¿Dom 33 2025 ) ¿ Cuándo va a ser, cuál será la señal? Hoy mismo será (Juan de la Cruz)

Comenté ayer el tema bíblico de Lc 21. Hoy respondo con palabras de Juan de la Cruz:  Será  cuando llegue el amor, conforme a la primera estrofa del Cántico Espiritual.

Hoy mismo será si te dejas amar, si amando responder a la mirada de amor de la vida.  ¿Adónde te escondiste, Amado,  y me dejaste con gemido?Como el ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido (CB 1)

Ejercicio de amor: Recorrido por el Cántico espiritual de san Juan de ...

El poema (Cántico Espiritual, CB 1) empieza bruscamente, sin aparente preparación, como voz de repente enamorada que grita llamando a su amado. Es evidente que ha existido algo anterior: una mirada, un gesto, una palabra que es interna, pero viene de fuera. Y de pronto, de una forma que parece incompren­sible o que el texto no ha querido declararnos, el amado desaparece.

Es como si no hubiera pasado nada y queda así la enamorada sola, gritando su amor y tomando con­ciencia de su propio desconsuelo.  Pero ha pasado todo. En su comentario, san Juan de la Cruz (=SJC) ha interpretado ese lance en clave religiosa. Eso es lo que le han dicho y enseñado en su comunidad creyente. Es una interpretación que ella sabe de oídas, pero tendrá que compulsarla, sabiendo por sí mismo lo que es vida en amor y para eso tendrá que ponerse en camino:

 Cayendo el alma en a cuenta de lo que está obligada a hacer, viendo que la vida es breve (Job 14,5), la senda de la vida eterna estrecha (Mt 7,14)..., conociendo por otra parte la gran deuda que a Dios debe..., para remediar tanto mal y daño -mayormente sintien­do a Dios muy enojado y escondido por haberse ella querido olvidar tanto de él entre las criaturas-, tocada ella de pavor y dolor de corazón interior..., renunciando todas las cosas, dando de mano a todo negocio, sin dilatar un día ni una hora, con ansia y gemido salido del corazón herido ya del amor de Dios, comienza a invocar a su amado y dice: ¿Adónde te escondiste...?" (Coment CB l,1).

 Según esta explicación, la herida del amor de Dios ha desper­tado al alma enamorada. Ella se siente mirada, mira su mal que es su bien, ira ella y descubre su herida, encontrándose en camino, en peligro de muerte, en ansiedad de vida entre las cosas de la tierra.

Sabe, en un sentido, que su Dios amado ha tenido razón para marcharse; los pecados del alma le expulsaron, obligándole a esconderse. Por eso, al conocerlo, el alma cambia: vuelve en sí, volviendo a lo divino, en gesto de conversión recreadora. Pero, al mismo tiempo, sabe que esa mirada y herida es una promesa de salvación y así sale a  buscarse, a buscarle, pues intuye que también el ciervo que le ha despertado al amor está “de soledad de amor herido”, como irá mostrando a lo largo del Cántico

Ésta es una buena aplicación del sentido del Cántico, pero es evidente que el poema se mueve también y sobre todo, de manera más directa en otro plano: habla del encuentro-­desencuentro de dos enamorados, es decir, de dos personas, varón y/ mujer, dos personas, seres humanos. No sabemos cómo había sido la vida anterior de la pastora; pero descubrimos que se hallaba "a punto de amor", ya madura y preparada para el gran encuentro. Por eso le ha cambiado y tras-tornado la mirada, presencia y ausencia del ciervo amado.

El paso y descubrimiento del principio de amor ha tras-tocado la vida de esta mujer. Lógicamente, ella se con-vierte, de forma que cambian las coordenadas de su vida, conforme a un intensa meta-noia (Mc 1, 14-15; otra forma ser ser-pensar), de forma que se invierten siempre las antiguas direcciones. Las cosas de este mundo le ofrecían antes un sentido: había un camino para el monte, otro hacia el valle, estaba en su lugar la casa (o la cabaña), vivían a su lado y le ayudaban sus hermanos, sus amigos pastores, las amigas, quizá también su madre. De pronto todo eso ha hecho quiebra; descubre que "ha perdido la vida" entre cosas que se vuelven secundarias para ella. Ahora le interesa ya sólo el amado.

