Qohelet Rey ha bajado al basurero y ha pensado...

Qohelet es rey de Jerusalén y de la Tierra Santa (¡Los reyes de España se han llamado por siglos reyes de Jerusalén! Pero no busquéis comparaciones). J. M. González me ha dicho que ese Rey Qohelet de Jerusalén (Qoh 1, 1) ha “bajado hasta la mierda del gran basurero sobre el que se alza su reino”. No, no es la Vice-Presidenta la que ido por allí, quizá a sacar la fotografía(como en la historia de ayer, con algún otro ministro). El mismo Rey ha decidido bajar las escaleras que llevan del palacio a los vertederos de basura , sin fotógrafos, para quedar allí todo el mes de agosto, tiempo de vacaciones del Norte Rico, para ver, pensar y escribir lo que hay en esa tierra sin Norte de los hombres y mujeres que sufren. Éste Rey de la Biblia ha bajado y ha escrito este libro que estoy comentando. (Jesús, el verdadero Rey de Jerusalén bajará también al basurero y le matarán allí).

Un rey que baja a la basura y ve la muerte

Ha renunciado a las vacaciones en las Islas Afortunadas y baja, como Rey de la Gran Jerusalén, hasta el basurero del mundo (en Madrid o Managua, da lo mismo, como ha dicho ayer algún lector). Ciertamente, Eclesiastés, Rey de toda la Asamblea, valora la bueno y sabe disfrutar de las cosas de las que disfrutaban entonces los hombres (mujeres y caballos, caza y pesca…), como vimos hace dos días (De cuanto me pedían los ojos nada les negué, ni rehusé a mi corazón gozo ninguno: Qoh 2, 19). Es un gourmet, un especialista de la vida. Sabe griego, como ha dicho J. M. González (conoce buen toda la sabiduría helenista, la gran multinacional del conocimiento y del placer del mundo). Puede seguir siendo amigo de los señores de las multinacionales… No, no, no es defensor de los impulsos más irracionales de la vida

Pero tiene algo que le distingue de la mayoría de los hombres: Ha buscado la sabiduría (Hochma hebrea, Sophia griega, como dicen oros libros de la Biblia, atribuidos al mismo Rey de Jerusalén). Es un sabio y dice “por lo menos el sabio tiene los ojos en la frente, mientras que el necio camina en la tiniebla" (2, 14). Pero después, mirando¬ con más rigor descubre que esa misma ventaja del que sabe es ilusoria, pues tampoco su conocimiento y las cosas que tiene logran responder a todas sus preguntas. Ha bajado al basurero para mirar, para saber cómo va su reino… para preparar los discursos de su gran Asamblea-Senado (Gerusía de Jerusalén), que él preside (por eso se llama Eclesiastés o Qohelet, que significa Rey o Presidente de la Asamblea del Senado y Pueblo de Jerusalén y del mundo):

Vi también que la suerte del necio y del sabio es la misma. Entonces dije: "También yo quiero seguir el camino del que es necio ¿Por qué pues hacerme sabio? ¿qué provecho sacaré de todo ello?". Y advertí que también eso es vanidad, porque ni el sabio ni el necio serán eternamente recordados, sino que, pasado un tiempo, todo se acaba olvidando. Muere, pues, el sabio igual que el necio y por eso aborrecí la vida, viendo que todo bajo el sol es absurdo, perseguir al viento (Qoh 2, 15-17).


Un Rey que descubre el cansancio de la vida

Sigamos con el tema. Es Rey de Jerusalén y de las islas del mar cercano. Pero no va ninguna a veranear en Agosto, sino que se queda pensando en las cosas de su reino, en las cosas de la vida… Ha bajado al suburbios de la Gehenna, cerca del palacio…Ha mirado al otro lado del Templo-Palacio (¡allí también unidos!) y ha pasado por las callejas del Ofel… Ha compartido la siesta con los parados del Guijón… Ha pensado.
Este rey ha pensado y ha descubierto que las cosas de la vida (de todos los reinos) forman una larga carrera de fracasos. Por siglos y milenios, los humanos han querido descubrir su realidad, fijar un norte en camino. Así han trazado normas de conducta, bien fundadas en la sabiduría… La mayoría no ha podido hacer otra cosa que sufrir… É. ha gozado, ha disfrutado todo, todo lo ha sentido, sabido, gozado. Pues bien, tras razonarlo todo, este Rey sabio advierte que al fin todo se mezcla y confunde:

¿Gozar? Necedad (=vanidad) son los placeres, pues acaban y no logran saciarnos. "Vi que todo es vanidad, un perseguir el viento" (2, 11). El hastío lo domina todo y roe nuestro esfuerzo, de manera que la misma riqueza de la tierra cansa, porque el rico come su riqueza (su pan) "entre congoja y tiniebla, entre rabia y llanto" (cf. 5, 14-15). Creciendo las riquezas, crecen los afanes. Con los placeres aumenta el cansancio y la náusea (cf. 5, 9). Eso lo pasa a él que ha gozado ¿qué les pasará a los esclavos del barrio bajo de su ciudad que no han gozado ni un mes de vacaciones en su vida?

