Sobre la poliginia. Fernando juega a la cartas con Sota de Bastos.
Por eso he dejado la partida de cartas (parcial) entre tres jugadores, que son conocidos en el blog. Ellos tienen la palabra. Fijaos bien: yo propuse en mi blog el asunto de las tres revoluciones (francesa, comunista y capitalista)… con sus implicaciones. De hecho, el grueso de los comentarios se han fijado sólo en una nota marginal que puse sobre la posibilidad de una revolución social, citando de pasada un libro de paso de X. Reich, que quizá un día podríamos comentar.
Fijaos bien de nuevo: propongo el tema de la revolución o las revoluciones y a la gente, de hondos pensamientos, le importa sobre todo el tema de si se pueden tener varias mujeres. Así está el patio, así somos. Y la cosa no me disgusta, pues el debate ha tenido tonos valiosos. Lo reproduzco sólo en parte. Perdonen los que no se sienten atentidos.
Sota de Bastos
(Exposición parcial de sus comentarios sobre mi tema de la revolución pendiente)
Esta revolución es el cierre de las otras tres y llevará a ellas automáticamente: 1. Todos somos personas. 2. Todos tenemos derechos formales. 3. Todos tenemos derechos económicos. 4. Y, si nos dejan formar libremente nuestras familias, la sociedad se integrará a través de las clases sociales, se distribuirá automáticamente la renta entre clases (al entrar pobres en las familias ricas) e, incluso naciones, y, como podremos todos estar o llegar a estar emparentados, todos se sentirán solidarios con todos y nadie querrá dejar a nadie sin seguro médico ni consentirá que se haga guerra contra ninguna nación.
Si no se hace caso a los precios, se utilizaría los recursos económicos disparatadamente (al servicio de intereses pueblerinos o prejuicios ideológicos, que es lo que hizo el comunismo) y olvidando el placer sexual físico y espiritual, es como se organizó el matrimonio en Grecia y Roma, produciendo abismos entre las clases sociales y, como reacción, produciendo prostitución y promiscuidad. La revolución sexual que está en marcha, no es la promoción del sexo como placer o promiscuidad, sino conceder a cada uno el derecho a formar una familia (que es el fin del sexo), según decida libremente.
Al llegar a la revolución sexual, Xabier dice: “La revolución sexual (W. Reich) (vinculada a la libertad individual y social en el plano del desarrollo de las relaciones humana, desde la perspectiva del placer)”. Y aquí se ve que Xabier sigue preso del paradigma greco-romano, que ve el sexo como placer, bueno para los epicúreos y malo para los estoicos, platónicos y esenios. Pues no: la muy primitiva concepción del sexo como placer es propia de ese orden social y consecuencia de ese orden social, porque como sólo admite el matrimonio clasista indo-europeo, no se ve más allá. El placer en el sexo es como la de los precios en la economía (que reflejan escaseces y obligan a asignar racionalmente los recursos productivos): servir de brújula para que las personas se casen por placer físico y espiritual (estar enamorado) y para que se organice el matrimonio de forma que se puedan casar todos, saltándose las barreras sociales y nacionales.
Ahí viene la revolución jurídica o formal: la francesa, curiosamente enemistada con el Cristianismo, porque sin los principios cristianos no tiene sentido dar derechos formales a vacas. La tercera es la socialista, que también es curioso que intenten basar las buenas obras de dar derechos económicos a todos sin partir del principio religioso de que todo hombre es hijo de Dios. Tiene el mismo poco sentido. Xabier dice que no sabe cuál será su próxima estrategia y está claro que no hay sino una: Ha fracasado el intentar hacer a todos iguales, porque la única igualdad posible, que es el próximo objetivo, es la igualdad de oportunidades de todos los ciudadanos, MÁS una serie de derechos iguales para todos: salud, enseñanza, trabajo y vivienda, éstos tres últimos en función de la capacidad de cada uno.
