“Curas como éstos son un privilegio”, dicen los feligreses de Miajadas El milagro de la permanencia y de la militancia que florece

(José Manuel Vidal).- "Tener curas como éstos desde hace 44 años en Miajadas es un milagro y un privilegio". Los dos curas, ejemplo de permanencia y milagro de militancia, son Agustín Cornejo y Enrique Gómez. Llegaron a Miajadas, la villa cacereña de la vega alta del Guadiana, a comienzos de los 70, se encarnaron en ella, se entregaron en los surcos de la vida, casaron lo temporal con lo espiritual y aquí siguen con la mano en el arado. Y recogiendo los frutos de la constancia. Con la sencillez del campesino, que no presume de su cosecha, pero la mira con amor y con cierto orgullo.

Agustín y Enrique forman equipo sacerdotal (viven juntos y lo tienen todo en común: bienes, vida y acción) desde entonces. Son quizás de los pocos equipos de curas diocesanos que han permanecido 'vivos' durante tanto tiempo. Les unen la misma fe, los mismos ideales, la misma línea eclesial e idéntico deseo de luchar por una Iglesia pobre, encarnada, militante, samaritana, cercana, corresponsable, auténtica...Son de los curas de la primavera de Francisco, por supuesto. Formados en la dinámica del Concilio Vaticano II, al que siempre permanecieron fieles.

Mientras otros cambiaban, ellos siguieron apostando por encarnarse a fondo en su pueblo. En los primeros años, fueron por delante, de guías, de líderes. Una noticia antigua, en la portada del diario 'Hoy', enmarcada en un cuadro, da fe de ello. "Dos curas de Miajadas multados con cinco duros", dice el titular. En el antetítulo lo explica un poco más: "Protestaron por la situación del colegio 'Covadonga'".

Aquellos años de 'curas rojos' les trajeron disgustos, multas... pero también, como cuenta Enrique, "el gozo de ir perfilando unas opciones claras, para construir una parroquia comunidad donde la gente se reúne, comparte y evangeliza".

Protestas, encierros y, sobre todo, entrega a los más necesitados. Con su casa siempre abierta y su pan preparado para compartir. Eran los tiempos duros del final de la dictadura. Con la llegada de la democracia, la siembra de los dos curas cuajó en una cosecha abundante de cristianos comprometidos, que se dedicaron a luchar por los derechos de los campesinos y se encuadran, desde entonces, en el Movimiento Rural de Acción Católica.

De aquí nacieron decenas de sindicalistas, políticos, catequistas, agentes de pastoral y, sobre todo, creyentes de los de fe recia y encarnada. De los que saben casar, sin problemas, lo espiritual con lo social. Los que pasaron de ser cristianos de misa y olla y de cumplimiento a tratar de vivir en sus vidas la misericordia la ternura y la alegría del Evangelio.

Estuve reunido toda la mañana del sábado con unas doscientas personas de las parroquias de Miajadas y alrededores en el salón del hotel Triana. Gente de todas las edades, con predominio de la mediana edad, pero también con gente relativamente joven, para lo que hoy se estila de media en la Iglesia.

Me tocaba presentarles las grandes líneas de la "primavera" de Francisco y qué hacer para apoyarla, para que crezca radiante y cuaje también en España. Jugaba en casa. Es gente entregada a la causa de Francisco a tope. Son de su escuela desde siempre. Su mensaje lo asumen con ilusión y esperanza y, quizás, con un poco de miedo. Ilusión, porque les confirma en sus intuiciones. El Papa dice y urge lo que ellos han estado intentado hacer y vivir durante todos estos años de invierno y otoño eclesiales. Siempre en las periferia,s siempre en salida y contagiando el evangelio de la alegría con obras y palabras.

El "golpe de Estado del Espíritu Santo" en Roma

Sienten esperanza a corto plazo, porque las perspectivas de la evangelización mejoran. La gente más alejada ya no les da la espalda, ya no les recibe de uñas ni con el prejuicio de estar hablando con los seguidores de la Iglesia aduana, de la Iglesia del no, de la Iglesia hosca y huraña que sólo levantaba la voz para defender a la derecha y sólo mostraba músculo, incluso en la calle, para tratar de presionar a los políticos e imponer su doctrina moral a toda la sociedad. Y, de hecho, algunos recordaban la "vergüenza" de Rouco presidiendo la manifestación contra los gays con más de 40 obispos al lado.

