Tiempo de Iglesia: el Séptimo Anillo
De un modo semejante, él tronco del árbol de la iglesia (que para Jesús fue higuera, y para Pablo olivo) necesita crear un nuevo anillo, pues de lo contrario, si todo sigue como antes, la Iglesia se muere. Los que dicen que en la Iglesia todo debe seguir como antes (¡como siempre!) se equivocan, pues las cosas han ido cambiando en ella... y además la tratan como una cosa muerte, pues sólo lo muerto no cambia.
No se trata de crear nuevos anillos para destruir los anteriores, sino de crear anillos nuevos, para recuperar así los anteriores, de tal forma que siendo todo sea distinto pueda mantenerse el impulso de fondo del evangelio.
En ese contexto me atrevo hoy a decir que al tronco añoso del árbol de la Iglesia, que a muchos les parece muerto, pura corteza, le está saliendo un nuevo anillo de vida que, a mi juicio, es el séptimo y será el más hermoso, no sólo por Francisco Papa, sino porque está llegando un tiempo nuevo de humanidad, y porque la savia de Jesús impulsa el crecimiento.
Esta imagen de los siete círculos o anillos es tradicional y evoca la visión bellísima de los siete cielos, las siete luces del lampadario de Jerusalén, las siete Moradas de Teresa de Jesús, buscadora del centro desde los muros exteriores del castillo.
Ésta sigue siendo una imagen nueva, que hoy quiero evocar, con los círculos del tronco... y los anillos de Jesús, que es el amor de la humanidad... Estoy convencido de está llegando el séptimo amor, que interpreto de un modo distinto al de algunos hermanos protestantes, cuya imagen he querido poner también la postal. Buen domingo a todos.
En el centro de los siete círculos está Jesús.
Si él desaparece o se olvida, todos los círculos que vienen después se pierden su sentido y mueren. De esa forma ha de seguir Jesús, como entraña o meollo, en el centro de todos los procesos restantes de la iglesia.
Jesús no fundó la iglesia en en el sentido que ella ha tomado después, sino un movimiento mesiánico y popular de Reino de Dios, un proyecto pacificación israelita (una estrategia de paz, de superación de la guerra inminente), a partir de grupos de campesinos pobres, para preparar la llegada del reino de Dios que el buscaba y esperaba.
Creyó en la transformación de Israel y así lo simbolizo eligiendo a Doce discípulos, par que simbolizaran la llegada del nuevo Israel. No se preocupó demasiado en precisar la forma en que vendría el Reino, pero estaba seguro de que vendría aquí, en este mundo renovado, trasformado, desde Dios… un Mundo Nuevo de Paz y de perdón, abierto a todos los hombres y mujeres. Con ese fin trabajó, por hacer lo que hacía le mataron.
Primer anillo/círculo: somos iglesia apostólica.
Jesús no fundó la Iglesia, pero sus compañeros y amigos, los que participaron de su movimiento, tuvieron que fundarla, para que ese movimiento siguiera en marcha, para que llegara el Reino de Dios, que ellos identificaron en el fondo con el triunfo del mismo Jesús, a quien vieron como Hijo de Dios y Señor de la nueva humanidad.

Creyeron en la resurrección… desde diversas perspectivas. Unos estaban convencidos de que con la fuerza del impulso de Jesús vendría pronto el Reino de Dios, aquí abajo, desde un Israel trasformado… Otros empezaron a expandir el movimiento a los gentiles…
Nadie pensó en crear jerarquías estables, como las que vinieron luego, pero todos crearon formas de comunión y comunicación especial, con ministerios diversos, los que fueran necesarios, para que siguiera el mensaje, para que se mantuviera la esperanza, para que Jesús volviera y culminara lo que había comenzado.
Segundo círculo: iglesia sagrada, una gran jerarquía de amor.
Hacia el año 200 d. C., en plena persecución, por impulso del mismo mensaje de Jesús, los cristianos se vieron obligados a crear una iglesia estable: se separaron (o fueron separados) del judaísmo rabínico, fijaron unas Escrituras (Nuevo Testamento) y crearon unas estructuras episcopales que se han mantenido hasta hoy, y así surgió la jerarquía.
El invento fue bueno, tan bueno que tuvo éxito y la iglesia se mantuvo y se mantiene, a pesar de todas las dificultades. Evidentemente, ese cambio (ese nuevo círculo en el árbol de la iglesia) mantuvo lo anterior y quiso conservar los valores de la comunidad apostólica y así seguimos hoy y decimos que “creemos en la iglesia que es una, santa, católica y apostólica”, siendo iglesia episcopal, sin otra jerarquía verdadera que el amor, como decía Ignacio de Antioquía.