Ésta una conversión de amor. La enamorada no ofrece ya razones; no cambia de vida por discursos de carácter moral o filosófico, económico o político. Todo eso queda ya en segundo plano. Ha llegado el amor, le ha transformado, sin que ella lo quiera, se ha dejado transformar, sin que ella pueda ni quiera resistir, dejando que el amor se vuelva para ella espacio y cuna de nueva existencia.

La Palabra se hizo carne - EPUB - Editorial Verbo Divino

El amor es un estado naciente, como viene diciéndose de anti­guo. Quiebran y ceden las visiones anteriores de la vida en una especie de ruptura y salto fundacional. No hay proceso tranquilo; no es un cambio sosegado, que se hace de manera racional, "sensata", paso a paso. Estallan y se desmoronan los ideales de equilibrio progresivo, de la vida como avance gradual; desaparece un tipo de prudencia evolutiva, se produce una mutación. Es como estallido repentino, un relámpago que ciega y desbarata todo lo que antes parecía instituido y definido para siempre.

Sólo así podemos nacer de nuevo a un tipo de vida diferente, en una especie de trauma recreador. Por eso Juan de la Cruz (=SJC) ha comparado ese estallido de amor con una conversión radical, de tipo religioso. Así nos dice que no nos convertimos a fuerza de voluntad o de razones, sino que nos convierten. Sólo entonces, convertida y transformada por los ojos fugitivos de su amado, la persona enamorada sabe que la vida es breve y la senda muy estrecha. Entonces se descubren transformada: se han roto los es­quemas previos; pierden su valor los anteriores valores de la vida (amigos, padres, hermanos, trabajos, casa, campos), surge el nuevo valor, que es el amado. Desde este momento, herida de amor, la persona enamorada sólo quiere y busca a su amado, iniciando la aventura que empieza con el un nuevo nacimiento.

EL amado hiere en lo más hondo a la persona amada/enamorada (habiéndome herido). No dice el texto de qué modo sucede: con llamadas, miradas, caricias, .. o quizá con una simple presencia silenciosa.

  1. El amado parece abandonar abandonar a la persona amada en gesto que puede ser de olvido, desinterés, indiferencia... Quizá abandona a la mujer enamorada porque tiene otras cosas que hacer o, más sencillamente, porque quiere encender más el amor con su ausencia.
  2. El amado se esconde en actitud que parece "huida': Saí tras ti clamando y eras ido. Tampoco ahora sabemos por qué actúa así; dejando sufrir a la mujer abandonada; quizá quiere alejarse de ella para no cultivar su amor; quizá se esconde para que ella le busque mejor, en camino de creatividad más fuerte.

 Evidentemente, el poema no tiene que responder por ahor (CB 1) a estas preguntas. Estamos al comienzo de una aventura de amor. Muy posiblemente el autor del poema es un varón experto, alguien que sabe que el camino del amor ha de hacerse con herida y por ausencia, iniciando así misterio misterio de la genealogía del yo, que ha sido discutido a lo largo de todo el pensamiento moderno.

Descartes formulaba de manera clásica; "pienso, luego existo"; por eso, en realidad, el yo sería función del mismo pensamiento; soy ante todo un creador o productor de ideas.

Kant ha definido al hombre a partir de su capacidad moral, de tal manera que podría expresarse así: "actúo rectamente, luego existo"; vivo como humano porque logro realizarme según la propia ley de la justicia, conforme a lo que puede llamarse imperativo categórico de la voluntad.

Marx y un tipo de capitalismo actual han interpretado al hombre como productor de su existencia en un nivel de acción, trabajo, producción y destrucción de un tipo de, bienes de consumo  de forma que puede asegurar "produzco, tengo, domino y consumo por lo tanto existo", dentro del círculo de eterno retorno del poder.

Pues bien, SJC ha superado esos niveles situando la existen­cia en plano de amor. Por eso dice (o puede decir): me aman, luego existo; soy porque me llaman y me quieren, por  amor a la vida, porque han despertado de esa forma la conciencia de mi vida. Dando un paso más, la persona enamorada añade: soy para buscar a quien me ama, para compartir con él mi vida como búsqueda de amor (=de Amado), en camino de amor enamorado.

Vivo porque me aman. No me han arrojado sin sentido ni cuidado a la existencia, como piedra de camino. Soy porque una madre y un padre enamorados me han llamado a la existencia y me han cuidado dentro de ella, haciéndome crecer en gozo y exigencia. Vivo porque luego me han mirado, despertado y puesto en movimiento los ojos  del Amado.

