No todos moriremos, pero todos seremos seremos transformados (=resucitaremos)

Hoy la completo, retomando su motivo básico, con unas palabras sorprendentes de Pablo que termina su argumento de la resurrección de esta manera:
Voy a revelaros un misterio:
No todos moriremos, pero todos seremos seremos transformados:
En un instante, en un abrir y cerrar de ojos...
los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible
y nosotros seremos transformados (resucitaremos...) (1 Cor 15, 51-53).
El sentido del texto es más complejo, como saben los especialistas, pero puede traducirse así.
-- Pablo cree que la resurrección final de los muertos, ha ya por Jesús... Es decir, en el triunfo definitivo de la Vida (=Resurrección), que es Dios.
-- Pablo piensa que los hombres y mujeres de la generación final (que para él era la suya: "nosotros") no tendrán quizá que morir externamente, pero serán transformados, por la Vida y Resurrección de Dios en Cristo.
De los que han muerto vivimos, por eso debemos agradecerles la vida, venerando su memoria, y de un modo especial damos las gracias a Jesús, que es la primicia y levadura de la Resurrección de Dios.
Porque los muertos se han ido, dejándonos la antorcha de la vida y un camino y camino abierto (¡especialmente Jesús, como digo!), podemos estar nosotros aquí, también por un tiempo, hasta que nos vayamos y seamos de otra forma, porque nuestra existencia es camino.
Por eso, fundándose en la historia de Jesús, que es "el primero de los muertos", dice Pablo que los muertos resucitarán... para añadir que nosotros (muramos o no externamente) seremos todos transformados por la fuerza de la resurrección.
Por eso creemos con Jesús en la resurrección (=transformación), porque Dios no es un Dios de muertos (pura sombra de luna sobre cementerio), sino de Vivos, como él mismo decía, refiriéndose a los patriarcas (cf. Mc 12, 27).
Por eso, creer en la resurrección significa creer que los muertos no han muerto del todo, pues ellos siguen haciendo el camino de Dios con nosotros, hasta alcanzar la plenitud total de la Vida que esperamos, que es el mismo Dios de Cristo. Ellos sustentan la marcha de este mundo, manteniendo viva la misericordia de Dios.

Creer en los muertos significa creer en la vida que es un don de inocencia, una tarea..., un don de Dios, al servicio de todos, y en especial de los más pobres, esperando la llegada de un mundo de justicia.
Por eso, en el fondo del "recuerdo de los muertos" está para nosotros, cristianos, el recuerdo de Jesús: ser como él para resucitar, para que un día la vida sea trasparente (transparentes e iluminados todos en Dios); para que un día la vida sea justicia y misericordia culminada.
En ese contexto, retomando los motivos básicos de san Pablo, en ese capítulo genial de su carta a los Corintios (1 Cor 15), quiero ofrecer una pequeña teología de los muertos..., es decir, de la esperanza de la resurrección, porque todos seremos transformados (es decir, resucitaremos en Cristo).
Imagen 1: Pira funeraria de un barco vikingo
2: Oración en un entierro musulmán
3. Cementerio católico vasco, con motivos tradicionales y cristianos.
1. Los muertos en las religiones de la naturaleza.
Los muertos están en el mismo proceso de la vida. Así lo han dicho las religiones cósmicas (o de la naturaleza), que introducen la historia del mundo y de los hombres en el ritmo incesante, siempre repetido, del eterno retorno de la vida. Eso significa que no hay fin, no existe meta alguna, sino rueda de generaciones y generaciones, una rueda que en el fondo es buena, porque es bueno vivir.
Lo que ha sido eso es, lo que es eso será, lo que es ya ha sido. De esa forma, los muertos están en el mismo ritmo de la vida, que vuelve de formas distintas, pero en el fondo siempre iguales. Siguen estando en la roca y el árbol, en el mar y la montaña, en las estrellas y el mar infinito.
De esa forma, los muertos se integran en el eterno retorno de la naturaleza, entendida como divina, realidad suficiente, absoluta. No hay un Dios personal, ni los hombres son de verdad individuales: vivimos de los muertos que han vivido antes que nosotros. Y así seguiremos viviendo. Por eso enterramos a los muertos, para que fecunden la tierra, como semilla de vida.
