(AE)
El matatu (también llamado dala-dala, tro-tro, candongueiro, twegerane, según en qué país estemos) es una figura fundamental para conocer el África del Este. Es una furgoneta
(normalmente Toyota) teóricamente de 9-12 plazas en la que “fácilmente” se pueden acomodar 14 personas (o más) y es el medio de transporte más utilizado, el vehículo más aprovechado y sufrido, es un coche hecho mundo. Lo podemos llamar “transporte público” cuando en realidad no es público ya que no le pertenece al estado. Es una iniciativa privada más que campa por sus respetos en la sufrida geografía de muchos de nuestros países africanos.
Dicen que el nombre viene de la expresión suahili “tres” (tatu), expresando el importe que antiguamente se pagaba por un viaje en tal medio: 3 chelines. Actualmente, el precio puede ser diez o treinta veces más, dependiendo de la longitud del trayecto, y el nombre se ha convertido en un sinónimo de la cotidianeidad tanto rural como urbana de muchos países. Normalmente está asociado a la prisa (cuanto más viajes haga más cobran tanto el chofer como el asistente), al humo intenso (limpiar el carburador no es una de sus prioridades) y a la velocidad vertiginosa.
Eso sí, el matatu es la arrogancia hecha vehículo, es un perdonavidas con neumáticos, es de facto el dueño de la calle, que nadie ose competir con él porque derrotará a quien lo desafíe. Él mismo dicta sus normas de tráfico, no respeta a nadie, no hay cola que se le resista, no hay código que no se salte ni tampoco hay policía al que no pueda sobornar para salir airoso de la peor ofensa... Para bregar con él en la carretera se requieren altas dotes de paciencia, si te pilla detrás y él tiene prisa estás perdido, porque o te pita o te echará las luces para manifestar su impaciencia... en cambio, si por un casual lo tienes delante y tiene que parar a recoger o dejar algún pasajero, seguro que se tomará su tiempo y lo hará de manera que no puedas adelantarlo porque, al fin y al cabo, salir de la calzada para volver a entrar es una pérdida de tiempo y mejor que espere el que esté detrás. En la calzada el matatu es un peligro volante, pero ¿cómo se moverían las personas si no tuvieran este tipo de transporte?
El matatu representa no sólo la posibilidad de desplazarse sino una visión de la sociedad, reflejada claramente en los audaces diseños, los gráficos y dibujos en su chapa, los cuales tocan desde el tema religioso y bíblico ("Jesús es Señor", "El Señor es Rey") hasta los provocativos ("apártate, perra") pasando por diseños tribales y los típicos equipos futboleros (Manchester, Chelsea, Barcelona, Madrid). Todo un reflejo de la sociedad hecho rótulo.
Recuerdo un tiempo no muy lejano donde por estas partes el ministerio decidió regular el transporte de viajeros, regulando a base de decretos el máximo de personas (14), el uso del cinturón de seguridad, la regulación para que el conductor vista un uniforme azul y el ayudante uno rojo burdeos y la instalación de un controlador de velocidad que (teóricamente) impide que el vehículo corra a más de 80 Km./hora. Los propietarios de matatus decidieron ir a la huelga, ya que no estaban dispuestos a invertir en tantos cambios en sus vehículos. Creyeron que con unos cuantos días de huelga y el inmenso caos que causarían en los miles y miles de viajeros serían suficientes para que el gobierno se echara atrás. No fue así, el ministro dijo que o aceptaban la nueva normativa y adaptaban los coches o se había acabado la discusión. No cedieron. La gente caminó al trabajo durante semanas... los propietarios de matatus vieron que no había otra salida que rascarse el bolsillo, acatar la letra de la ley y adaptar los vehículos a la normativa. Al final, quien salió ganando fue la seguridad de la gente.
Antes de este suceso, podía ser perfectamente que en un matatu metieran 20 personas, algunas sentadas y otras hechas un ocho en medio de las filas. El viajar en matatu era (y lo sigue siendo hoy, a pesar de la nueva legislación) una aventura bien temeraria y peligrosa. Casi cada día los medios de comunicación se hacen eco de terribles accidentes en la mayoría de los cuales - ¡oh casualidad! - uno de los implicados es un matatu. ¿Causas de los accidentes? Muchas, comenzando por el abuso de la velocidad (se puede uno matar perfectamente viajando a menos de 80 Km) y continuando por el hecho que no respetan las mas mínimas normas de circulación. Adelantar en un cambio de rasante o en una curva no es nada del otro mundo para ellos, lo han hecho cientos de veces y viven para contarlo (para más estrés de los que viajan dentro o de los que vienen por el otro lado: En los usuarios de los matatus y en los que los sufren en la carretera la adrenalina corre como un torrente). Lo que pasa es que en la vida la suerte no siempre está del lado de los que ignoran las normas de tráfico.
El caso es que la gran mayoría de los usuarios apenas tienen una alternativa. El matatu llega donde no llegan los autobuses u otros transportes públicos. Esto es lo que hay, lo tomas o lo dejas; aunque sea jugarse la vida, hay que utilizarlo si no se quiere hacer el trayecto andando. La clave de su éxito radica en la extensión y la rapidez de sus servicios; tampoco es un secreto que la decrepitud de los transportes públicos urbanos contribuye a que la gente tenga que elegir esta alternativa. Si hubiera suficientes y cómodos autobuses, siempre serían bien recibidos y mejor utilizados, pero por desgracia los pocos que hay renquean que da gusto, hay poquísimos y además están muy mal organizados. Toda una oportunidad perdida.