Es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra

Estas palabras forman parte de uno de los capítulos más famosos de la literatura española: La lucha de Don Quijote contra los molinos de viento (Don Quijote de la Mancha I, 8). Ha salido Don Quijote, el caballero cristiano, a luchar contra todos los enemigos de Dios y de la buena raza humana, con Sancho, su amigo y escudero y, llevado por su ardor militante, imagina que los molinos de viento son enemigos que deben combatirse, entablando batalla contra ellos.

Esta escena parabólica nos lleva al centro de la historia hispana, que muchos han concebido y siguen concibiendo como cruzada contra de todos los enemigos de la fe. En este contexto pronuncia Don Quijote las palabras arriba citadas, que son una paráfrasis de las que dijeron a Dios los siervos de la parábola del trigo y la cizaña.

Don Quijote se siente luchador y caballero en las batallas de Dios y así combate, como seguiremos viendo, creyéndose fidelísimo cristiano, pero siendo en el fondo un cristiano equivocado, con sucede a la mayoría de los caballeros militantes de una fe empeñada en matar gigantes. Pero lo del Quijote es una parábola hermosísima, para hacer pensar. En otros casos, la persecución de los auto-denominados caballeros de la fe no es parabólica, sino despiadada y sangrienta (como nos ha contado en los comentarios de ayer J. M. Gonález). Por eso es bueno que sigamos leyendo el evangelio, de la mano del Quijote.

Imaginemos a Jesús sentado, como el amigo Don Sancho, conversando con Don Quijote, después de esta "famosa aventura".

Don Quijote I, 8

En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vio, dijo a su escudero:

-- La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.

--¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza.

-- Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.

-- Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino.

-- Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.

Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas:

-- Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.

Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por Don Quijote, dijo

--Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.

Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante, y embistió con el primer molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle a todo el correr de su asno, y cuando llegó, halló que no se podía menear, tal fue el golpe que dio con él Rocinante.

-- ¡Válame Dios! dijo Sancho; ¿no le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no los podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza?

-- Calla, amigo Sancho, respondió Don Quijote, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza, cuanto más que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón, que me robó el aposento y los libros, ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo han de poder poco sus malas artes contra la voluntad de mi espada. Dios lo haga como puede, respondió Sancho Panza.

OTRA VEZ LA PARÁBOLA DE JESÚS:

Desde ese fondo podemos volver a la parábola del trigo y la cizaña (Mt 13, 24-43). Éstos son algunos de sus motivos:

Oposición entre los sembradores, Jesús y el Diablo;

La iglesia (el mundo) como un campo mixto donde crece trigo y cizaña;

Imposibilidad de discernir en este mundo el trigo y la cizaña, pues están muy mezclados;

Habrá juicio final, con la división buenos y malos. Pero ese juicio no puede anticiparse en este mundo



VOLVER A LOS PERSONAJES

-- El hombre que sembró buena semilla en su campo…
Es un personajes de parábola: No se dice quién es (Cristo, cada persona…). Pero en sentido amplio se puede aplicar a Dios, que ha sembrado una semilla, su semilla, sobre el mundo. La misma creación aparece así como siembra de Dios.

-- Mientras su gente dormía, vino su enemigo y sembró encima cizaña...
La parábola supone que el hombre (Dios) no dormía. Los que dormían eran sus “servidores” (los hombres…). Dios “veía” la operación (la mala siembra) y, sin embargo, no hizo nada por impedirlo ¿Por qué? La parábola calla. En el campo de este mundo no hay sólo semilla de Dios.

-- ¿Cómo es que el hombre-sembrador tiene un enemigo?
¿De dónde le ha salido? ¿Por qué le permite que siembre? ¿Por qué no coloca guardias-vigilantes en la noche, en torno al sembrado, perros policías, sistemas de alarma electrónica? Éste es un Dios paradójico: Siembra un campo y parece dejarlo a merced de los “enemigos” en la noche.

-- Cuando brotó el trigo y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo le dijeron…. “¿Quieres, pues, que vayamos a arrancarla?”
Los siervos han comenzado a distinguir el trigo limpio y la cizaña… y quieren resolver el tema desde ahora, logrando que en el campo sólo crezca la buena semilla… Son los inquisidores, van mirando (inquiriendo) con buena lupa en el campo. Son los policías, quieren arrestar a los culpables, son los buenos don quijotes, quieren matar a todos los molinos de viento…. Es evidente que hay algo que no funciona bien en el campo (al menos desde la visión de los servidores…

-- El amo responde: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega.
El “amo” no niega que exista cizaña, pero añade que los “servidores” no pueden distinguirla bien del trigo. La parábola supone que el trigo y la cizaña no pueden distinguirse bien, que no hay “siervos” capaces de separarla con limpieza… por la dificultad de distinguir las dos plantas… y por la agresividad de los siervos que quieren quedarse con un campo donde se expresen sólo sus intereses (la gente que a ellos les parece buena).

PROFUNDIZAR

-- El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino…
Los “hijos del Reino” son buena semilla, simiente de Dios, llamada a dar fruto. Dios no quiere que sus amigos sean policías, sino semilla de Reino, germen de una vida que les sobrepasa. Esto es lo que “toca” a los creyentes: ser germen de vida en el mundo.

-- Don Quijote, una dislocación óptica
Cervantes ha luchado en Lepanto. Le han dicho que era necesario limpiar el Mar Mediterráneo y la tierra seca de adversarios de Dios y como bravo ha dejado “medio brazo” en el intento. Después ha estado largos años cautivos de piratas y de musulmanes… Ahora, pasado el tiempo, quiere ver las cosas de otra forma. Ciertamente, sigue siendo Don Quijote, luchando contra molinos de viento, enemigos de la fe, mala semilla que debe arrancarse de la faz de la tierra. Pero él sabe ya bien, como Don Sancho, que los pretendidos gigantes son molinos de viento.

-- Don Quijote contra el Dios de Jesús
La parábola decía “no arranquéis la cizaña…”. Don Quijote, en cambio, más cristiano que Cristo, quiere arrancar esa mala cizaña… engañándose en la lucha y quedando maltrecho en el intento (quizá como la España maltrecha de luchar contra turcos, herejes e infieles sobre medio mundo). Este Quijote, caballero cristiano, sabe “convertirse”, abandonar ese tipo de lucha… aunque sigue en su intento de “cruzado”, cruzando las tierras, asomándose a los mares.

Dejemos así la parábola de Cristo y el sabio comentario de Cervantes, lleno de humor.

Dejemos que venga Jesús y converse con Don Quijote y con Sancho, con buen aceite de curar heridas, con vino fuerte para remediar quebrantos, con palabra amistosa...

Quedemos hoy con la parte amable.Otro día podremos precisar los rasgos más duros que pueden estar en su fondo.
Volver arriba