Por eso, toda la Edad Media hay un anhelo de “reformar la Iglesia”, o sea, volver al Evangelio y cuando se reforma, los protestantes no se atreven a ser consecuentes, para que no los liquiden y la reforma se queda en quitarle el poder a Roma, para dárselo a los reyes de cada país y los católicos se atrincheran en lo mismo: nadie se atreve a independizar el Cristianismo de la cultura occidental. Las dos pseudo-reformas se enfrentan a muerte el XVII y el escándalo es tal que el XVIII es la pérdida de la fe y el intentar seguir por medios laicos. Eso es la masonería y su hija, la revolución de EE. UU.
Como eso les dio el poder, ahí se atascaron las iglesias, excepto los judeo-cristianos, que dispersados al destruirse Jerusalén, resucitarían con el Islam (analicen despacio el Islam y verán que dice lo que le decían Pedro y Santiago a Pablo), que, al igual que el judeo-cristianismo se atasca en el cumplimiento de la Ley y sólo sirve para culturas semitas (que es el sentido de lo que contestaba Pablo a Pedro y Santiago). Al igualar el Cristianismo con el orden greco-romano, se hizo inhumano y se le empezaron a escapar los fieles y, para impedirlo, no tuvieron otra opción que: A. Prohibir leer las escrituras, para que la gente no viese el cambiazo. B. Llamar herejes a los que no lo aceptaban y usar la violencia c. Evangelizar a las otras culturas a base de guerras y destruirlas.
No caemos en la cuenta de la revolución que es eso, si no pensamos que en India han asesinado en los últimos 20 años a 10 millones de niñas, lo mismo se hace en China, los aztecas hacían sacrificios humanos, y a lo que llevó la revolución anticristiana del nazismo. El que en EE. UU. se resista al intento de Obama de dar cobertura médica a 47 millones de americanos que no la tienen, sólo se entiende pensando que los sajones fueron cristianizados tardíamente y todavía no han comprendido que esos también son personas. Pero, como dijo Lenin la historia avanza siempre dos pasos adelante y un paso atrás y el paso atrás es la conversión del Cristianismo a la ética y orden social greco-romanos, de donde vienen todos sus males: la esclavitud, el matrimonio indoeuropeo como obligatorio, el poder absoluto y el derecho de propiedad absoluto romano.
Es magnífica la exposición de Xabier, pero haré unas precisiones. Si queremos hay una revolución 0, que es la introducción del monoteísmo por los judíos (no sé lo suficiente, pero tengo la sensación que el monoteísmo surge en Egipto y los judíos lo importan de allí). Ésta es indispensable para todas las demás, porque si hay varios dioses, cada uno puede referirse al que quiera y surge el problema insoluble que ya formularon los griegos: ¿A quién hay que obedecer, a los dioses o a la ética?). El Dios único contesta a la pregunta, porque Dios es la ética hecha persona (mientras no se entienda esto, se pensará que los budistas son ateos o los budistas podrán pensar que nosotros somos idólatras). La primera revolución es indudablemente el Cristianismo y sin ella las demás no tienen sentido: el decir que todo ser humano es una persona, hijo de Dios y prójimo.
Vuelvo a subrayar que la consideración del sexo como placer no es una revolución, sino un rasgo más de la contra-revolución conservadora, o sea, la Roma pagana a lo bestia. De esa forma, los ricos tienen un inmenso harem de mujeres pobres –incluidas las tailandesas para el turismo sexual- sin ninguna obligación hacia ellas y, por favor, que aborten, no les vayan a salir competidores a los hijos que han tenido con la mujer rica con la que se casaron. El dinero y el poder político se queda en los de siempre. Como ya hay revistas internacionales que piden se autorice el tráfico de órganos, el resultado es perfecto: sueldos bajos para los demás y así podemos comprar a sus mujeres y sus órganos. Y bajar los impuestos (progresivos), para que el déficit no permita pagar los estudios ni la salud de ese ganado de pobres, no nos vayan a subir el precio de sus mujeres o sus órganos.
