Diario de Jan Pronk: La desfachatez de la impunidad (I)
Jan Pronk ha sido el Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas en Sudán hasta que fue expulsado por el gobierno de aquel país en los últimos meses del pasado año. Los textos que siguen prueban la desfachatez y el descaro de un gobierno que continuamente ignora el papel de las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad y que continúa el acoso y el ataque indiscriminado contra civiles en Darfur. Debido a su relevancia y los detalles que da de las complicadas negociaciones, he considerado que podrían ser de valor para las personas que sigan los acontecimientos en la región y por tanto he traducido estos párrafos tomados del diario personal de su página web www.janpronk.nl
El 31 de Diciembre ha sido mi último día como representante especial del Secretario General de las Naciones Unidas en Sudán. Desde el 24 de Octubre, cuando el Gobierno de Sudán me declaró “persona non grata” no he sido capaz de contribuir mucho en mi trabajo de incidencia política; tampoco he podido liderar la misión de las Naciones Unidas en Sudán. Es más, la cúpula de las Naciones Unidas en Nueva York decidió que no debería asistir a reuniones concernientes a Sudán. Tenían miedo que fuera a provocar al gobierno. Desde mi punto de vista, este enfoque no ha sido muy apropiado. El gobierno unilateralmente tomó la decisión de expulsar al funcionario más alto de las Naciones Unidas. Actuando de esta manera, violó los acuerdos con la ONU y desafió de esta manera tanto al Secretario General como al Consejo de Seguridad. El gobierno sudanés actuó así porque, en nombre de la ONU, había criticado al gobierno por las violaciones de acuerdos internacionales y de Derechos Humanos. Parecía como si el gobierno [sudanés] pudiera hacer esto sin ninguna reacción por parte de Nueva York.
El Consejo de Seguridad, siempre rápido a la hora de emitir comunicados y notas de prensa cuando los Miembros no quieren adoptar una resolución, no protestó contra la decisión del gabinete sudanés aún cuando esta decisión había sido tomada para socavar el mandato dado por el Consejo de Seguridad a la misión de la ONU en Sudán. La carta enviada por el Ministro de Asuntos Exteriores al Secretario General, en la cual las autoridades sudanesas me informaban a las Naciones Unidas de su decisión, nunca ha sido respondida. Parece ser que hubo una disputa entre funcionarios de la ONU sobre el tono de dicha respuesta. Algunos borradores fueron considerados, pero al final algunos funcionarios concluyeron que era demasiado tarde para enviar cualquier respuesta. No informaron a sus superiores y éstos no hicieron más preguntas.
Fue una actitud burocrática y política. El gobierno concluyó que podrían hacer lo que quisieran. El Consejo de Seguridad solamente habla, no actúa. La burocracia de la ONU tiene miedo de poner en peligro las amistosas relaciones con un estado miembro. Esto se refleja desde el principio en la relación entre el Consejo de Seguridad y Sudan. Durante el 2003 y la primera mitad del 2004 la limpieza étnica en Darfur había tenido como consecuencia en los asesinatos en masa y el la expulsión de sus casas de más de un millón de personas. Sin embargo, el Consejo de Seguridad rehusó poner en su agenda esta catástrofe a pesar de prontas peticiones por parte de muchos testigos de no contemplar en silencio esta situación sino actuar. El Consejo sólo comenzó a discutir en Julio del 2004, cuando ya era demasiado tarde para cambiar la situación. Los Estados Unidos comenzaron a referir a los asesinatos masivos como “genocidio” solo cuando las violaciones y los asesinatos habían alcanzado su clímax. Posteriormente, el gobierno ha desechado todas las demandas por parte del Consejo de Seguridad para parar y desarmar a las milicias Yanyawiid. El gobierno tenía todas las razones para creer que podrían continuar permitiendo y apoyando la limpieza étnica y los asesinatos sin que la comunidad internacional pudiera impedírselo.
