El patriarca Kiril y la guerra contra el terrorismo



El Patriarca de Moscú y toda Rusia, Su Santidad Kiril, giró visita del 15 al 18 de octubre de 2016 a la diócesis de Souroge para celebrar el 300º aniversario de la presencia de la Iglesia ortodoxa rusa en Gran Bretaña. El viaje le brindó la oportunidad de entrevistarse también con Su Majestad la Reina Isabel II, Su Gracia el Arzobispo de Caterbury, Justin Welby, y otras personalidades de relieve. Al término de la misma y ya en el aeropuerto, acompañado por el arzobispo Eliseo de Souroge y el embajador de la Federación de Rusia en Gran Bretaña, A. V. Iakovenko, el Patriarca se prestó gustoso a una batería de preguntas de periodistas rusos, ingleses y extranjeros sobre diversas cuestiones, algunas de especial incidencia en el ecumenismo.

Quiero rescatar lo más granado de ese momento por el interés que en sí mismo reviste y el plus añadido de los acontecimientos de los últimos tres meses. En ningún acto posterior, que yo sepa, ha vuelto el Patriarca a pronunciarse sobre los temas allí tratados, al menos con la claridad entonces puesta en sus palabras. Sí lo había hecho ya, en cambio, a principios de 2016 con motivo de su encuentro con el papa Francisco en La Habana. La persecución de cristianos por parte de terroristas como el Estado Islámico y Boko Haram, en Medio Oriente y África, respectivamente, fue el tema principal del encuentro del Papa con el Patriarca, según informó entonces el número 2 del Patriarcado ruso, metropolita Hilarión de Volokolamsk.

Ya al término de la primera semana de mayo de 2016, cuando Rusia y Turquía intensificaron sus bombardeos en Siria contra el terrorismo yihadista, las Agencias difundieron que el Patriarca había definido a dicho terrorismo, durante un acto religioso con motivo de la fiesta de San Jorge, patrono de Moscú y de los ejércitos rusos, 6 de mayo, como un «mal no solo para Oriente Medio, sino para todo el género humano». Su punto de vista al respecto no deja lugar a dudas: «Nuestros soldados participan en combates en Oriente Medio, y no es agresión ni ocupación, no es la imposición de una ideología ni el apoyo a determinados gobiernos, es una lucha contra un enemigo terrible (...), el terrorismo», dijo el Patriarca.

Fue asimismo entonces cuando adelantó que «la guerra contra el terrorismo es una guerra santa. Quiera Dios que esto se entienda en todo el mundo, que nadie divida a los terroristas en buenos y malos, que nadie vincule la guerra contra el terrorismo al logro de objetivos no declarados pero presentes en el pensamiento político». Solo en ese caso –agregó--, «la guerra contra ese enemigo, llevada a cabo con medios honestos, también será santa».

Kiril asimismo indicó que la Gran Guerra Patria, como en Rusia se conoce el periodo de la Segunda Guerra Mundial en el que la Unión Soviética luchó contra la Alemania nazi, también fue una guerra santa, porque los soldados rusos combatieron por su pueblo contra un «enemigo artero y cruel». La conclusión de la homilía fue inequívoca: «Oremos porque las Fuerzas Armadas de nuestra patria siempre y en toda circunstancia sean fieles a la línea espiritual que supone su participación solo en la lucha contra el mal, en la lucha por la justicia y la salvación de vidas humanas». Con este bagaje por delante, Kiril viajó a Londres en octubre de 2016 consciente de que los periodistas no dejarían de aprovechar cualquier resquicio para volver a la carga.

Cabalmente el papa Francisco, apenas unas horas más tarde, concretamente el 10 de mayo, Jornada de la amistad copto-católica, escribía una carta a su santidad Tawadros II, patriarca de la Iglesia copta, donde se puede leer: «Pueda Dios nuestro Padre dar paz y consuelo a todos los que sufren en Oriente Medio y en particular en Irak y Siria, e inspirar a la comunidad internacional para responder con sabiduría y justicia a tal violencia sin precedentes».