Fernando
(Discurso razonado de conjunto)
Bueno, esto es un recuerdo de pasadas intervenciones,
de viejas historias no sé si revolucionarias o contrarrevolucionarias, pero que, según se ve, siguen dando mucho juego. ¡Vuelven las guerras polígamas!
Bien está, aunque me veo en una extraña situación, porque reconozco que el tema dista de soluciones fáciles. Ya decía Levi-Strauss que el matrimonio (el régimen institucional de la estructura familiar básica) es un encuentro dramático entre la naturaleza y la cultura. Por eso, dar repuestas culturales para el caso de la poligamia tipo “hay-que-ver-cuantas-mujeres-pobres-hay” o, por el contrario, naturalistas (conviene más la poliginia que la poliandria), pues, qué quieres que te diga amigo Sota de bastos, la cosa no da mucho de sí.
Y perdona por mediar de nuevo en la discusión, pero es para echar una amigable charla. Siento también alargarme, lo que ruego la cortesía de las lectoras.
Analicemos la cuestión.
Es obvio que ha existido y existirá la poliginia. Es igualmente obvio que ha sido la resultante de una forma de entender la sociedad no tanto bajo el modelo patriarcalista –que es también monógamo–, sino de política familiar de propiedad, la misma que regula la unidad familiar tradicional, con la salvedad de que ya no se trata de propiedades materiales exclusivas (casa, bolsa común, alimentos, etc.), cuanto de estas mismas posesiones sumadas a las mujeres e hijos, los cuales garantizan que hay una sola sangre masculina que recorre toda la descendencia.
En el sistema poligínico clásico, como en cierta monogamia patriarcal, las mujeres son siempre propiedades –con derechos, sin duda– lo que lleva a sospechar que no existe alternativa saludable entre ambas si de mera propiedad hablamos y más si recabamos soluciones directas a la pobreza y la exclusión.
Es decir, puede resultar claro –por no decir, innecesario– que en situaciones sociales pésimas, lo malo se convierte en conveniente si de sobrevivir se trata. ¿Resulta entonces plausible un matrimonio concertado en según qué circunstancias? Como dijo San Agustín en “La Ciudad de Dios”, una forma de restaurar el vínculo de linaje, antes de que fuera demasiado remoto, es que el vínculo del parentesco se mantuviera firme, y de esa manera la concertación entre familias era parte necesaria de la estructura familiar. Tal era la solución ante un posible peligro de pérdida en la continuidad del parentesco, lo que en las sociedades desarrolladas –es decir, de mayor intercomunicación–, resultaría absurdo.
De igual modo, ¿puede reconocerse a la esclavitud como una situación menos perversa que la miseria? Hablo en términos de situaciones límite, lo que parecería entrañar, si seguimos la lógica del argumento, otra solución radical.
Todos sabemos por la historia de Estados Unidos
que cuando la población esclava norteamericana fue liberada tras la Guerra Civil, muchas familias negras quedaron a la intemperie y abandonadas a su suerte, sin posibilidad de integrarse en la sociedad –muy racista– y lejos del entorno social y familiar seguros que el esclavismo del Sur les prodigaba. Pero ese hecho dista de ser plausible dada una previa constitución de carácter filosófico en la que todos los seres humanos reconocen que la esclavitud es intrínsecamente perversa. Escoger la vía de retorno a la esclavitud como remedio de lo pésimo, si ello es el caso, es contribuir a que lo pésimo se prolongue en el tiempo bajo la condición de su misma necesidad de solución.
