Pascua y vacunas "Es tiempo de retirar grandes piedras, de renovar nuestra mirada"

Luz
Luz

"Esta vacunación masiva, desigual, diferente, globalmente injusta y discriminatoria, a pesar de todo, bien pudiera ser una oportunidad para intentar "vacunarnos" contra todas las pandemias éticas y sociales"

"Propongo como vacuna reflexiva y espiritual una lectura pausada y comprometida del relato que nos presenta Marcos en el último capítulo de su evangelio (16, 1-8)"

"El relato de Marcos (el amanecer, el primer día, la piedra retirada, el joven y la vestidura blanca…) son elementos simbólicos de una parábola enormemente evocadora, que afianza la esperanza: cualquier barrera puede superarse"

"La vida se impone. La justicia y la Fraternidad Universal son alcanzables: la iniquidad no es el camino, el camino es la justicia"

Esta vacunación masiva, desigual, diferente, globalmente injusta y discriminatoria, a pesar de todo, bien pudiera ser una oportunidad para intentar “vacunarnos” contra todas las pandemias éticas y sociales –también globales- y con un elevado coste de vidas humanas. Conviene tener en cuenta, además, que la pandemia provocada por el Covid-19 tiene algunas características bastante más de humanas y humanizadoras que las enfermedades y miserias generadas por el egoísmo y la ambición desmedida.

Digo humanas porque la fragilidad es condición de la existencia y porque somos vulnerables en esencia; y digo humanizadoras porque (a pesar de que muchos países se enfrentan a ella con sistemas precarios de salud y conflictos que agudizan los problemas sociales, sanitarios y económicos provocados por la crisis), esta pandemia nos iguala a todos, derriba fronteras y privilegios y nos está obligando a pensar juntos como salir de ella, también juntos.

En este tiempo de vacunación que coincide en el tiempo con los 50 días que dedicamos los cristianos a celebrar la Pascua (victoria de Jesús de Nazaret sobre el odio y la violencia, y sobre la misma muerte), propongo como vacuna reflexiva y espiritual una lectura pausada y comprometida del relato que nos presenta Marcos en el último capítulo de su evangelio (16, 1-8).

Una parábola de la resurrección de Jesús

En primer lugar, conviene tener en cuenta algunas características de este texto:

-Se trata del primer y más antiguo relato de la resurrección de Jesús que nos ofrecen los escritos del Nuevo Testamento, es el más breve y no cuenta una “aparición” de Jesús, curiosamente es el único relato de la resurrección en este evangelio. No cabe mayor brevedad y sencillez para expresar la causa y el origen de la fe en Jesús de Nazaret como Libertador Universal: su resurrección.

- El relato de Marcos contrasta enormemente con el resto de los evangelios: Mateo tiene dos relatos (28, 9-10 y 28, 16-17), Lucas dos más, entre ellos el Camino de Emaús (24, 36-49) que es la narración más larga y (24, 36-49); finalmente Juan en dos capítulos presenta cuatro relatos de las llamadas “apariciones” (20, 11-18; 20, 19-23; 20, 26-29 y 21, 1-23).

- Propongo interpretar el relato de Marcos como una parábola. Dejaremos de lado la verdad o la historicidad de los hechos que narra. No para negarlos sino para centrarnos en su significado: Dios ha dado su respaldo a Jesús y a su causa y ha dicho “¡no!” a los poderosos, sabios y entendidos que terminaron con él. Dios ha reivindicado a Jesús. Propongo una lectura simbólica, que lo es, sobre todo para recuperar el relato como “palabra viva”, capacitada para iluminar nuestra realidad veinte siglos después.

Vamos, pues a releerlo no sólo para alentar nuestra fe, sino también para recuperar su fuerza liberadora.

"El primer día de la semana, muy de madrugada,
a la salida del sol, fueron al sepulcro"

Ha quedado atrás el escenario más dramático e incierto de quienes amaban a Jesús: la cruz. El miedo y la decepción han herido profundamente el corazón y el alma de aquellos primeros discípulos y discípulas. No obstante, comienza un nuevo amanecer.

También para nosotros, heridos en el cuerpo y en el alma por la actual crisis sanitaria, en el horizonte parece vislumbrarse un nuevo amanecer. Esperemos que, la luz del nuevo día sea el punto de partida para dejar atrás el dolor y el sufrimiento de este largo año de pandemia. Ojalá sea también un nuevo amanecer para salir de la noche oscura de los derechos humanos, que también la pandemia, ha acentuado, como pone de manifiesto el Informe Anual de Amnistía Internacional en las investigaciones realizadas durante 2020. Este Informe no solo refleja las grandes desigualdades existentes, sino también, como diversos países del mundo han instrumentalizado la crisis sanitaria para atacar o limitar los derechos humanos de sus ciudadanos. (La situación de los derechos Humanos en el Mundo 2020-21).

Es tiempo de salir y volver a la vida. Y tiempo, también, de que esa vida sea significativamente mejor y más humana. La fragilidad seguirá, la muerte también, son condiciones inevitables de la existencia humana.

