Rey León, Cordero crucificado. ¿Triunfará siempre el sistema?


De estos temas traté en mi libro “Sistema, libertad, Iglesia. Las instituciones del Nuevo Testamento” (Trotta, Madrid 2001) y aquí los replanteo desde una perspectiva social ¿Debemos estar siempre sometidos, en el mejor de los casos al "buen" Rey León? ¿Hay una sinergia divina en la que al fin cuadran las cuentas? No lo sé, pero quiero decir, ya desde ahora que Dios no es una hiena, pero tampoco un león bueno ; Dios no es pura pasividad, pero tampoco el sinergia. ¿Qué es entonces? De eso trata lo que sigue.
Testos. El rey León
La reflexión de Testos rezaba. “Pikaza dice: ¿Podrá entrar en el reino de los cielos alguien que vive gracias a la muerte de los demás? Pero, mira, Pikaza: ¿No crees que eso esta dentro de lo que es un comportamiento habitual (etológico y eco- sistémico) surgido de la propia naturaleza? Propongo/pregunto si no es simplemente una extensión de la pirámide alimenticia de cualquier sistema, y por lo tanto una extensión de lo natural. Ojo, yo no entro a darle valor moral, solo es una observación/duda”.
Ésta es una reflexión que, a mi juicio, está en la línea del mensaje de la famosa película de niños/grandes titulada “El Rey León”. En la cumbre simbólica de la pirámide alimenticia y social estaba el buen Rey León, nacido para reinar. Bajo su poder se extendía la armonía sobre el mundo. Las hienas y chacales ponían en riesgo esa armonía; por eso eran malas. El triunfo del Rey León reinstauraba el orden y armonía sobre el universo.
Pues bien, ese esquema y esa película me han resultado siempre sospechosos: parece que hay algunos predestinados para mandar (los leones) y otros para someterse. Evidentemente, los representantes del león (los leones) somos nosotros, triunfadores buenos (en este caso el Imperio USA, el orden occidental). Por el contrario, los malos (hienas y chacales) son los otros (comunistas y fanáticos del Islam, terroristas de turno). Sin duda, la imagen de lo “natural y la pirámide alimenticia” me parecía y me parece buena, en un nivel. Pero, utilizada por los poderosos de turno, ella se convierte en aliada del sistema de los triunfadores, que construyen una retórica de “leones buenos” y poderes racionales positivos, para defenderse a sí mismo y justificar su propio triunfo material
Fernando. La sinergia divina
En un nivel más hondo se sitúa la reflexión de Fernando el Sabio (ahora ratifico el título, bien escrito), que reflexionaba sobre el sentido de la muerte a favor de los otros. “Hablaríamos entonces de una especie de sinergia divina o economía en la que los “todos” requieren del “uno” por la mediación de su derramamiento. Pero, no sé, no sé, todo esto me suena a mitología, a doctrina que cierra el círculo, como si fuera el resultado de una contabilidad en la que al final siempre cuadran las cuentas. ¿Y cómo le hincamos el diente a esto?”.
Bravo, Fernando, así vuelves a plantear los más hondos problemas de la cábala hispana del medioevo. Una “sinergia” divina implicaría un sistema cerrado, donde el mismo Dios sería parte del sistema, de manera que la muerte o sacrificio de algunos serviría para la restauración del todo. Bien dices, Fernando, que eso es mitología y que ella se puede utilizar al servicio del sistema, como sabía Caifás (“es bueno que aquel muera, para que vivamos todos”: Jn 11, 50) y todos los partidarios de la supremacía de la seguridad nacional o de los valores del orden.
Fernando, lo que yo quiero decir (y quizá tú también) es que Dios está más allá de un esquema de “sinergia”, que solo funciona dentro del “orden de un sistema” en el que unas partes pueden ponerse (sacrificarse o ser sacrificadas) al servicio de otras. Pues bien, un Dios que sacrifica a alguien (aunque fuere a su propio Hijo) para bien de los demás no sería divino.
Emilita, Dios es Amor y libertad.
En este sentido se sitúa el argumento de Emilita, que tú debes conoces ya, Fernando: “Y esto no es un problema lógico, Fernando; esto no es un problema ni siquiera natural, Testos. Esto es; sin más un problema de amor y libertad”. Bravo, Emilita. Pero yo diría que esto no es “problema” (pues todos los problemas se sitúa en línea de sistema), sino una revelación de amor y libertad (alguien diría un “misterio”).
En un sistema cerrado (incluso en una sinergia divina) las energías son limitadas. “Nada se crea, nada se destruye, todo se trasforma”. Eso significa que unos tienen que bajar para que otros suban; unos tienen que hacer de leones, otros de ratones. Unos están ahí para mandar, otros ahí para someterse. Unos son jerarcas (del Dios-poder), otros fieles súbditos, cuya virtud consiste en obedecer bien.
Pues bien, el verdadero “monoteísmo” (al menos el cristiano) ha roto este esquema de sinergia. En el nivel del despliegue personal y cristiano de la vida, ya no hay señores ni siervos, ya no hay jerarcas ni súbditos, no hay leones ni ratones. Ya no hay, ni siquiera, sinergias… porque el “autentico poder” (el ergon) fundante pertenece al nivel de la gratuidad infinita, que se sitúa en el plano del amor y de la libertad (es decir, de la creación “desde la nada”).
Cordero sacrificad
Frente al Rey León, que domina sobre la pirámide alimenticia y social, se sitúa el Cordero Sacrificado, que es signo del amor gratuito. El tema aparece en Ap 5, 5-6. Los representantes del orden antiguo esperan a un León que venga para vencer con su fuerza buena a las malas bestias de la historia humana. Pues bien, en vez del León aparece un Cordero “como sacrificado”. Este Cordero es el signo de una evolución que ha roto el modelo de la “lucha por la vida y del triunfo del más fuerte”; éste es el signo de una “evolución” que ya no es evolución (pues una cosa no brota necesariamente de la otra), ni re-volución (evolución más fuerte), sino revelación la gratuidad, algo que nos sitúa más allá de la lógica del poder, de las sinergias del todo o, incluso, del triunfo de los buenos.
Después de escribir las reflexiones anteriores he llamado por teléfono a Pakus, mi filósofo particular, para que me guíe en est posible laberinto, y me ha dicho: Xabier, no te encierres en la filosofía clásica; tienes que ir más allá de Platón y de Nietzsche, pues, en el fondo, los dos dicen lo mismo. Uno habla del triunfo de la Idea superior (dividiendo así la realidad en un orden jerárquico que empieza por el espíritu). El otro habla del triunfo de la Vida dionisíaca (anti-platónica), pero esa Vida sigue siendo también expresión de poder (voluntad de poder). Tanto Platón como Nietzsche defienden un sistema fundado en el Poder, de la Idea o de la Vida. Ni uno ni otro pueden aceptar el crucificado. Ni uno ni otro pueden ser cristianos.
Así me ha dicho Pakus. Aquí quiero dejar hoy mi argumento, en diálogo con Testos y Fernando (y con Emilita), todos sabios. Volveré mañana al tema, en clave más concreta, como persona de la calle, dialogando con Emilia y Sofia, amigas realizas de este blog.