En mi opinión uno de los errores del Consejo de Seguridad ha sido que los miembros de hecho han considerado únicamente un instrumento específico: enviar o no una misión de paz. Sin embargo, una misión de paz solamente puede tener lugar cuando hay paz. Para obtener paz lo que se pide es que se acuerde un alto el fuego sostenible, para establecer instituciones que puedan garantizar tal acuerdo, para impedir los ataques a los civiles, para paralizar el apoyo a grupos paramilitares cometiendo atrocidades, para negociar un acuerdo que se apunte a las causas profundas del conflicto y pueda alcanzar un compromiso. Cuando las partes rehúsan hacer todo esto, se necesita una vigorosa diplomacia multilateral para forzar la paz. Esta diplomacia debería ir más allá de resoluciones y comunicados. Las reclamaciones y peticiones en esas resoluciones deberían tener controladas políticamente en vez de ser dejadas de lado. Esto requiere un control en términos concretos, lo cual requiere mucho más que una nueva resolución, o la petición por otro informe u otra investigación. Todo ha sido reportado ya: suficientes hechos han sido ya puestos en consideración del Consejo de Seguridad. El hecho que las peticiones del Consejo de Seguridad no han sido implementadas no es un secreto sino algo de dominio público. En tal situación el Consejo de Seguridad debería reaccionar con medidas claras: sanciones diplomáticas, políticas, legales, financieras o económicas contra aquellos que no cumplen. Hay muchas posibilidades, pero el Consejo siempre ha intentado evitar poner cualquier sanción. En ver de una diplomacia creativa, vigorosa, multilateral, el consejo ha continuado discutiendo las modalidades de una misión de paz. Desde un principio, estaba claro que los miembros permanentes del mismo –EE.UU. , Reino Unido, Rusia, China y Francia- no alcanzarían un consenso para imponer una misión de paz según el Artículo 7 [uso de la fuerza incluso con el no consentimiento del país]; una misión de tal tipo sólo podría ser enviada a Sudán bajo el Artículo 6 de la Carta de la ONU, es decir con el consentimiento de los sudaneses. El gobierno de Sudán ha rehusado aceptar o “invitar” (terminología de la resolución del Consejo de Seguridad 1706) un misión de esa clase. De esta manera, no habría una respuesta a las violaciones ni siquiera en la forma de sanciones o de una misión.
Actuando así y por su desidia, el Consejo de Seguridad socava su propia autoridad. Es comprensible que varios miembros del mismo, los permanentes y los otros, tengan intereses políticos diferentes. Sin embargo, el Consejo en su conjunto tiene la obligación de actuar en el nombre de la comunidad mundial, en el interés de la paz y la seguridad mundial. Los miembros del Consejo pueden tener visiones diferentes sobre los conflictos que pueden poner en peligro la paz y la seguridad. Sin embargo, juntos, como un mismo organismo, están obligados a alcanzar un acuerdo entre ellos mismos. Ningún miembro del Consejo de Seguridad lo es en contra de su voluntad. Es una decisión propia. Ellos han ratificado los capítulos. Los cinco miembros permanentes han conservado vigorosamente su posición preferencial y los derechos que van asociados con la misma. Los otros han hecho campaña para ser elegidos como miembros temporales. Ser miembro del consejo no implica que los intereses de un país sean idénticos a los de los otros. Sin embargo, sí que implica un común interés de todos los miembros para que el Consejo, el más alto organismo político del mundo, sea respetado y sus decisiones sean implementadas. La composición del Consejo no refleja las relaciones de poder en el mundo actual, en contra de lo que pasó cuando la ONU y el Consejo fueron establecidos. Es tiempo para hacer una reforma del Consejo. Sin embargo, hasta que no llegue esa reforma, el Consejo en su presente constitución y composición debería ser respetado y debería actuar de cara a preservar ese respeto.
El 31 de Diciembre ha sido mi último día como representante especial del Secretario General de las Naciones Unidas en Sudán. Desde el 24 de Octubre, cuando el Gobierno de Sudán me declaró “persona non grata” no he sido capaz de contribuir mucho en mi trabajo de incidencia política; tampoco he podido liderar la misión de las Naciones Unidas en Sudán. Es más, la cúpula de las Naciones Unidas en Nueva York decidió que no debería asistir a reuniones concernientes a Sudán. Tenían miedo que fuera a provocar al gobierno. Desde mi punto de vista, este enfoque no ha sido muy apropiado. El gobierno unilateralmente tomó la decisión de expulsar al funcionario más alto de las Naciones Unidas. Actuando de esta manera, violó los acuerdos con la ONU y desafió de esta manera tanto al Secretario General como al Consejo de Seguridad. El gobierno sudanés actuó así porque, en nombre de la ONU, había criticado al gobierno por las violaciones de acuerdos internacionales y de Derechos Humanos. Parecía como si el gobierno [sudanés] pudiera hacer esto sin ninguna reacción por parte de Nueva York.
El Consejo de Seguridad, siempre rápido a la hora de emitir comunicados y notas de prensa cuando los Miembros no quieren adoptar una resolución, no protestó contra la decisión del gabinete sudanés aún cuando esta decisión había sido tomada para socavar el mandato dado por el Consejo de Seguridad a la misión de la ONU en Sudán. La carta enviada por el Ministro de Asuntos Exteriores al Secretario General, en la cual las autoridades sudanesas me informaban a las Naciones Unidas de su decisión, nunca ha sido respondida. Parece ser que hubo una disputa entre funcionarios de la ONU sobre el tono de dicha respuesta. Algunos borradores fueron considerados, pero al final algunos funcionarios concluyeron que era demasiado tarde para enviar cualquier respuesta. No informaron a sus superiores y éstos no hicieron más preguntas.