En algunas de estas religiones, el “alma” es Huaca, un alma cósmica. Esa es una palabra propia de los incas del altiplano sud-americano, que piensan que el hombre forma parte del todo divino cósmico. Huaca son las montañas, los ríos poderosos y, en especial, la madre tierra. Pero en ella son especialmente sagrados o huaca los que han muerto y siguen vinculados a su sepultura.
Por eso es fundamental el enterramiento: de la madre tierra venimos y en ella somos recibidos por la muerte. Quizá podemos decir que el alma de los hombres forma parte del gran alma cósmica, que es la divinidad de la tierra o huaca. Por eso, un día como hoy, en gran parte de la América profunda, los vivos y los muertos se descubren en sintonía superior de Vida. Así lo he sentido, por ejemplo, en México y en Perú, lugares donde el culto a los muertos sigue siendo garatía de sentido y vida pra millones y millones de personas.
2. Religiones de la interioridad.
Las religiones de la interioridad (hinduismo, budismo) tienden a decir que los hombres y mujeres somos más que mundo. Somos alma (interioridad, espíritu) que ha descendido de la altura de Dios y ha venido a introducirse en un mundo que gira y que gira, sin sentido alguno.
Así estamos en el mundo como en una cárcel: Somos el resultado de una caída… y por eso estamos encerrados en la materia. Por eso tenemos que volver a nuestro origen y patria, a lo divino, más allá de las estrella. Vuelve el polvo, vuela el alma el cielo… Por eso, estas religiones suelen quemar a los muertos: para que el alma se desligue de la materia, para que la vida interior se libere del peso del cuerpo y vuelva a su sitio, en lo divino.
De esa manera, la muerte no es retorno a los ciclos de vida de la tierra, sino separación liberadora. Las almas deben invertir el camino de caída y volver a su origen superior, superando así la historia. De todas maneras, los muertos han hecho que seamos lo que somos y así les damos gracias. En el fondo, somos ellos: somos todos los muertos que aún no han logrado purificarse y que vuelven, volvemos a la tierra que el liberemos el espíritu y salgamos de esta cárcel y Dios sea Dios para siempre y la materia se muera y destruya a sí misma, como pura materialidad sin alma.
En estas religiones… sólo se “salva” el mundo interior, el mundo exterior ha de perderse. Por eso, aquí no se puede hablar de resurrección ni, en el fondo, de transformación de este mundo, de justicia… Para superar la muerte es necesario, en el fondo, superar la misma vida.
La religión es, en el fondo, la forma en que los hombres y mujeres pueden superar la vida, el eterno retorno de los deseos que nos atan a la tierra. Los que han muerto de verdad ya no desean nada, no están en ninguna parte, sino en el puro más allá de la tierra del silencio. Da la impresión de que para superar la muerte hay que superar la vida, pues toda la vida el hombre en el mundo es muerte. Aquí importa la vida interior, la salvación del "alma", no la justicia y comunicacion entre los hombres. Desde ese fondo se puede hablar de reencarción y de inmortaldiad.
3. Reencarnación.
Conforme a esa visión, para todos aquellos que no se han purificado, lo que extrnametne es muerte se convierte en reencarnación: si no están pufiricados, los muertos vuelven a nacer... hasta que las almas se purifiquen de todo y vuelvan a lo divino. Las almas caídas, que somos todos nosotros, realizamos en este mundo un largo viaje de exilio y liberación, que se expresa en forma de re-encarnaciones.
Los hombres nacemos de un genoma biológico, que nos ha sido transmitido a través de una padres; nacemos también de una tradición cultural, que nos ofrece la sociedad y familia en la que nos socializamos; pero nacemos, finalmente, en el plano más profundo, de un proceso anímico.
Nuestra vida verdadera, el alma, proviene de otras almas y así sigue rodando en los giros de la tierra, hasta que logra liberarse y pasa a lo nirvana (se introduce en lo divino). Por eso nos reencarnamos unos en otros… en un proceso en el que sigue dominando la muerte, pues nacer de nuevo es nacer para morir... hque que lleguemoa a la no-muerte de la inmortalidad..