Ese cambio se hizo por fidelidad a Jesús, que seguía y sigue estando, en el centro de su tronco. Ese fue el cambio decisivo; lo que vino un siglo después (el cambio constantiniano) fue secundario.
Tercer círculo: Iglesia establecida, pacto de Estado.
Este cambio que suele llamarse del “pacto constantiniano” (siglo IV d. C.) fue una consecuencia del círculo anterior, de la Iglesia Sagrada, centrada en obispos, asumiendo los principios jurídico/políticos del helenismo y de Roma.
Ella, la Iglesia, ocupó de hecho el vacío real que siguió a la caída del Imperio Romano, de manera que los obispos se convirtieron en gobernadores civiles (o en compañeros de los gobernadores y reyes, con variantes en oriente y occidente).
La Iglesia que Jesús fundó desde los pobres se hizo iglesia de los ricos, como refleja de un modo admirable la llamada donación de Constantino, inventada en el siglo VIII/IX para justificar el poder temporal de papas y obispos.
Para realizar un mejor servicio al evangelio, en aquellos tiempos duros, ellos, obispos y papa, se hicieron poderosos. Realizaron y siguen realizando obras esplendidas, pero lo hacen desde el poder. Por eso dialogan de un modo especial con reyes y nobles.
Los palacios de los obispos y sus catedrales han competido hasta ayer con los palacios y tronos de los reyes. Aquel tiempo ha pasado, pero queda el anillo en el tronco, con la exigencia de crear estructuras de fraternidad en la gran casa del árbol del mundo.
Cuarto círculo: Iglesia papal, Iglesia gregoriana.

La Iglesia anterior de los obispos (con su poder civil), se mantuvo casi ochocientos años, en oriente y occidente. Algunos obispos se elevaron sobre otros, se crearon patriarcados, y en occidente se fue elevando la función del Papa, obispo de Roma, que relacionó su función con la de Pedro en el centro de los Doce.
De todas maneras, nada cambió en el fondo, la Iglesia había seguido siendo una federación de obispos y fieles (aunque con cierta autoridad de honor del Papa). Pero tras las crisis del siglo IX/X, comenzó en occidente (partiendo de los cientos y cientos de monasterios de Cluny) un proceso nuevo de unificación y jerarquización en torno al Papa, un proceso que se sigue llamando la reforma gregoriana (por Gregorio VII: 1020-1085).
El Papa hizo algo bueno (impidió la toma de poder total del emperador), pero él mismo tomó muchísimos poderes centralizados, se presentó como Vicario Poderoso de un Cristo que nunca había tenido poder y creó una primera “curia vaticana” en recuerdo de un Jesús que nunca tuvo curia organizada.
Cardenales y papas de Occidente blindaron su poder por encima del pueblo de Dios. Las iglesias de oriente no aceptaron la reforma, pero la Iglesia papal, gregoriana, de Roma se extendió por Europa occidental, de una forma admirable, como Estado Espiritual y como Temporal, con unos dominios pontificios. Fue un nuevo círculo en el árbol añoso de la Iglesia de Jesús.
Quinto círculo: Iglesia absoluta, reforma tridentina.
La figura antigua de la Iglesia Gregoriana se mantuvo hasta principios del siglo XVI. Los nuevos tiempos exigían formas nuevas de organización y libertad y surgieron diversos movimientos de reforma protestantes, buscando nuevos tipos de fidelidad al evangelio.
Para defender la tradición, la Iglesia católica reformó en Trento sus instituciones de unidad, en torno a un Papa que se fue convirtiéndose en Monarca Absoluto. Esa reforma se hizo para mantener mejor la savia evangélica y dio buenos frutos, en tiempos en que las monarquías absolutas eran la forma normal de gobierno. Y de esa forma, la Iglesia se hizo Gobierno Absoluto pensando que el Dios de Jesús y su mensaje de paz se extiende más y mejor cuando existe más autoridad sagrada.
El Papa fue tomando todos los poderes cristianos, siempre en pacto con las autoridades civiles (allí donde fuera posible). De esa forma, la “evangelización de las Indias” fue una empresa cristiana pero confiada a los estados absolutos de obediencia papal. Y en esa línea, mientras el mundo avanzaba hacia formas democráticas (por impulso de la libertad cristiana), la Iglesia se fue haciendo cada vez más absolutista (por impulso miedo, búsqueda de seguridad... y también por evangelio).
Sexto círculo: Iglesia de transición, siglo XX.