Yo mismo soy según eso SJC, “amante enamorada (mujer o varón), que me despierto al ser herido y busca con ansia al Amado (Ser humano o Dios), origen de mi mal y portador de mi remedio, no como el Centauro Quirón del mito antiguo, con sus manos “animales” sin conciencia, sino como Jesús, sanador de males de amor.. Este es el primer conocimiento, el sentido y matriz de todos los caminos de la vida.

El principio más hondo de mi vida y curación no es el padre o la madre antigua, ni los hermanos-compañeros, amigos o enemigos, sino el Amado. Todo lo anterior ha sido prehistoria, padres, amigos de infancia y compañeros, pueblo de origen, naciones y estados. La humanidad nace en el momento en que unos seres de la tierra despiertan al amor, al descubrirse heridos por la flecha o mirada del Amado, saliendo así a buscarle[1].  

Según eso, el Cántico supone que ha existido un chispazo o vislumbre anterior, un pre-sentimiento, como si Alguien nos quisiera despertar y al fin nos despierta con la herida, permitiéndonos decir: ¡Ahora he nacido, ahora soy hombre o mujer, persona!.

Por eso, el amante (varón o mujer, persona)no empieza buscando en en el vacío, ni en el mundo anterior de poderes de la tierra, sino respondiendo a la voz o señal de aquel que le ha llamado.

El chispazo han sido unos ojos en el bosque. Ciertamente, vivíamos en un paraíso de plantas y animales; teníamos capacidades teóricas y prácticas, podíamos pensar y trabajar sobre la tierra, habíamos domado ya a los animales (cf. Gen 2, 18-20). Pero estábamos solos, sin reconocernos ni saber lo que implicaba nuestra vida (ni el latido más íntimo del cuerpo).

Sólo cuando aparece el Amado (él o ella, el otro) y nos mira, de tal forma que no tenemos otra opción que responderle poniéndonos en marca, descubrimos lo que somos: nos sabemos despiertos, hombres o mujeres, y podemos cantar a la Vida, como el primer Adán cuando descubrió a la Mujer  (o viceversa): “Esta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos…; por eso dejará  el hombre a su madre y su padre y se unirá a su esposa” (Gen 2, 23-24)[2]. Así canta nuestra pastora:  

  •  ¿Adónde te escondiste,
  • Amado, y me dejaste con gemido?
  • Como el ciervo huiste,
  • habiéndome herido;
  • salí tras ti clamando, y eras ido (CB 1)

         Todos nosotros somos este amante (varón o mujer, aunque podemos imaginarnos mejor como  mujer) en busca de Amado (mujer o varón, aunque le veamos más como varón). La amante actúa; el Amado parece pasivo, aunque él miró primero. Así aparecen condensados y anunciados los temas y motivos de de CB. El Cántico Espiritual, poema de la vid, autobiografía espiritual de SJC.

Este primer canto despliega los principios de nuestra condición humana, que no es caída o maldición, sino pro-vocación y búsqueda de amor[3]. Sólo el Amado (también en solead de amor herido, CB 35) confiere al amante su identidad. El ser humano, varón o mujer,  hombre es ante aquel que es capaz de enamorarse, alguien que se sabe herido de amor y pregunta: ¿Adónde te escondiste, Amado?.

El conocimiento radical no lo ofrece la madre que me dio a luz, ni la necesidad de comer, el hambre y la comida, sino la mirada y comunicación d amor, pues el ser humano nace (despierta y vive) a través de la  palabra (cf. Mt 4, 4; Jn 1, 1-14), que aquí entendemos como búsqueda y comunicación afectiva

¿A dónde te escondiste, Amado? Está oculto y por eso le buscamos[4]. Este ocultamiento es una experiencia fundacional (histórica), que define de hecho la vida de amor de los hombres, como supone el Cantar cuando habla del Amado ausente (cf. Ct 3, -3; 5, 6; 6, 1). Más que olvido filosófico, este es un escondimiento personal, vinculado al mismo ser de amor del hombre.