Siguen y quieren al Papa, al que llaman "un milagro y un crack". Algunos piden que sus reformas sean más rápidas y más profundas. Tienen prisa. Y cuando se les explica que la Iglesia no procede a saltos y que el consenso y la convergencia, para no romper la unidad, necesita tiempo, lo entienden, pero se impacientan.

Otros asumen el ritmo y se dan con un canto en los dientes por la ya logrado, por el camino recorrido, por la imagen y la credibilidad públicas recuperadas. "Nos sentimos orgullosos de este Papa. Nunca hemos ocultado nuestro ser católico, pero ahora hasta podemos presumir", afirman.

Es tan bonita esta etapa primaveral, que todavía no ha cumplido ni dos años, que algunos tienen miedo. Miedo a las resistencias, externas e internas, con las que se están topando el Papa. Y miedo, sobre todo, a que no le dé tiempo a concluir su obra y pueda producirse otra involución como la del postconcilio.

La mayoría vive el presente: "¡Que nos quiten lo bailado!" Eso sí, piden a la Iglesia española que se suba cuanto antes y con diligencia al carro de Francisco. Y, en este ámbito, les preocupan varias cosas. Por un lado, el que la alta jerarquía del país no haya sintonizado decididamente con la ola de ilusión que viene del Vaticano.

Como dice Agustín, uno de los curas de Miajadas, "hemos asistido a un golpe de Estado del Espíritu Santo". El cura, bregado en mil combates, reconoce que los clérigos que mejor están conectando con Roma en estos momentos son los más mayores, los curas de su época, los sacerdotes del postconcilio, que, por su edad, se encuentran ya sin demasiadas fuerzas físicas, aunque con la misma ilusión de siempre. Asegura que falta la generación intermedia de curas que conectase a los de su época con los más jóvenes.

Porque el problema para estos curas y para estos cristianos militantes son los curas jóvenes, educados para ser funcionarios de lo sagrado, formateados para un tipo de Iglesia sacramentalista y encerrada en el templo. Ahora, se encuentran sin modelo y les cuesta horrores cambiar de chip.

La otra dificultad para que esta campaña de seducción ilusionante del Papa llegue al pueblo y cuaje en él es la imagen peyorativa que arrastra la Iglesia española y el intento de Rouco y sus secuaces, durante las décadas pasadas, de querer imponer la moral sexual católica a toda la sociedad.

Coinciden en que, en estos momentos, hay un cisma silencioso evidente entre la doctrina sexual que propone la Iglesia y la que se vive en las familias. Por eso, agradecen al Papa que haya reivindicado la paternidad responsable y le piden cambios más profundos en este ámbito.

A los creyentes comprometidos de Miajadas, como a los de todo el país, les cuesta especialmente seguir manteniendo en las filas eclesiales a la gente joven, a sus propios hijos jóvenes, a los que han transmitido la fe, a los que han educado en valores, pero que, repelidos por la imagen de una Iglesia-madrastra, se alejan de ella. "Esperamos que, cuando maduren y tengan sus propios hijos, retornen al redil y continúen pasando el testigo de la fe y de los valores a los más pequeños", esperan algunos.

Nada encerrados en sí mismos, los curas y feligreses de Miajadas han establecidos redes de colaboración con distintas comunidades de El Salvador, donde promueven proyectos agrarios y educativos, a los que continúan ayudando desde hace años y a los que van a visitar con asiduidad.

Curas que comparten vida, bienes y acción

Concluida la jornada y de vuelta a casa, rumio con los curas lo vivido. Y la sobremesa se prolonga. Ahora mismo son tres los que viven juntos. A Enrique y Agustín se les ha unido, desde hace cuatro años, Pedro Sánchez, otro cura bregado con 15 años de párroco de Guareña.

Los tres atienden 8 parroquias con muchos habitantes. Sólo Miajadas cuentra con 10.000. Viven en la casa parroquial, sencilla y humilde. Con recuerdos de todos los años pasados y una original capillita, con una cestita de sagrario, donde se reúnen a rezar y a hablar con Dios y entre ellos a menudo. Una señora les ayuda en las tareas de la limpieza y de la cocina.

Viven con enorme austeridad, pero felices. El sueldo base es de 700 euros al mes y las parroquias les complementan hasta los 1.000 euros, para que puedan vivir y pagar luz, teléfono, gastos del coche y gastos personales. "Aquí, con eso, y compartiendo gastos, podemos incluso llegar a ahorrar unos quinientos euros al año", dicen. Lo que no me cuentan ellos, pero sí algunos de sus fieles, es que, incluso con lo poco que ganan ayudan a los más necesitados.

