(Eugenio García).- Envidio a esos narradores que cuentan sus memorias reviviéndolas en el momento de escribirlas. Esa gracia quisiera compartir yo hoy con vosotros al contar lo que viví hace 50 años en esta casa de Dueñas. Es verdad que ese disfrute no depende sólo del que escribe lo que sabe sino también de lo que quiere saber el que lo lee. Hoy vuelvo mi memoria hacia aquel primer lustro de los años 60. Yo era novicio de los Misioneros del Verbo Divino; en el mismo noviciado estaban otros 20 compañeros.
Juntos habíamos terminado el bachillerato y juntos comenzamos esa nueva etapa de nuestra vida. Diez veníamos de la estepa castellana y once de la rivera navarra. Sí, somos esos "21 sotanosaurios" fotografiados delante del molino de Dueñas, que era el palacio que compartíamos con las ratas aquel año 1961. La sonrisa que manifestamos en la foto es, en parte, por aquello de "p-a-t-a-t-a" para que saliera más simpática la foto; pero también esa sonrisa manifiesta nuestra alegría juvenil. En ese año, o en los sucesivos años de maduración personal, la mitad optó por el sacerdocio y la otra mitad por el matrimonio o la soltería. Cada año llegaban a esta casa grupos así de novicios.
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