Toda vida humana implica una ruptura (dejar lo antiguo: madre, padres) y una búsqueda (tender hacia lo nuevo que empieza estando escondido), pues sólo podemos alcanzar nuestra Verdad en la medida en que ella no está ahí, sino que se despliega y revela cuando la buscamos (y viceversa: sólo podemos buscarla en la medida en que ella se revela). Este escondimiento y búsqueda no es un pecado o desgracia, aunque a veces lo parezca, sino una condición de nuestra vida y un momento de búsqueda de amor, porque el Ser de amor sólo se expresa y despliega allí donde es buscado. Actúa así precisamente para que busquemos, pues si fuera manifiesto por principio no sería Amado, ni podríamos hallarle[5].

Y me dejaste con gemido. Esta experiencia de aflicción no es de tipo racional, no se funda en consideraciones abstractas de la vida humana, sino que pertenece a nuestra debilidad concreta, como un “ayuno” o privación que expresa la ausencia del Amado a quien buscamos (como evocaba incisivamente Mc 2, 19-20). Con gemido nace el niño, con gemido muere el hombre, como destacaba Buda, descubriendo en el fondo del llanto primero una llamada dirigida hacia la Vida: el hombre llora (es dolor) por nacimiento y muerte, por posesión y carencia de cosas (porque acaba doliendo el tenerlas y el echarlas en falta). En contra de eso, nuestra amante llora por ausencia y búsqueda de Amado, de manera que su dolor es positivo, pues le pone en marcha y le permite buscar y encontrarse a sí misma (encontrando al Otro); este no es un dolor de nacimiento, ni soledad de niño huérfano, ni angustia de muerte, sino dolor de amante que llama su Amado. Quien lo rehúse, quien se niegue a sufrir porque no quiere amar se destruye a sí mismo.

Como el ciervo huiste. El Amado no es cordero manso, quieto en el redil, siempre sumiso, sino ciervo misterioso, fugitivo, en la naturaleza libre, apareciendo y despareciendo para que salgamos a buscarle[6]. De esa forma se vinculan la huida y ocultamiento del primer verso con el abandono (me dejaste) del segundo. El Amado desaparece, como si estuviera ocupado en cosas y tareas que ignoramos. Es imprevisible y rápido, sobre un bosque desconocido o que, por lo menos, nos desborda con sus oscuridades y misterios. Lo único cierto es que la amante sabe que el Amado se le ha ido, que la dicha se le escapa y se descubre así, solo y perdido, en el bosque de la vida, inmerso en un dolor que le precede (ha sido abandonado) y que le impulsa (tiene que buscarle)[7].  

Habiéndome herido. La misma ausencia del Amado fugitivo, a quien la amante ha visto en su bosque, hiere su entraña. Nietzsche decía que el hombre es un animal enfermo, que ha perdido la inmediatez instintiva que le permitía situarse ante la naturaleza. La tradición católica suele afirmar que ha quedado herido o dañado por causa de un pecado original, que le privó de su conocimiento superior y perfección. El mito platónico entendía esa herida como desgarramiento y caída, pérdida de cielo, y también como división humana, pues éramos redondos y nos han partido en dos, de manera que cada uno de nosotros busca por amor la otra mitad perdida (temas de Platón, Banquete). Pues bien, SJC ha interpretado esa herida de una forma básicamente positiva, como consecuencia de un principio de amor, que nos impulsa hacia el amor completo[8].

Salí tras ti clamando, y eras ido. La amante no quiere volver a la patria perdida, a una especie de madre (como en el platonismo), pues busca la patria nueva del Ciervo de Amor, que ha cruzado por el bosque misterioso y le ha engendrado a la vida personal con su mirada, encendiendo el ansia de encontrarle. Antes se hallaba dormida en el barro de tierra, en la gran naturaleza (cf. Gen 2). Pero la llamada del amor le ha despertado y respondiendo a su llamada sale y camina por el bosque de la vida, sin más seguridad que la promesa de los ojos del Amado[9].

    Esta salida del Cántico no es un paseo de curiosidad, ni un ataque social y militar (como en Mahoma la Hégira),sino un camino de encuentro personal, salir tras ti, seguir y llamar al Amado, en extrañamiento y búsqueda amorosa, para perderse y encontrar en él la propia identidad.

    Este es un salir activo, abandonando las seguridades anteriores y siguiendo a gritos los vestigios del Amado (“tras ti clamando...”). Esta es la primera palabra de la amante: Llamar (=clamar), buscando al Amado, por el bosque de la naturaleza y de la historia humana. El Amado Ciervo ha dejado una huella, unos trazos que pueden seguirse; no le vemos, pero sabemos que nos puede escuchar y por eso le llamamos[10].

