"El déficit democrático en una hipotética institución compuesta exclusivamente por varones" León XIV no nos representa

Cardenales
Cardenales

"Plaza de San Pedro. Cien mil hombres y mujeres, borrachos de alegría, aclaman y vitorean a un jerarca desconocido. Se llamará León XIV. No lo votó el pueblo creyente, ni siquiera indirectamente"

"La Iglesia, desde los más remotos tiempos que enlazan con los monacatos precristianos, respeta el sistema democrático de elecciones en los institutos religiosos. Es más, lo exige expresamente "

"Resulta, pues, chocante que en las modernas elecciones de los obispos y, sobre todo, en la elección del obispo de Roma, se obvie este proceder democrático"

"La exclusión de mujeres en el cónclave evidencia una mayor carencia de democracia en la Iglesia Católica"

Plaza de Oriente

Cien mil hombres y mujeres se desgañitan. Aclaman y vitorean a un militar. Un reducido grupo de generales golpistas, al margen del pueblo, lo aupó a la jefatura del Estado. Se presenta con nuevo nombre. En las monedas se lee. “Caudillo por la gracia de Dios”.

Especial Papa León XIV

Y surge la democracia orgánica. Loslegisladores, procuradores en las Cortes, son aquellos que, con anterioridad, habían sido designados por el Caudillo (o por sus ministros) para los importantes cargos del país: gobernadores civiles, alcaldes de capitales de provincia, presidentes de diputaciones provinciales, instituciones culturales, etc. De esa forma, el pueblo participa, silenciosamente, por medio de sus genuinos “órganos”, en la política, en el destino de la Patria.

Todo, bien atado, en el presente y en el futuro. A la luz de la Ley de Sucesión, también el Consejo de Regencia es predeterminado por el Caudillo…

La democracia en España - hiru

Plaza de San Pedro

Cien mil hombres y mujeres, borrachos de alegría, aclaman y vitorean a un jerarca desconocido. Cambió de nombre. Se llamará León XIV. No lo votó el pueblo creyente, ni siquiera indirectamente. Pero lo aceptan como líder. Fue elegido por 133 eclesiásticospredeterminados por el anterior líder. Bajo inspiración del Espíritu Santo.

La Iglesia, desde los más remotos tiempos que enlazan con los monacatos precristianos, respeta el sistema democrático de elecciones en los institutos religiosos. Es más, lo exige expresamente en los estatutos o/y constituciones que han de ser aprobados en el Vaticano. Resulta, pues, chocante que en las modernas elecciones de los obispos y, sobre todo, en la elección del obispo de Roma, se obvie este proceder democrático.

Uno podría imaginarse que el Cónclave (del latín “cum clave”, con llave) -así denominado desde el Renacimiento por la circunstancia de la encerrona de los cardenales en el acto de elegir- reúne todos o alguno de los elementos de representatividad democrática. Podría pensarse, al menos, que estamos ante una “democracia orgánica”, semejante a la que los españoles “disfrutábamos” entre los años 39 y 75 del pasado siglo: la representación articulada de todos los pastores locales, tal y como podría ser el actual Sínodo Universal de los Obispos.

En tiempos de Pablo VI se abogaba por que el Sínodo sustituyera al Colegio de Cardenales en todas sus funciones o, por lo menos, en la elección del nuevo papa. Aun así, estaríamos ante un importante déficit democrático ya que tales pastores son designados (no sólo investidos) por el obispo de Roma, sin contar con la efectiva participación de los fieles y ni siquiera de los obispos de su región.

Los electores del papa no representan ni a los fieles católicos ni a los pastores. Una real y efectiva democracia exigiría que fieles y pastores fuesen debidamente representados. No es así. Los cardenales, incluso ahora que proceden de variados países y continentes, son eclesiásticos designados (“creados”) por el mismo Papa según criterios muy personalistas y entre los que no están exentos los ideológicos, económicos o retributivos de servicios prestados al papado o a la Iglesia.

HISTÓRICA BIENVENIDA AL PAPA LEÓN XIV, MÁS DE 150 MIL FIELES LO RECIBIERON  EN LA PLAZA DE SAN PEDRO – Canal 13 Mexico

El cardenalato es algo así como un título nobiliario, semejante al que aún hoy conceden las monarquías. Lo peor es que los fundamentos de tal concesión son, con frecuencia, análogos a los de la nobleza laica. En base a los tales criterios personalistas, son excluidos aquellos eclesiásticos que el papa o su curia consideran conflictivos o menos sumisos a Roma. Un claro sistema endogámico que cada papa renueva y fortalece.

La más trascendental misión de los cardenales está relacionada con el cónclave. Ellos han de elegir al nuevo obispo de Roma. Desde Pablo VI están excluidos los octogenarios y se elevó de 70 a 120 el número máximo de Electores. Francisco no respetó ese número y lo amplió. El papa, sobre todo después de un largo pontificado, ha tenido tiempo de conformar un Colegio de Electores a su gusto, condicionando así la elección de su sucesor.

El 80% de los 135 electores fue creado por Francisco. No consta que se haya tenido en cuenta la voluntad y necesidades de los fieles o/y de los pastores locales de cara a un nuevo jefe de la Iglesia. No digamos ya de cara a lo que originariamente es: obispo de Roma. En el Sacro Imperio Romano Germánico, se adivinaba una “democracia orgánica” análoga a la franquista. Cada uno de los electores, reyes, príncipes o duques, en la elección del Emperador, era portador de las preocupaciones y reivindicaciones de sus respectivos súbditos. Ni siquiera esta tenue democracia se detectó en el cónclave de 2025.

Lo anteriormente expuesto valdría para demostrar el déficit democráticoen una hipotética institución compuesta exclusivamente por varones.

Pero las mujeres constituyen la mitad de los miembros de la Iglesia, se esperaría que ellas tuvieran su parte proporcional en todo. No es así. No son elegibles porque a ellas está vetado el acceso al episcopado, y el papa tiene que ser obispo de Roma. Tampoco son electoras porque ese cometido está reservado a los cardenales quienes son siempre varones, históricamente clérigos. La exclusión de mujeres en el cónclave evidencia una mayor carencia de democracia en la Iglesia Católica

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