Por tanto, y volviendo al tema, creo que la poliginia no supone un avance saludable en lo económico para que ciertas mujeres salgan de su pobreza. Participa de la misma ejemplificación de lo muy malo frente a lo perverso. Es posible que en el estado de lo pésimo, repito, sea una alternativa malísima para sobrevivir; pero ese proyecto conlleva a la larga hacer de la mujer no una mujer pobre, que es lo que se pretendía resolver, sino en una mujer-propiedad dependiente de por vida aunque, eso sí, alimentada y compartida con primeras o segundas esposas. A ello se suma el peligro postrero –y constatado históricamente– de la pugna entre los hijos de las diversas esposas por obtener la sucesión, en algunos casos con sangre derramada y destrucción de toda la unidad familiar: la poliginia convertida entonces en harén de maniobras político-económicas.
Por eso, te digo la verdad, amigo Sota de bastos, la defensa de la poliginia tiene un tufo de autocomplaciencia
verdaderamente sospechosa cuando a todo lo anterior se suma ese ataque de puritanismo de última hornada, en la que se clama por las hipocresías sexuales de la monogamia y sus descarriadas costumbres.
Puesto que hay adulterio, prostitución, etc., fíjate que desastre de inmoralidad que requiere de la recuperación explícita e institucional de la poliginia para, de este modo, meternos en cintura o, mejor, contribuir a nuestra sanación de costumbres. Pues mira no. Además de que, como bien sabes, en sociedades mixtas polígamas-monógamas siguen existiendo tanto el adulterio como la violación, la pede.rastia y la prostitución, tal tesis dista de ser legítima si aceptamos como premisa que los promotores de la poliginia institucionalizada son sólo varones, de lo que cabe sospechar intenciones ciertamente interesadas.
Advierte que he dicho “poliginia institucionalizada”, subrayado necesario frente a otras consideraciones de tipo multirrelacional no institucionalizadas y garantizadas por la Constitución y el Derecho común.
Me podrás decir que hay mujeres que valoran este modelo polígamo. Pues sí. Vi hace tiempo un programa de televisión (canal Odisea) en el que algunas feminas (muy pocas), estaban muy contentas de compartir un solo hombre entre varias mujeres. Eso pasaba en ciertos estados de EE.UU., en una especie de mixtura curiosa entre hipismo, comunidad mormón y dadaísmo intelectual. Claro que también había mujeres muy contentas en tener dos maridos, lo que me lleva a considerar que no se trataba de poligamia institucional sujeta a derechos, sino de experimentos afectivos que son respetables conforme a la libertad de relación que seres adultos adoptan entre sí, aunque no referentes sociales de garantía.
Y si nos ponemos exquisitos, eso me recuerda a la anécdota que contaba esa singularísima mujer que fue Maryse Choisy
de un matrimonio congoleño que marchó a Francia con una importante beca para estudiar. Matriculados ambos en la Facultad de Medicina, como la mujer no era capaz de sostener al tiempo las cargas de la casa y los estudios, y ante la dificultad de contratar una criada, le recomendó al esposo conseguir una segunda esposa para que llevara la casa mientras ella continuaba sus estudios (Maryse Choisy “Psicoanálisis de la prostitución”, cap. VI, Paidós 1964).
Como ves, se trata de una “airosa” solución -eso de airosa entre comillas- que sólo revela la consideración de la mujer como un ente de limpiapolvo-cocina-lavaplatos que otra mujer a su vez aceptaba como poliginia de necesidad ante la incapacidad o empeño del varón de no querer ser igual a ella y compartir sus labores.
En conclusión: nada de romanticismos.
Si nos ponemos naturalistas utópicos o sermoneadores de la moral socioeconómica y sexual, las cosas de la sexualidad y la familia se tornan tan ajenas a la realidad que se hacen fantasmales. La distribución de los papeles sociales en igualdad garantizada exige de la libertad de la relación dentro de los márgenes que la sociedad es capaz de asumir. Pero si es garantizada, estriba en que dentro de cualquier unidad social, tanto hombre y mujer son iguales por la misma capacidad de elegir y adoptar sus relaciones en orden a la constitución de una familia.