Vengo así a las últimas declaraciones de octubre con motivo del viaje patriarcal a Londres ahora que las televisiones acaban de informar de la retirada de las tropas rusas de Siria, y dentro del contexto político y religioso de estos meses, habida cuenta sobre todo de los bombardeos rusos y turcos en Alepo y de los atentados terroristas de las últimas semanas. Me ha parecido prudente levantar acta de lo dicho por el Primado ruso, sobre todo por la nitidez de sus respuestas y en algunos casos su puntualización. Naturalmente que los periodistas, ya digo, aprovecharon la circunstancia para recabar su parecer sobre temas del viaje que tampoco es que guarden mucha relación con lo estrictamente ecuménico. De ahí que omita sin más ese extremo. Preguntas y respuestas, pues, discurrieron así en la entrevista:



P//- « ¡Santidad! Habéis calificado la operación militar en Siria de guerra santa. En Occidente, nosotros tenemos otro punto de vista. ¿Consideráis las recientes operaciones conducidas por Rusia en Alepo como formando parte de la guerra santa en Siria?».

R//- «Lamento que mis palabras hayan sido mal interpretadas. Yo jamás hablé de guerra santa en Siria. Sí hablé de guerra santa contra el terrorismo. Y pienso que numerosas víctimas del terrorismo en Europa se reconocerán dentro de mis palabras: basta recordar lo que ha pasado recientemente en Francia, en Bélgica. Pregunte a los familiares de quienes han muerto a manos de los terroristas».

P//- «En su opinión, ¿qué es lo que puede combatir al terrorismo? ¿Se puede decir que la resistencia al terrorismo es sagrada?».

R//- «Defendiendo a nuestros parientes, nuestros padres, defendiendo a nuestro país y a nuestros pueblos contra el terrorismo, defendemos el don sagrado de la vida, porque los terroristas llevan su ataque a este don sagrado. No hay aquí, pues, razón alguna para dar una connotación política a mis palabras. Pero yo estoy profundamente convencido de que la participación de pueblos y estados en ciertas operaciones militares puede ser definida así.

Hablamos por lo común de « guerra santa » a propósito de la lucha contra el fascismo. Nuestras canciones de la Segunda guerra mundial, que ensalzan el heroísmo de nuestros soldados, emplean estas palabras. Hay una canción magnífica, con las palabras siguientes: “Es la guerra del pueblo, la guerra sagrada”, porque la guerra contra el nazismo era absolutamente sagrada. Se trataba de defender aquello que la gente tenía de más sagrado: su vida, su independencia, su modo de vida, su porvenir en general. En este sentido, hoy, la guerra contra el terrorismo debe también ser común. No es solo asunto de Rusia, todos los países están concernidos. Debemos unirnos para vencer este mal. Esta es la guerra que yo llamo santa».

P//- «Háblenos de sus impresiones en general, así como del balance político de vuestra visita. ¿Habéis podido, durante vuestros encuentros con la reina o con otras personalidades oficiales, establecer puentes para mejorar las relaciones entre nuestros dos países? ¿Pensáis que los desacuerdos existentes hoy entre ellos son un fenómeno temporal? ¿O son, tal vez, la consecuencia de un conflicto importante entre la civilización europea y otra vía que Rusia hubiera podido elegir?».

R//- «Desde el primer momento me negué a contemplar mi visita aquí desde el ángulo político, y celebraría que todos lo percibiesen así. Comprendo perfectamente que una visita del Patriarca no es en ningún caso suficiente para borrar los desacuerdos que hoy existen. Pensé, así y todo, que debía venir a Gran Bretaña --independientemente del contexto político, del estado de las relaciones entre los dos países--, con motivo del tricentenario de nuestra parroquia, al objeto de rezar con los fieles ortodoxos e intercambiar impresiones con los británicos.

Vosotros habéis mencionado mi encuentro con la reina. Yo he intercambiado impresiones también con gentes muy diferentes: parlamentarios, representantes de la aristocracia, simples ciudadanos. No he detectado animosidad alguna. Os aseguro que la gente con la que me he encontrado no son especialmente amigos de Rusia. Son británicos a quienes interesaba la visita del Patriarca. Detecté un clima muy caluroso, acogedor. ¿Qué quiere decir todo esto?