Pero el corazón y la sabiduría pueden encontrar cómo convivir con ellas, cuidándose y cuidando el cuerpo y los derechos de todas las personas que habitan en este hermoso Planeta, que también hemos de cuidar bastante más. Las vacunas nos ayudarán a encontrar esperanzas minúsculas en lo que a la vulnerabilidad biológica se refiere, no obstante insuficientes.

Pero son necesarias esas otras vacunas que nos ayuden a encontrar esperanzas mayores en las posibilidades del verdadero desarrollo humano. El Papa Francisco insiste: “El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente… tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos” (Fratelli Tutti, 168).

"Quién moverá la piedra que impide la entrada al sepulcro?"

Esas mujeres, discípulas de Jesús, que van hacia la tumba de Jesús, no piensan ni por un instante que Jesús ha podido resucitar. La crucifixión ha herido de muerte toda esperanza. Les preocupa únicamente: quién moverá la piedra que impide el acceso al cuerpo de Jesús. Pronto esta preocupación desaparece: “al mirar observaron que la piedra había sido ya retirada”, y eso que era “muy grande”. Al autor de la narración no le interesa sugerir cómo, ni quien, ha podido retirar semejante obstáculo. Es la mirada lo que quiere subrayar el autor.

Retirar las piedras, derribar barreras, abrir fronteras… Son grandes anhelos de la humanidad. El temor a no poder mover la “piedra del sepulcro” es una imagen que ilumina muchos acontecimientos que por ser extremadamente duros y dolorosos, nos sumergen en el miedo y la desesperanza: la muerte de seres queridos, una enfermedad súbita, un fracaso, la traición de alguien en quien confiábamos ciegamente… nos dejan inmersos en la oscuridad, todo parece haber acabado.

Ocurre también con algunas aspiraciones de tipo social (y eclesial) estructuras injustas, caducas, mediocres que nos mantienen decepcionados, desconfiados, tristes y resignados. Son “piedras enormes”, que nos conducen a pensar que esto siempre ha sido así, que este es nuestro destino, que pobres y ricos siempre los ha habido y los habrá, que las utopías son imposibles.

Aquellas mujeres, al mirar y observar, cambiaron de actitud, encontraron respuestas. Se empoderaron y siguieron adelante. El encuentro con Jesús será ahora nuevo, distinto, más liberador.

En este tiempo de vacunaciones masivas contra la Covid-19… es tiempo de renovar nuestra mirada y dejar atrás el desánimo y la indiferencia. Hay que observar la realidad, profundamente. Tenemos que discernir honesta y comunitariamente. Muy especialmente los creyentes cristianos: hoy sabemos que el verdadero “Cuerpo de Cristo”, confinado, excluido y enterrado, son los pobres y todas las víctimas de la injusticia, la violencia y el odio.

Tumba vacía
Tumba vacía

"No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado.
Ha resucitado; no está aquí"

Volvamos al relato de Marcos: las mujeres se acercan a la tumba, allí no está Jesús. En su lugar ven “a un joven vestido con una túnica blanca”. Se alarman, pero el joven (otra imagen) de la “nueva mirada” les habla, y su mensaje invade por completo el corazón, las entrañas y el alma: no os asustéis, el crucificado no está aquí. (No está demás abrir un paréntesis para recordar aquel entrañable diálogo del zorro con el Principito en el famoso cuento de Antoine de Saint-Exupéry: “solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”). Así es, ahora la mirada y los pasos, de estas mujeres se vuelven hacia Galilea, allí donde comenzó todo. Tendrán que retomar el camino y la causa de Jesús. Volverán al origen, retomarán su Palabra más hondamente y dejarán que su Espíritu vivificador, las seduzca de nuevo, con más vigor y fuerza. Ahora definitivamente, y para siempre.

También nosotros hemos de cambiar la mirada, observar, reflexionar, compartir, dialogar… Dejarnos mirar y mirar a los demás con los ojos del corazón. Solo así abandonaremos la noche oscura de la iniquidad retomando de nuevo nuestro camino, a la luz de la justicia y la fraternidad. “Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado” (Fratelli Tutti 35).

Es tiempo de vacunarse contra el Covid-19, con una o con otra vacuna. Es necesario “inmunizarse” para seguir en pie” hasta conquistar la vida, sanados definitivamente de las más inhumanas enfermedades de la humanidad: la guerra, el hambre, las desigualdades, la aporofobia y los fundamentalismos...

Será difícil, porque nuestro sistema económico y social lejos de combatirlas las afianza, y la indiferencia generalizada de los países y ciudadanos privilegiados las mantienen como si irreales fueran. No será fácil, pero para el Amor nada hay imposible (Lucas 1, 37), el espíritu de Jesús Resucitado es imparable y tiene la capacidad de transformarlo todo.


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El relato de Marcos (el amanecer, el primer día, la piedra retirada, el joven y la vestidura blanca…) son elementos simbólicos de una parábola enormemente evocadora, que afianza la esperanza: cualquier barrera puede superarse, siempre podemos volver a ponernos en pie, erguidos, con la dignidad propia del ser humano (hijos de Dios y hermanos). Jesús estuvo muerto y enterrado, pero la tumba no pudo detenerlo. La vida se impone. La justicia y la Fraternidad Universal son alcanzables: la iniquidad no es el camino, el camino es la justicia.

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