4. Inmortalidad.
Sólo a través de la superación de los deseos se puede lograr la “no muerte”, que es la in-mortalidad: llegar a ser inmortal es morir sin nacer de nuevo, superando el eterno retorno de una vida esclavizada a la materia.
Llegamos de esa forma a una muerte que en el fondo puede ser “no vida”, negarse a esta vida, superarla (para pasar a la in-mortalidad, que corre el riesgo de ser in-vitalidad). Esta visión es propia de las religiones de la interioridad, las almas van cobrando su propia diferencia, se vuelven independiente del grupo social y del cosmos, de tal manera que ella se identifican con el Dios que “no mundo”, con el Dios que “no vida”.
Esta visión de la inmortalidad es profunda, pero puede convertir a los muertos en “no-seres”, en realidades que no viven (que han superado la vida). Esta visión suele parecernos negativa, pero tiene elementos muy posiivos, si se enteinde como camino de superacion de la injstucia de esta tierra, como búsqueda de purificaciòn total... que nos lleva a un mundo "distinto", a otra ribera de humanidad aún no conocida.
5. Judaísmo y cristianismo.
El judaísmo ha superado la experiencia del giro del eterno retorno de los muertos, pero no ha tomado al hombre como un ser caído que debe abandonar la historia para elevarse y liberarse, saliendo de esta materia de muerte hacia el nivel superior (a-temporal) de lo divino.
Por eso, los judíos no han divinizado a los muertos (¡Dios es distinto!), ni les han tomado como puras almas, sino como portadores de una vida que debemos crear y trasformar, con la ayuda que viven y se dan vida en el tiempo, llamados a comunicarse la vida de una forma creadora, esperando una culminación que aún no ha llegado.
No estamos eternamente encerrados en esta materia del mundo, ni tenemos que salir del mundo para convertirnos en puras almas, sino que tenemos que “buscar un mundo nuevo” de justicia, donde podrán volver a la vida los que han muerto, en la resurrección final. Eso significa que los muertos no giran sin fin con el mundo, ni quieren salir de este mundo, para ser simplemente divinos, sino que nos están impulsando al futuro, a la resurrección de un mundo nuevo, pues no se ha revelado todavía aquello que seremos: Dios nos ha prometido un futuro de vida (un futuro con Mesías, un Reino de Dios) y debemos colaborar con Dios para alcanzar lo prometido.
Los cristianos somos judíos que confesamos que ese futuro de Reino, de vida, ha empezadota con Jesús, que ha resucitado ya. Por eso decimos que es el primero de los muertos, el primero de los que ya han resucitado. Morir significa, por tanto, poner la vida en manos de Dios, para que otros vivas, mientras va surgiendo (hacemos que surja) un mundo de justicia y reconciliación, donde se supera esta forma de muerte actual que nos domina.
Ciertamente, conservamos el valor de las representaciones anterior. Pensamos, de algún modo, que las antiguas religiones de la naturaleza tienen parte de razón: los muertos son un momento del proceso de la vida: su energía y su impulso permanece en las cosas, con ellos y por ellos existimos. También podemos pensar en el alma que “sale” de la materia y se eleva a lo divino, con las religiones orientales. Pero, en sentido estricto, pensamos que la muerte puede y debe convertirse en medio de comunicación de vida, en camino de resurrección: los muertos se van porque quieren dejar un lugar a los demás para que viva, regalando así lo que son, para que la vida se vuelve regalo de gracia. Así ha muerto Jesús, el vencedor de la muerte.
Resucitar significa “crear” (desde Dios y con Dios) una vida distinta, de comunicación amorosa, de gracia. No es salir de este mundo, no es negar la vida, para alcanzar un tipo de inmortalidad espiritualista, más allá de la materia, más allá del mundo. Resucitar es trasformar este mundo, esta historia, en lugar de amor que permanece de un modo distinto, en amor que surge del amor, en amor que crear nuevo amor. Resucitar es compartir en gratuidad la vida…