MI amistad con Alberto se remonta a 1986, cuando recién llegado de mi primera experiencia en Uganda en la casa de los misioneros combonianos en Madrid me tiraba por los suelos cuando nos contaba el chiste de los garbanzos, y muchos otros, y nos hablaba con pasión de su Jaén natal, y del pan cateto, que a pesar de los años que han pasado aún no he llegado a probar (espero no morirme sin hacerlo).
Yo regresé a Uganda en 1991. Tres años después nos volvimos a encontrar en Innsbruck, donde él acababa de terminar sus estudios y se preparaba para la tortura lingüística que le esperaba: pasar un año en Inglaterra aprendiendo inglés, dos más en El Cairo aprendiendo árabe clásico y otro de propina en Jartum aprendiendo árabe dialectal sudanés. En el año 98, estando él ya en el sur de Sudán en una zona afectada por constantes bombardeos, me visitó en Kitgum (norte de Uganda). Ya hay que tener humor. Recuerdo que un viaje de Kitgum a Kampala (400 kilómetros) nos lo tuvimos que hacer en tres días debido a los constantes rodeos que había que hacer para no caer en una emboscada de la guerrilla del LRA. Mi amigo Alberto venía con toda la ilusión de ver el Nilo en las cascadas de Karuma, y con los retrasos lo cruzamos de noche. Casi me estrangula cuando se lo mencioné.
A los dos nos gusta Africa más que a un tonto un caramelo, y eso que ambos hemos caido en zonas conflictivas y que si nos vemos en España y por casualidad acudimos a una verbena en cuanto suena el primer petardo nos echamos a temblar y nos tiramos al suelo por aquellos del estrés postraumático. Yo, personalmente llevo en Uganda ya 18 años, casi todo el tiempo en la zona conocida como el "Acholiland", que lleva 20 años en guerra y que por estos días en que hay conversaciones de paz puede estar alcanzando su anhelada paz. Cuando estaba para irme a hacer un año sabático mis jefes me preguntaron que si podía hacer me cargo de una revista que tiene los combonianos en Kampala y que se llama "Leadership", y yo que nunca digo a nada ni a nadie que no (mi madre me decía que si hubiera nacido niña habría sido la deshonra de la familia), pués acepté. Bueno, la verdad es que además de Africa también me gusta escribir y llevo el periodismo en la sangre, fruto de los cinco años que me pasé en las aulas de Ciencias de la Información en la Complutense. Ya saben, uno ha sido cocinero antes que fraile.
Tengo muchas cosas que contar de estos 18 años. Y como además sigo yendo los fines de semana al Acholiland, donde el Ayuntamiento de Madrid nos está financiando la construcción de un dispensario (entre túnel y túnel algo les ha sobrado para echarnos un cable), pués estaré encantado de decirle mucho sobre lo que se cuece por allí.
Alberto y yo nos vemos poco, por desgracia. La última vez que le ví fue un día que pasaba yo por Nairobi por equivocación. Siempre le digo que se dé una vuelta por Uganda, pero me dice que´tiene mucho trabajo. Yo creo que es que aún se acuerda de lo de cruzar el Nilo de noche... y eso que le dicho miles de veces que no lo hice a propósito.