Fue una actitud burocrática y política. El gobierno concluyó que podrían hacer lo que quisieran. El Consejo de Seguridad solamente habla, no actúa. La burocracia de la ONU tiene miedo de poner en peligro las amistosas relaciones con un estado miembro. Esto se refleja desde el principio en la relación entre el Consejo de Seguridad y Sudan. Durante el 2003 y la primera mitad del 2004 la limpieza étnica en Darfur había tenido como consecuencia en los asesinatos en masa y el la expulsión de sus casas de más de un millón de personas. Sin embargo, el Consejo de Seguridad rehusó poner en su agenda esta catástrofe a pesar de prontas peticiones por parte de muchos testigos de no contemplar en silencio esta situación sino actuar. El Consejo sólo comenzó a discutir en Julio del 2004, cuando ya era demasiado tarde para cambiar la situación. Los Estados Unidos comenzaron a referir a los asesinatos masivos como “genocidio” solo cuando las violaciones y los asesinatos habían alcanzado su clímax. Posteriormente, el gobierno ha desechado todas las demandas por parte del Consejo de Seguridad para parar y desarmar a las milicias Yanyawiid. El gobierno tenía todas las razones para creer que podrían continuar permitiendo y apoyando la limpieza étnica y los asesinatos sin que la comunidad internacional pudiera impedírselo.
En mi opinión uno de los errores del Consejo de Seguridad ha sido que los miembros de hecho han considerado únicamente un instrumento específico: enviar o no una misión de paz. Sin embargo, una misión de paz solamente puede tener lugar cuando hay paz. Para obtener paz lo que se pide es que se acuerde un alto el fuego sostenible, para establecer instituciones que puedan garantizar tal acuerdo, para impedir los ataques a los civiles, para paralizar el apoyo a grupos paramilitares cometiendo atrocidades, para negociar un acuerdo que se apunte a las causas profundas del conflicto y pueda alcanzar un compromiso. Cuando las partes rehúsan hacer todo esto, se necesita una vigorosa diplomacia multilateral para forzar la paz. Esta diplomacia debería ir más allá de resoluciones y comunicados. Las reclamaciones y peticiones en esas resoluciones deberían tener controladas políticamente en vez de ser dejadas de lado. Esto requiere un control en términos concretos, lo cual requiere mucho más que una nueva resolución, o la petición por otro informe u otra investigación. Todo ha sido reportado ya: suficientes hechos han sido ya puestos en consideración del Consejo de Seguridad. El hecho que las peticiones del Consejo de Seguridad no han sido implementadas no es un secreto sino algo de dominio público. En tal situación el Consejo de Seguridad debería reaccionar con medidas claras: sanciones diplomáticas, políticas, legales, financieras o económicas contra aquellos que no cumplen. Hay muchas posibilidades, pero el Consejo siempre ha intentado evitar poner cualquier sanción. En ver de una diplomacia creativa, vigorosa, multilateral, el consejo ha continuado discutiendo las modalidades de una misión de paz. Desde un principio, estaba claro que los miembros permanentes del mismo –EE.UU. , Reino Unido, Rusia, China y Francia- no alcanzarían un consenso para imponer una misión de paz según el Artículo 7 [uso de la fuerza incluso con el no consentimiento del país]; una misión de tal tipo sólo podría ser enviada a Sudán bajo el Artículo 6 de la Carta de la ONU, es decir con el consentimiento de los sudaneses. El gobierno de Sudán ha rehusado aceptar o “invitar” (terminología de la resolución del Consejo de Seguridad 1706) un misión de esa clase. De esta manera, no habría una respuesta a las violaciones ni siquiera en la forma de sanciones o de una misión.
Actuando así y por su desidia, el Consejo de Seguridad socava su propia autoridad. Es comprensible que varios miembros del mismo, los permanentes y los otros, tengan intereses políticos diferentes. Sin embargo, el Consejo en su conjunto tiene la obligación de actuar en el nombre de la comunidad mundial, en el interés de la paz y la seguridad mundial. Los miembros del Consejo pueden tener visiones diferentes sobre los conflictos que pueden poner en peligro la paz y la seguridad. Sin embargo, juntos, como un mismo organismo, están obligados a alcanzar un acuerdo entre ellos mismos. Ningún miembro del Consejo de Seguridad lo es en contra de su voluntad. Es una decisión propia. Ellos han ratificado los capítulos. Los cinco miembros permanentes han conservado vigorosamente su posición preferencial y los derechos que van asociados con la misma. Los otros han hecho campaña para ser elegidos como miembros temporales. Ser miembro del consejo no implica que los intereses de un país sean idénticos a los de los otros. Sin embargo, sí que implica un común interés de todos los miembros para que el Consejo, el más alto organismo político del mundo, sea respetado y sus decisiones sean implementadas. La composición del Consejo no refleja las relaciones de poder en el mundo actual, en contra de lo que pasó cuando la ONU y el Consejo fueron establecidos. Es tiempo para hacer una reforma del Consejo. Sin embargo, hasta que no llegue esa reforma, el Consejo en su presente constitución y composición debería ser respetado y debería actuar de cara a preservar ese respeto.