Ecopersonalismo papal

El viaje del Papa Francisco a Cuba y Estados Unidos es un viaje simbólico que discurre entre el viejo comunismo y el neocapitalismo, entre el marxismo y el neoliberalismo. Pero precisamente lo que trae Francisco es un puente entre ambas orillas, la búsqueda de un ámbito medio o medial entre el presunto igualitarismo cubano y el presumido liberalismo norteamericano, entre el igualitarismo y el libertarismo.

La auténtica democracia se funda en la complicidad entre igualdad y libertad, y se define en la afirmación de la persona como igual y diferente a un tiempo. La propuesta papal es por tanto un personalismo de inspiración cristiana, el cual presenta a la persona humana como la síntesis del mundo, como el sujeto que no somete a la naturaleza o creación, sino que dialoga con ella ecológica y recreadoramente.

El personalismo cristiano es así un ecopersonalismo, como aduce la encíclica papal, por cuanto es la síntesis de la naturaleza y la cultura, de lo común y lo individual, de lo exterior y lo interior. La persona encarna la relación de toda la realidad a través de su conciencia o alma, la cual es según Aristóteles simbólicamente todas las cosas, por cuanto las refleja afectivamente. La persona implica así la solidaridad del hombre en el mundo, por cuanto refleja o refracta la soldadura o soldaridad de toda la realidad en su conciencia.

En la encíclica papal el hombre comparece como el hijo de la madre naturaleza y del Dios padre, a modo de hermano o humanidad hermanada. El ecopersonalismo se erige así, frente al comunismo materialista y al capitalismo abstraccionista, en el reconocimiento de la persona como igual y diferente, como materia y espíritu. De esta guisa, el Papa franciscano critica al patriarcalismo individualista moderno occidental, asumiendo franciscanamente cierta tradición matriarcal-comunalista, para desembocar finalmente en un fratriarcalismo cristiano de carácter personalista.

Esta vía mediadora es una vía remediadora de signo católico o universal, típica ahora del Papa jesuita cuya vocación es mediar y remediar los extremos o extremismos. Proyecta así un nuevo relacionismo basado en una nueva complicidad interpersonal: pues en este mundo común todos estamos coimplicados y, por tanto, todos somos cómplices del mismo.
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