Ha sido un tiempo de triunfo y de crisis del absolutismo papal, tiempo de encuentro y desencuentro con el mundo (¡todo el siglo XX, con el Vaticano II en medio). Suele decirse que cuando un sistema funciona perfectamente deja de funcionar, pues se cierra en sí mismo, pierde contacto con la realidad…
Esto es lo que parece haber pasado en el siglo XX. La Iglesia católica ha funcionado perfectamente, haciéndose más absoluta y más gregoriana que nunca, una institución admirable, un “ejército de Dios”, unificado, obediente, la iglesia que quería el mejor jurista romano (el gran Clemente, escriba de la Iglesia de Roma, en su carta a los Corintios).
Marchaba todo, desde dentro… Pero se notaba cada vez más el desajuste con el mundo externo y se alzaban los problemas no resueltos del pasado. Queda pendiente la cuestión de las iglesias orientales (que no aceptaron la reforma gregoriana); queda pendiente la cuestión de las iglesias y comunidades protestantes (que no aceptaron el absolutismo papal); queda pendiente la cuestión de los judíos “nacionales” (que no aceptaron el mesianismo de Jesús, entre el siglo II y III d.C.)…
Queda el tema de la “misión universal” que quiso asumir y asumió la Iglesia Apostólica, con Pedro y con Pablo, el encuentro con todos los pueblos y culturas de la tierra, tal como quería Mt 28,18-20… Nada se ha resuelto del todo con las soluciones anteriores. Siguen ahí los muñones y los gérmenes de los seis círculos anteriores del tronco de la Iglesia. Basta con mirar lo que se dice en Aparecida para ver que estamos acabando la sexta etapa.
Séptimo anillo: Siglo XXI: volver al centro, retomar la savia.
Éste es el nuestro. No hay que negar los anteriores, tenemos que seguir llevando en nuestro tronco los círculos añosos y viejos, para hacer que todo sea nuevo..., para que la savia de Jesús alcance hasta nuestra corteza.
Sigue vivo el germen de Jesús, para rehacer lo que se hizo en otro tiempo, pero cambiándolo por dentro… Sigue viva la lámpara de las siete luces del viejo judaísmo, con el que debemos encontrar de nuevo un pacto, pues la savia de Jesús sigue siendo judía y universal.
Somos iglesia tridentina y gregoriana, espiscopal y constantiniana, somos iglesia apostólica… Pero somos, sobre todo, iglesia de Jesús. Nos sentimos de pronto, con más fuerza que nunca, herederos de su movimiento mesiánico de pacificación del mundo, un movimiento de amor y de perdón, desde los pobres, un movimiento que anticipa y anuncia la llegada del Reino de Dios, un “movimiento de Dios”.
Sólo así podremos volver al círculo de Jesús, desde nuestra periferia, que es la periferia de los pobres y excluidos para darles el anillo que el Padre ofreció al hijo perdido (Lc 6). En el centro de los siete círculos está la savia, está la vida que no sigue llegando y animando (¡Espíritu Santo!).
Por eso decimos que “somos iglesia”; no negamos el pasado, pero tenemos que recrearlo, para que se conserve.
-- Estamos donde estaba Jesús, cuando decidió subir a Jerusalén, para culminar su mensaje de Reino, condenando a la higuera inútil, para plantar desde la Cruz el árbol vivo, de la nueva humanidad, fundada en la entrega de amor de unos a, por y con los otros.
-- Estamos donde estaban María, la madre de Jesús, con María Magdalena y Pedro cuando “vieron a Jesús resucitado” y asumieron su movimiento, para continuarlo, con la certeza de que Él estaba con ellos, como el Viviente, un árbol, no una piedra muerta de sepulcro.
-- Estamos allí donde en la segunda parte del siglo II hubo que fundar iglesias episcopales… Llevamos sin resolver los problemas de la iglesia gregoriana y tridentina, en unos tiempos nuevos, de diálogo universal... Por eso debemos resolverlos ahora de una forma nueva, como está queriendo Francisco.
-- Es hermoso que estemos aquí, es hermoso que tengamos los problemas que tengamos, con Ratzinger como Papa Emérito, con Bergoglio como nuevo Fancisco... para seguir caminando en línea de evangelio, con el séptimo anillo del amor y de la vida, en libertad creadora, en esperanza de Reino
Conclusión
Un séptimo anillo de vida está creciendo en el tronco de la Iglesia. Nosotros mismos somos ese anillo nuevo de Jesús... en esta Iglesia de los Siete Círculos (Th. Merton), en este tronco/castillo de las siete moradas de Teresa de Jesús. Buen día a todos, en este nuevo anillo del tronco de Jesús.