Esta primera estrofa del Cántico define al hombre como viviente que llama a su Amado, elaborando así un lenguaje[11]. A diferencia de los animales, los hombres pueden hablar porque aman y llaman al Amado, recorriendo con él un camino hasta encontrarle. Aquel a quien llamamos se ha “escondido” para que podamos buscarle, pues de lo contrario, si estuviera patente sin buscarle ni llamarle, no sería persona sino una cosa dada de antemano, pura naturaleza, esencia abstracta. Pero le hemos visto como Amado y le llamamos[12].

            Este Amado que se esconde suscita nuestro lenguaje,  como llamada en la ausencia  y admiración en la presencia. El hombre es amante porque puede afirmar: salí tras ti clamando... En un sentido, esa frase parece un soliloquio de la amante consigo misma, pues ella no tiene referente externo, nadie que pueda responderle. Pero, en otro sentido, esa palabra inicia todo verdadero diálogo: la amante empieza a llamar pues presiente que el Amado puede escucharle, pues está escondido, quizá cerca, y porque oye aunque se encuentre lejos.  

NOTAS

[1] En la conclusión del libro  veremos que este amor de amante-amado implica y recrea un amor previo de padre-madre. El hombre es un amante, herido de amor, que desea curarse insistiendo en su herida. SJC le ha definido como ser en-amorable, que nace a la existencia allí donde el Amado se muestra y esconde, impulsándole a buscarle. De esa forma ha vinculado una tradición de la Biblia (Cantar) y con otras experiencias de las religiones y filosofías antiguas, condensadas en el (neo-) platonismo. Pero hay una diferencia. El platonismo (y las religiones del oriente) suponen que el hombre ha caído de un cielo al que debe retornar descansando en su verdad, más allá de la tierra. Por el contrario, la amante de SJC no quiere volver hacia un pasado en el que había ya existido, sino caminar hacia el futuro del Amado.

[2] (1) Platón hablaba de un a priori de ideas eternas, que habíamos contemplado en un mundo superior y que seguíamos buscando aquí abajo; por eso, el amor platónico nos llevaba siempre más allá del mundo de la carne El a priori platónico supone que venimos de un orden superior, donde todo era equilibrio eterno. De esa realidad más alta pro-venimos, por eso la buscamos. Desde ese fondo, el amor que expresamos y desarrollamos en el mundo es como un recuerdo sensible del amor más alto, que hemos vivido en plenitud desde el principio, antes de haber nacido. Esta visión tiene un aspecto positivo, pero nos condena a ser lo que ya fuimos, sin poder crearnos como seres nuevos en la historia

(2) Kant habó en cambio de un a priori del conocimiento humano, que está condicionado por nuestros propios sentidos y esquemas intelectuales: no venimos de un mundo en que ya fuimos y al que debemos retornar dejando éste, sino que nacemos dotados de unas capacidades de amor que tenemos que desarrollar, si deseamos hacernos humanos. (3) En contra de eso, SJC ha destacado un a priori de amor o encuentro personal. Del amor hemos nacido y en él crecemos. Venimos de un “encuentro previo”, que no se puede contar ni decir en la historia, pero que la pone en movimiento. Este a priori no es un ideal (platónico), ni formal (Kant), sino que se despliega sólo en un proceso de comunicación o lenguaje, como en otra perspectiva han desarrollado  N. Chomsky a K. O. Apel. Hemos nacido con la capacidad de hablar (Chomsky); somos seres capaces de comunicarnos (Apel); pero el lenguaje y la comunicación concreta sólo se despliegan de hecho en el proceso de la vida. 

[3] Aquí faltan o quedan en penumbra otros rasgos de la vida: no importan las ideas claras y distintas (Descartes), ni el deber kantiano (no hay ningún imperativo). Tampoco se habla aquí de niños hambrientos o guerras (que las hay, sin duda), ni tampoco de exigencias de revolución o justicia social.

[4] En la línea del ocultamiento platónico, vinculado a la caída del alma, que ha descendido de su cielo al lugar de lo sensible, se mueve gran parte de la filosofía o pensamiento de la India. Desde ese fondo, en perspectiva algo distinta, podríamos hablar de un olvido del Ser, que parece haberse ido (escondido) y que arroja al hombre al abandono entre los entes (Heidegger).