Hablamos de su permanencia de tantos años en la misma parroquia. Al principio eran partidarios de quedarse como máximo 9 años. Pero, después, fueron viendo que su labor de formación de laicos comprometidos exigía desarrollarse en el largo plazo. Hoy, reconocen que fue un acierto haberse quedado. Y seguramente ni Enrique ni Agustín se muevan ya de Miajadas.

También están contentos de vivir en equipo. "La vida en común no resulta fácil para los curas, porque nos educan para ir por libre y ser individualistas. Pero, después de la experiencia vivida, tiene muchas más ventajas que inconvenientes".

Respiran satisfacción por el deber cumplido. Reconocen que, en la diócesis, les llaman "los curas del Reino", en alusión a los curas progresistas que siempre hablan del Reino de Dios a construir. Un Reino de justicia, de amor y de paz. Un Reino que está incluso por encima de la propia Iglesia.

Pero también son conscientes de que, con el paso de los años, los propios compañeros y la propia curia diocesana reconocen su trabajo. Agustín fue vicario de la diócesis y Enrique sigue siendo consiliario nacional del movimiento rural de acción católica.

Olvidadas ya las experiencias de la región del Duero (capitaneada por Marcelino Legido) y de la zona del Barco de Ávila, el movimiento rural cristiano de Miajadas y alrededores sigue siendo de los pocos referentes de este estilo que quedan en España. Todo un lujo, todo un éxito, insuficientemente conocido. Todo un modelo a exportar a otros muchos sitios rurales del país, donde el cristianismo agoniza lentamente. Porque, si atendemos a los datos actuales, el 35% de la población de nuestro país, lo que equivale a 14 millones de habitantes, viven en municipios rurales.

Cincuenta años después, el MRCAC de Extremadura está formado por 120 laicos y 15 curas, entre ellos, los tres de Miajadas. Se extiende por las zonas de Vegas Altas (Guareña, Madrigalejo, Pizarro, Campolugar, Torviscal, Abertura, Miajadas, Vivares), por los pueblos cacereños de Moraleja, Valdeobispo, Montehermoso, Aliseda, Alagón, Salorino y Mata de Alcántara y en Zahínos (Badajoz). La diócesis donde el MRCAC tiene más presencia es la de Plasencia, con 80 laicos y 10 sacerdotes.

"La clave de nuestro movimiento es evangelizar la sociedad desde dentro, desde los partidos, los sindicatos, las cooperativas agrarias y las asociaciones con el ánimo de brindar valores evangélicos a la sociedad dinamizando los pueblos", explica Agustín. De hecho, en la jornada estuvieron presentes varios miembros del movimiento, que son concejales de IU, dirigentes de Cáritas, de sindicatos y de diversas plataformas sociales.

O, como explica Enrique, "estamos 'en una tierra sagrada', donde habita el Dios encarnado que 've y oye el clamor de su pueblo'". Y Enrique y Agustín les salen a borbotones sus vivencias de estos cuarenta y pico años vividos con intensidad por el Reino.

A su juicio, el esfuerzo de la Iglesia en el mundo rural a partir del Concilio Vaticano II ha sido loable. "Ha crecido una Iglesia cercana, a la escucha del pueblo, encarnada en la vida de la gente. Con todas sus limitaciones e imperfecciones, ha hecho un esfuerzo renovador, sobre todo en incorporar a los laicos y laicas en la catequesis, Cáritas, la Pastoral de la Salud, la liturgia... El trabajo en equipo se ha multiplicado por arciprestazgos y zonas. Se reza de otra manera, la vida y la fe se abren paso en un mismo camino, aunque tenga dos cunetas. Falta un paso más: cómo ir haciendo una Pastoral Rural Misionera que dé respuesta ilusionante al momento actual de nuestros pueblos y evangelice los ambientes, ya lejanos de la fe".

Saben los tres curas de Miajadas que el relevo clerical es escaso y lo será cada vez más. Por eso, apuestan, desde siempre, por los laicos formados y piden a la institución que se replantee el celibato. "La mayoría lo vivimos con generosidad elegante, pero no debe ser obstáculo para que la Iglesia abra las puertas a una futura opción libre de los sacerdotes, algo que la gente hace tiempo que vería con sumo agrado".

Y también piden que la Conferencia episcopal preste mayor atención a la pastoral rural y a los curas de pueblo, que a su juicio, siguen siendo "los que curan, pero también los que necesitan cura y los que no curan solos". Esos curas que entregaron y entregan sus vidas en el surco de la tierra. Curas de monumento. Curas héroes anónimos. Nuestros sabios y santos curas de pueblo.

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