A fin de cuentas la Iglesia apoya todo aquello que hay de positivo en las relaciones entre los pueblos. La Iglesia intenta reconciliar a las gentes. Se nos pregunta a menudo cuál es nuestra posición sobre Ucrania. La sola posición posible: reconciliar a las gentes, hacer bajar las tensiones, actuar para que cese el conflicto sangriento. La Iglesia hace todo lo posible por ser una fuerza pacificadora.



Hemos hablado hoy con Monseñor el arzobispo de Canterbury. Un encuentro, por lo demás, muy útil. Hemos planeado todo un programa de acciones en común, y abrigamos la intención de trabajar conjuntamente por la paz en diferentes lugares del planeta donde se desarrollan en la actualidad confrontaciones. La Iglesia rusa y la Iglesia de Inglaterra tienen una aproximación común sobre el papel de la Iglesia en caso de conflicto».

P//- «Usted viaja mucho al extranjero. Baste recordar su encuentro histórico con el Papa de Roma en Cuba ¿Podemos considerar que este acontecimiento da el tono en favor de la reunificación de los cristianos? ¿Y cuáles serían las razones de esta aproximación?».

R//- «Vivimos tiempos difíciles, todo el mundo es de ello consciente, comprendidos los hombres políticos ingleses y rusos, y los líderes religiosos. Se producen hoy cambios radicales en el mundo. Nos enfrentamos a desafíos muy peligrosos, a desafíos globales. Yo no quiero enumerarlos, pero es evidente que la humanidad se halla en un estado bastante arriesgado de su desarrollo histórico. De cómo sobrepasemos este estado depende la existencia misma de la humanidad, que podemos aniquilar no solo a golpe de armas nucleares, sino también por crisis ecológicas, el foso increíble entre ricos y pobres y muchas otras cosas. La cuestión entonces se plantea: ¿Y la Iglesia? ¿Debe ella contentarse con observar esta dinámica negativa? ¿O tiene ella por vocación prevenir a las gentes, ayudar a que reconsideren ciertos aspectos para encontrar un lenguaje común y luchar conjuntamente contra estas crisis?

He ahí por qué yo encontré al papa Francisco. Cuando nos vimos en el aeropuerto, yo le dije: “Creo que nos encontramos en un buen momento…“, y añadí: “y en un buen lugar “, porque nos veíamos fuera del contexto europeo, marcado por la historia de la división entre las Iglesias ortodoxa y católica. La historia de estas divergencias europeas entre dos Iglesias predomina todavía en la conciencia de los católicos y los ortodoxos. El encuentro de La Habana nos permitió salir un poco del contexto histórico europeo. Pienso, no obstante, que es preciso sobre todo poner el acento sobre la primera expresión: un buen momento.

Ningún Patriarca de Moscú había jamás encontrado al Papa de Roma. Y yo sentí la necesidad de verme con el jefe de la Iglesia católica a fin de discutir ante todo sobre los problemas que nos inquietan sobre el plan del desarrollo global. Nos comprendimos profundamente. Como sabéis, firmamos una declaración que expone la posición de las dos Iglesias.

Yo he sentido la misma cosa hoy en mi encuentro con el arzobispo de Canterbury y sus colegas. Tenemos en común esta inquietud de lo que pasa en el mundo, y estamos preparados para actuar conjuntamente para que el mundo mejore en todo aquello que las Iglesias le puedan permitir».



Habrá quien no vea con buenos ojos la gran amistad que une al presidente Putin y al patriarca Kiril, de la que dan fe numerosas fotografías, pero esa es ahora mismo otra cuestión. Lo que de momento importa saber es el correcto sentido de las palabras de Kiril acerca de la lucha contra el terrorismo. A nadie medianamente cuerdo se le despinta que el terrorismo internacional es un cáncer a extirpar con rapidez, si queremos impedir que los cristianos acaben exterminados precisamente en su propia cuna: el Oriente Próximo. Los discursos de condena están bien, pero el sabio refranero exige algo más, mucho más, cuando afirma que obras son amores y no buenas razones. Las palabras están bien, pero han de ir respaldadas por los hechos. De lo contrario, adiós muy buenas que para luego es tarde.

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