[5] A la madre no debemos buscarla, sino que parece estar ahí, como algo previo, que nos precede y fundamente, por sí misma. Al padre tampoco se le busca: viene de atrás, como principio-ley, fundando y dirigiendo nuestras tareas. El Amado, en cambio, se manifiesta ocultándose, de forma que tenemos que buscarle, si queremos ser personas. Pero la amante todavía lo no sabe, y por eso se queja y pregunta.  

[6] La tradición religiosa y profana suele hablar de un amor de Cordero amoroso (cf. Ap 19, 7; 21, 9: las Bodas del Cordero). Sin embargo, asumiendo una imagen de los Salmos, que aparecerá en CB 12-13 (cf. Sal 42, 1: “como busca el ciervo las fuentes de agua...”), con el Cantar (cf. Ct 2, 8.17), este verso habla más bien de un Ciervo Amado, rápido y extraño, que corre en libertad por la montaña.

[7] Desde este fondo se podría hablar de un complejo de abandono, más intenso que el de Edipo, que enfrentaba al hijo con su padre, por la madre (Freud). La amante de este canto no se encuentra implantado sobre el suelo firme de la realidad, como suponía Zubiri, tampoco está arrojado en el mundo, como ha destacado Heidegger en “Ser y Tiempo”, sino que se descubre abandonado a sus gemidos, cuando el Ciervo del Amor se escapa, pareciendo indiferente. Este no es un abandono ontológico, en sentido genérico, sino una ausencia desde la presencia y para una presencia más honda, en el camino que lleva de la madre (que ya nunca encontraremos) al amado (a quien buscamos). Ese no es un abandono puramente negativo, que nos haría incapaces de buscar, sino la ausencia de Alguien a quien ya se ha visto de una forma (madre-padre) y a quien debe buscarse y encontrarse de otra forma (como amado-amante) en trasformación que define la existencia humana. Este paso de la Madre al Amado constituye la verdadera metamorfosis del amor humano que presintieron los clásicos (de Ovidio a Apuleyo, del Génesis al Cantar de los Cantares).

[8] El hombre no está herido por castigo, ni porque le hayan separado de su otra mitad (pecado original, platonismo), sino porque el Amado le ha llamado, ocultándose al hacerlo. Esta herida es el principio de toda salud para el enfermo, que sólo puede curarse a través de su enfermedad, pues ella le permite salir en busca de su Amado, para alcanzar su amor y alcanzarse a sí mismo

[9] El hombre del Cántico despierta a la vida en amor y por eso tiene que salir de su estado anterior, en éxodo exigente, que irá forjando su existencia. Este símbolo (salida, éxodo) nos lleva al principio de la tradición bíblica. Para encontrar su identidad, los hebreos tuvieron que salir de Egipto, los judíos cautivos dejaron Babilonia. Pero hay un éxodo anterior: el  de todos los hombres y mujeres que dejan por amor la casa de sus padres (cf. Gen 2, 24), en busca de un Amado que parece fugitivo: “En una noche oscura, /con ansias en amores inflamada / ¡oh dichosa ventura! /salí sin ser notada / estando ya mi casa sosegada” (Noche 1).

[10] La amante no vaga y vuelve donde estaba, por sendas perdidas (como en Heidegger: Holzwege), sino que va avanzando en amor, por itinerarios con huellas recientes que va dejando el Amado, creando así un espacio de amor para seguirle.

[11] La primera palabra nace para expresar el amor, no para enunciar ideas (Descartes), leyes morales (kantismo) o argumentos en una situación ideal de comunicación (J. Habermas, Crítica de la acción comunicativa I-II, Taurus, Madrid 1987; cf. también K. O. Apel, La transformación de la filosofía, Taurus, Madrid 1985).

[12] He desarrollado el tema del origen religioso del lenguaje en La palabra se hace carne. Teología de la Biblia, Verbo divino , Estella 2019. En este contexto podría haber aludido a la Cábala, en la que Dios se retira para que los hombres puedan buscarle en el hueco que ha dejado: un Dios a quien no debiéramos buscar no sería divino y un Amado a quien no hubiera que llamar no sería persona.   Quien impusiera su amor no sería Amado. Por eso tiene que irse, porque buscándole alcanzamos su realidad y la nuestra, nos definimos como amantes.  

Volver arriba