Insisto entonces en lo que ya dije: si hay multirrelaciones, las hay en doble dirección, porque no se trata de soluciones morales o económicas, sino de la libertad de una mujer o un hombre en elegir su modo de vida. Si hay muchas esposas, éstas tienen derecho a elegir múltiples esposos (si es que hay para todos, claro).
Yo por de pronto adopto la modestia de que no me mantengan varias mujeres,
porque algo de ello me barrunto en esta imprevista reviviscencia en la defensa de la poligamia. Como tampoco me sentiría capaz de mantener a varias esposas e hijos, toda vez que uno no ve cómo es posible llevar a cabo tal empresa salvo que se tenga muchísimo capital y mujeres dispuestas a tragarse semejante engendro. Sería por ello no una estrategia activa contra la pobreza de las mujeres, cuanto acaparamiento de un varón con muchísimos recursos respecto de los otros varones como menos capacidad. Y a la inversa para la poliandria.
Acabo por tanto, pidiendo disculpas por esta larga disertación. No pretendo convencer, desde luego; sólo, dejar ciertas consideraciones al albur de un post que no estaba dedicado en absoluto a esta cuestión. Te mando abrazos Sota de bastos y mis mejores deseos.
Una apostilla de Emilita
Es curioso todo lo que aquí se dice y discute, algo que no pienso hacer. Pero sí voy a aportar una pequeña estadística “testimonial” que lejos de ser simplista, encierra todo un mundo de sugerencias.
Hablo de las ancianas de una residencia de mayores, todas ellas válidas (no asistidas) y con una media de 84 años.
Después de 10 años trabajando con ellas un día se me ocurrió hacerles una pregunta: Si volvierais a nacer ¿os casaríais?...La respuesta, apabullantemente mayoritaria fue un NO rotundo.
• No dudaron
• No tuvieron que pensar mucho
• Todas han amado mucho a sus esposos
• Todas han sido sostenidas por ellos económicamente
Confieso que semejante conclusión me desconcertó porque no era lo que yo esperaba. Después a medida que daban sus razones fui comprendiendo.
• Casi todas se han sentido más madres que esposas
• Conocen y disfrutan ahora la libertad de ser ellas mismas
• Los cambios sociológicos que están conociendo afectan (no sabemos cuanto) a la percepción y conciencia de su propia personalidad
• Se han dado varios casos de “romances” entre residentes, pero sin llegar al matrimonio
Dicho esto, quiero añadir algo a título personal: Este NO de las mujeres nonagenarias es una forma moderna de revolución, de lucha y condena de cualquier sistema opresor, incluso bajo presupuestos de supervivencia o normas sociales.
Y quiero dejar claro el asunto, referido siempre a este puñado de mujeres, madres, abuelas, bisabuelas y hasta una de ellas tatarabuela...
No, no es el caso que crean no necesitar del marido muerto, ni tampoco que rechacen el papel de madres. Al contrario, alguna ha tenido hasta 8 hijos todos varones...la cosa va por otro lado.
Ellas llevan un puñado de años siendo ellas solas y curiosamente aunque esta soledad del individuo sea justamente su talón de Aquiles ha sido también la ocasión de que disfruten de una libertad, más percibida que real, pero a fin de cuentas libertad personal, que ha hecho que descubran otros deseos que evidentemente no tienen que ver con el marido. Les hubiera gustado ser independientes, tener estudios, poder viajar, y un largo etc. para el que se dan cuenta que no necesitan a un marido, es más, que este marido que ellas tuvieron no fué precisamente el mejor promotor de estos deseos recien descubiertos...
Creo que es un problema de libertad y de deseos insatisfechos relacionados con uno mismo más que otra cosa...
Y es que una vez más...."no sólo de pan vive el hombre....y la mujer"
Comprendo. Eso tiene lógica. Es que la mayor parte de las mujeres felices que yo conozco se han planteado el matrimonio de otra manera. Gracias por explicarlo.