¿Conocer? Necedad es el mismo saber ¿Para qué esforzarse por conocer más, si es que ningún problema grande se resuelve con razones? Además "creciendo el saber crece el dolor" (1, 18). Por eso, en un determinado sentido sería mejor el ignorarlo todo, pasar en la incons¬ciencia por la vida, como sombra que va y viene sin que nada le preocupe. Él he pensado… y otros muchos han pensado como él… Pero los pobres ¿pueden pensar? ¿Se les puede abrir un camino de conocimiento y escucharles?

¿Hacer cosas? ¿Hacer revoluciones? Probablemente quiso cambiar un día la Asamblea de Jerusalén, para gobernar de otra manera, pero descubrió que “los otros”, los de la oposición eran también poco fiables. Es vanidad el afán de la justicia, porque al fin no sabemos si vale la pena cumplirla. Escudriña este rey sabio en los caminos de la vida, y no descubre norma alguna que pudiera guiarle, dirigirle. Todas las leyes que los humanos han trazado dentro de la historia acaban siendo a su entender convencionales, carecen de sentido y permanencia. Eclesiastés, rey de Jerusalén, ya no sabe si merece administrar justicia.

Más allá del bien y del mal. Allí buscaba Nietzsche el sentido de la vida, superando el nivel de la razón intelectual, moral y estética. Pero él corría el riesgo de acabar en manos de una pura voluntad de poder. Eclesiastés es más sabio que Nietzsche y sabe que tampoco podemos divinizar el poder. Pero este Qohelet, nuestro rey de Jerusalén, parece haberse colocado más allá del bien y del mal para buscar otras cosas, encontrando quizá allí al Dios el Dios de la gracia de Jesús (Pero de eso seguiremos hablando. He desarrollado extensamente el tema en Antropología Bíblica, Sígueme, Salamanca 2006).

Eterno retorno, círculos viciosos. No hay sentido

No es que el Rey Qohelet, de sobrenombre Eclesiastés, condene la existencia como mala, no es que la rechace por perversa. También él sabría ir de vacaciones y gozar. Pero el problema es más hondo: todo carece senti¬do, no hay camino, nada lleva hacia ninguna parte, ni hay señales que distingan montaña o abismo, vida y muerte, amor y odio. Se ha perdido el norte y todo da mismo. Hemos vuelto a una especie de "paraíso" original pero invertido (en contra del Gen 2-3), un paraíso sin el árbol de lo bueno y de lo malo, y no sabemos cómo comportarnos.
Éstos son los retos, ésta la tarea: cómo organizar la vida si no puede haber caminos. Ecle¬siastés ha explorado los vientos del mundo, descubriendo sólo que no puede descubirse nada: no hay señales de Dios, ni caminitos de amor, ni sendas de montaña hacia el misterio. Sólo quedan sendas perdidas en el bosque ciego, eterno y despiadado retorno de las cosas:

[Círculos de vacío: la nave gira sobre sí misma] 1. Una generación va, otra generación viene, pero la tierra permanece para siempre. – Sale el sol y el sol se pone; corre a su lugar para salir de allí otra vez. – Sopla el viento y gira al norte; gira que te gira sigue el viento y así vuelve a girar. – Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; del lugar donde los ríos van, de allí surgen de nuevo.

[Años de Cansancio] 2. Todas las cosas dan fastidio. Se cansa el ojo de mirar, el oído se cansa de oír. Lo que fué eso será. Lo que se hizo eso se hará. Nada nuevo hay bajo el sol. Si de alguna cosa puede asegurarse "mira, es nuevo", aún eso ya existía en los tiempos que pasaron.

[Y al fin todo da lo mismo, porque llega la muerte] 3. No hay recuerdo de lo antiguo, ni habrá un día memoria de lo nuevo, para aquellos que vengan después (Qoh 1, 4-11).

Todo gira, no hay historia nueva y así todo se olvida. Falta el discernimiento moral, la distinción de lo bueno de lo malo. No hay itinerario hacia Dios, pues Dios no encaja con la vida y con las cosas. Lógicamente, a ese nivel ya no se puede hablar de Dios sobre la tierra, dentro de una histo¬ria sin historia donde todo rueda y ya no vamos a ninguna parte. En este aspecto, Eclesiastés defiende un tipo de ateismo metodol¬ógico y cósmico. En un determinado plano (de mundo y de vida), todo sucede como si Dios no existiera. Esto que nosotros hemos aprendido ahora, entrado el siglo XXI, lo sabían en el tiempo antiguo los sabios verdadero, como Eclesiastés. El mundo se ha cerrado en su propia necesidad (¿necedad? ¿destino?). No se puede presentar como signo de un misterio trascendente.

¿Contrapunto un Rey San Juan de la Cruz?.

Se me hace muy duro todo lo anterior, no quiero terminar así un día de vacaciones. ¿Qué os parece que convirtamos a este rey en un San Juan de la Cruz? Por gozo vital y amor pensante, quiero citar los más hermosos versos del camino del más hondo místico cristiano (Juan de la Cruz, Cántico b, 3). Este sí que sabe ofrecer su itinerario:

Buscando mis amores
Iré por esos montes y riberas
Ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras
y pasaré los fuertes y fronteras

Mañana seguiremos (¿para lo mismo decir mañana?)
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