos significativos

 -Llegará la Abominación de la desolación (Mc 13, 14-23), esto es, la gran maldad, Marcos recoge aquí una imagen judía de gran perversión, simbolizada por la profanación del templo de Jerusalén (cf. Dan 11,31; 12, 11, y 1 Macab 1,54) y la persecución de los pobres, los humillados, extranjeros, huérfanos y viudas.y la transfiere a la visión cristiana del cumplimiento del mensaje de Jesús. En el nuevo contexto de Marcos, esta abominación desoladora se produce en la “persecución” final contra los cristianos, es decir, contra los pobres de Jesús.

     Jesús sigue diciendo “no os defendáis con armas”, no matéis a quieren mataros, responded al mal con bendiciones: Amad a los que os odian, perdonad a los que os ofenden (Lc 6)- Estas palabras han de entenderse en sentido simbólico y real    desde el contexto de la crisis (gran guerra judeo-romana) de los años 67-70. Se trató de una guerra concreta y millones de judíos, cristianos y romanos pensaron que entonces (en torno al año 70) llegaría el fin del mundo (como en otra línea siguió diciendo el Apocalipsis de Juan).

Pues bien, el fin no llegó externamente en aquella durísima guerra, en la que fue destruido el templo de Jerusalén y murió casi la mitad de la población judía de  Palestina. Lo que entonces pasó fue y sigue siendo una señal no sólo para los judíos y cristianos posteriores, sino para todos los hombres y mujeres de la tierra, hasta nuestro tiempo (año 2025), tiempo de guerra en Gaza y Cisjordania.

  El texto en sí es simbólico, y así, en sentido simbólico, puede y debe interpretarse, sin olvidar las claves científicas, históricas, ecológicas, apocalípticas que estaban y siguen estando en su fondo, como ha puesto de relieve el redactor (autor) del del evangelio de (quien lea entienda: Mc 13, 14 ho anagignô akônoeitô).  Desde ese fondo reinterpreta el evangelio de Lucas con el libro de los Hechos las persecuciones de la iglesia primitiva, que fueron germen de evangelio, signo de la venida del Hijo del hombre, es decir de la nueva humanidad reconciliada.

(a. Tiempo) 24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor; 25 las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestes se tambalearán;

(c. Hijo del hombre) 26 y entonces verán al Hijo del humano viniendo en nubes con gran poder y gloria. 27 Y entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra al extremo del cielo (Mc 13, 24-27).

             Significativamente, este Hijo de Hombre viene “después de aquella tribulación”, de manera que no tiene que combatir directamente contra el Anticristo, contra el Diablo y la muerte ecológica del mundo (o contra alguna otra figura de destrucción). Este Hijo de Hombre no tiene poderes guerreros, ni vence luchando a sus enemigos. Por eso, su venida no puede entenderse en forma de violencia militar, como resultado de algún tipo de guerra, sino como triunfo de la gracia sobre la violencia. Éste es el centro de la “tapocalíptica” cristiana, la defensa de Dios, la manifestación suprema de su poder y gloria, como salvación de los elegidos.

El sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor;

las estrellas caerán y las fuerzas celestes trepidarán

            Estas palabras se pueden entender como como des-astre, destrucción del orden astral donde se sustenta (o refleja) la vida de la tierra y la historia de los hombres. Como decía  Gen 1-11en el centro de la Semana creadora, Dios ha fijado el orden de la bóveda celeste, con el sol, luna y estrellas, por “encima” de la tierra, para iluminarla y hacer así posible que exista vida en ella. Por eso, el fin de la historia actual (de las semanas y semanas de generaciones de la humanidad) viene marcado con la destrucción de ese orden, es decir, con el gran des-astre cósmico vinculado a la maldad de la maldad… Pues bien, por encima de esa maldad se manifestará la gloria y el amor de Dios en Cristo, ofrecido a todos los hombres, pues todos están llamados a la muerte, como hijos de Adán, pero llamados y vivificados por Cristo (1 Cor 15 25)… y así  

Verán al Hijo de hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria. Este pasaje es una cita de Dan 7, 13-14, pero ahora ya no es sólo el profeta el que “ve” al Hijo de Hombre, sino que le verán (opsontai) un grupo abierto de personas, que son todos los hombres y mujeres de la historia final (y quizá, de un modo más preciso, con aquellos que han perseguido a los cristianos). No se dice más, simplemente que “le verán”, en medio de la gran noche (pues sol y luna se han oscurecido y los astros han caído). Eso significa que él viene como gran luz, nuevo “cielo de Dios”, realizando de manera más alta (salvadora) la función que antes realizaban sol y luna.

- Este Hijo de Hombre aparecerá así como Luz Salvadora de Dios, con gran “poder y gloria” (meta dynameôs pollês kai doxês), como revelación visible del Dios invisible. Marcos sabe, como buen judío, que Dios es invisible (en la línea de lo que dirá Jn 1, 18), pero sabe también que Jesús (Hijo del hombre) es la luz de la revelación de Dios, que se mostrará gloriosa tras el fin de este tiempo (este sol y esta luna), como principio y centro de un mundo nuevo, reelaborando desde Cristo y desde los perseguidos de la historia el tema de fondo de Dan 7.

Este Hijo de Hombre no es guerrero, distinguiéndose así de otras figuras en parte paralelas, como la del Hombre (ipse homo) de4 Esdras, un libro de gran densidad teológica, escrito tras la caída de Jerusalén (tras el 70 d.C.) por un judío (no cristiano) de tendencia apocalíptica, aunque conservado y editado por cristianos (incluso en la Vulgata). Según 4 Esdras, el vidente mira y descubre en las nubes del cielo a un Hombre que lucha contra sus enemigos, a los que vence, con el fuego que sale de su boca, para reunir después, en torno a sí, a una multitud pacífica que le sigue (4 Es 13, 1-12)[1]. En esa línea,mmuchos relatos judíos (y quizá cristianos) vinculaban la venida del salvador de Dios con un tipo de guerra santa (con la victoria de los sanos sobre los perversos). Pues bien, en contra de eso, Mc 13, ha vinculado la esperanza del tiempo final con la historia liberadora de Jesús (con su entrega como Hijo de hombre): 

Y entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos,desde el extremo de la tierra al extremo del cielo (13, 27)

La escena culmina con esta “obra final” del Hijo del Hombre, que envía a los (sus) ángeles para reunir a los (sus) elegidos de los cuatro vientos de la tierra. No dice nada de una posible condena de los “otros” (los posibles “no elegidos”), no alude a ningún infierno (rechazo de los perversos), sino sólo a una reunión de los “elegidos”, en torno al Hijo de Hombre, representante y presencia de Dios, nueva creación o cielo para todos los salvados, para cl conjunto de la humanidad invitada por Cristo al banquete de la gloria de Dios. 

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