¿Quién manda en Roma? ¿El Papa o su Curia?

El poder legal lo tiene el Papa, todo el Poder
El pasado 10 de febrero presenté un trabajo sobe los “trece poderes” del Vaticano. Ahora me pregunto: ¿A quién pertenecen esos poderes? ¿Al Papa o a la Curia? Sólo al Papa. La Curia, en cuanto tal, no tiene poder ninguno, ni autoridad propia (ni personal, ni colegiada: esa autoridad la pueden tener los obispos). La Curia es un puro organismo gestor al servicio de Papa, que tiene el poder total, como dice el Derecho Canónico:
--- Canon 331: El Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirse a sus sucesores,
es cabeza del Colegio de los Obispos,
Vicario de Cristo
y Pastor de la Iglesia universal en la tierra;
el cual, por tanto, tiene, en virtud de su función,
potestad ordinaria, que es suprema, plena,
inmediata y universal
en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente.
--- Canon 332 § 1. El Romano Pontífice obtiene la potestad plena y suprema en la Iglesia mediante la elección legítima por él aceptada juntamente con la consagración episcopal. Por lo tanto, el elegido para el pontificado supremo que ya ostenta el carácter episcopal, obtiene esa potestad desde el momento mismo de su aceptación. Pero si el elegido carece del carácter episcopal, ha de ser ordenado Obispo inmediatamente.
La Curia no tiene en sí ningún poder legal propio, sino el poder delegado que le quiera dar el Papa:
Canon 360. La Curia Romana, mediante la que el Romano Pontífice suele tramitar los asuntos de la Iglesia universal, y que realiza su función en nombre y por autoridad del mismo para el bien y servicio de las Iglesias, consta de la Secretaría de Estado o Papal, del Consejo para los asuntos públicos de la Iglesia, de las Congregaciones, Tribunales y de otras Instituciones, cuya constitución y competencia se determinan por ley peculiar.
Can. 361. En este Código, bajo el nombre de Sede Apostólica o Santa Sede se comprende no sólo al Romano Pontífice, sino también a no ser que por su misma naturaleza o por el contexto conste otra cosa, la Secretaría de Estado, el Consejo para los asuntos públicos de la Iglesia y otras Instituciones de la Curia Romana.
Todo el poder lo tiene, por tanto, el Papa,
El papa ejerce, según eso,
un poder teocrático individual
Supremo
Pleno
Inmediato
Y universal...
(sin más limitación que su conciencia… )
Según eso, el Papa podría destituir mañana mismo a toda la Curia, sin excepción ninguna, quedando él solo, como obispo de Roma
No conozco ningún poder del mundo que pueda hacer eso (a no ser la Teocracia del Sumo Sacerdote judío de la que hablaba Flavio Josefo...
Con la legislación actual, el Papa puede cambiar mañana toda la curia, mandar a su casa a todos los cardenales y secretarios, jefes y subalternos...
¿Qué pasaría?
¿Sería prudente hacerlo?
¿Debería haberlo hecho Benedicto XVI, en vez de escribir una carta como ha hecho?
¿Es la hora de un cambio?
Pienso, por eso, que ha llegado la hora de introducir en esa autoridad del Papa un cambio radical, no unos retoques exteriores, a no ser que queramos que se extinga y diluya, convertido en un simple recuerdo y folklore (¡qué grande ha sido!¡qué hermoso era verle con suizos y cardenales!). No queremos que el Vaticano sea plaza de disputas religiosas (como la explanada del viejo templo de Jerusalén), sino espacio abierto para el encuentro de todas las confesiones cristianas (religiosas), lugar privilegiado donde llegan los pobres, enfermos y niños (como supone Mt 21, 14-17).
Partiendo de eso, quiero ofrecer en los días que siguen pequeños reflexiones, proponiendo unos cambios que en el fondo son pequeños, no sólo para el Papa, sino para la Iglesia y, en algún sentido, para la humanidad en su conjunto, a partir de la buena noticia de Jesús (cf. Lc 4, 18-18), que vincula en comunión a todos los hombres y mujeres de la tierra, partiendo de los pobres.
Tipo de autoridad en la iglesia
La iglesia pertenece a las cosas de Dios, no del Cesar (cf. Mc 12, 17 par), por eso su unidad no se consigue con política. Lo opuesto a Dios es la «mamona», el dinero absolutizado (cf. Mt 6, 24 par); por eso, las cosas del Papa no necesitan bienes económicos. Siguiendo en esa línea, he de afirmar que el «señorío de los papas» ha de entenderse como expresión de la unidad que Jesús quiso establecer entre los hombres (cf. Jn 17, 21), a partir de los pobres, no para que ellos tomen el poder, sino para que expandan y desplieguen gratuitamente el amor que por gracia han recibido (cf. Mt 10, 8). El imperio continúa, pero la iglesia no es imperio. En ese fondo se sitúan mis afirmaciones:
1. Existe el imperio del César. Avanzando en una línea que de algún modo se inició en la antigua Roma, los países de occidente han buscado un tipo de unidad mundial, expresada en las Naciones Unidas (tras la guerra del 1914-1918) y en la ONU (tras la del 1939-1945), pero de hecho han creado un nuevo imperio de dinero y armas (denario y espada), cuya cabeza actual es USA. Ese imperio ha puesto a su servicio una economía unificada y un ejército mundial contrario al evangelio de Dios. Así produce y defiende inmensas riquezas, pero se eleva y mantiene sobre la opresión de los pobres, a quienes expulsa del espacio de la vida, corriendo el riesgo de destruirse a sí mismo, como Ap 13 decía en su tiempo.
2. ¿Un sistema religioso? Algunos piensan que ese imperio del César moderno lleva en sí los gérmenes de su propia destrucción (como pasó con el de Roma) y que sólo los papas con el Vaticano podrían impedir su caída. Por eso, los papas con el Vaticano deberían presentarse como cabeza de puente de un proyecto imperial cristiano, con autoridad moral suprema sobre el mundo. Sólo así podrían enfrentarse al imperio mundial del denario (=dinero) y la espada, e impedir que los nuevos bárbaros lo acaben destruyendo (destruyéndose a sí mismos). En esa línea, tras la caída del viejo tipo de iglesia papal deberíamos crear otra mejor, en línea de sistema religioso.
3. Pero la iglesia no quiere un imperio religioso, sino la unidad que brota de Jesús, de manera que los pobres sean evangelizados. Por otra parte, como sabemos por la historia, un sistema religioso termina pactando con el imperio del César, teniendo que fundarse en la Mamona (en contra de la advertencia de Mt 6, 24). Por eso, si los papas quieren ser cristianos (y mantenerse de esa forma dentro de la iglesia) ellos tienen que fundar su vida y mensaje en el Dios de Jesús, que llama bienaventurados a los pobres y les introduce (con los excluidos y enfermos, pecadores y niños) en el nuevo templo de Cristo, en la Vida de Dios (cf. Mt 21, 14-16).
Ésta es la pregunta que queda en el aire: ¿cómo tendrá que mandar el Papa? El tema seguirá en lo próximos días.