¿ALGUIEN HA LEÍDO LAS 95 TESIS?


Cuando todavía Lutero era, en el ambiente espiritual anterior al Vaticano II, un personaje satanizado por parte de nuestros preceptores híper católicos y así vivido y sentido por nosotros, quise conocer algo más de ese monstruo y adquirí un libro que acababa de aparecer. Su lectura supuso un latigazo de verdad sobre figura tan “excelsa” que se atrevió a alzar su voz contra el papa León X y, de rechazo, contra su perro de presa en credos, Carlos V.

El libro en cuestión era “Lutero y el nacimiento del protestantismo” de James Atkinson publicado por Alianza Editorial, 1971. He retomado no tanto su lectura cuanto los múltiples párrafos subrayados del mismo.

Dejando aparte los evidentes intereses políticos que se sirvieron y aprovecharon de él, en la vida de Lutero hay por supuesto varios momentos medulares en torno a los cuales gira su proceso vital. Uno de ellos es cuando clava sobre la puerta de la capilla del castillo de Wittenberg sus 95 tesis: 31 octubre de 1517.

Tal fecha se ha celebrado en el mundo culto como el momento en que comienza la ruptura con Roma, y así se celebra como quingentésimo aniversario de ello. No es del todo verdad, porque hubo otros momentos quizá más significativos o la ruptura fue más bien un proceso gradual. No era intención de Lutero romper con la Iglesia romana, pero así fue, propiciada sobre todo por las altas autoridades vaticanas.

La Gran Enciclopedia “Internet” me ha proporcionado algo que hasta ahora no me había interesado o había sido de difícil acceso, el texto completo de dichas 95 tesis. A decir verdad la lectura de ese texto produce una cierta perplejidad: ¿y esto supuso la ruptura del cristianismo? Desde luego, bastante cerriles fueron las autoridades romanas para no ponerse de acuerdo en puntos tan insustanciales. Pero, ah, no se trataba de doctrina: se trataba de autoridad. ¿Quién era el osado que se atrevía a alzarse contra la autoridad apostólica y romana?

De hecho las 95 tesis no eran otra cosa que puntos para ser discutidos por teólogos. Aparte de no saber leer, ¿qué intelección podía tener el pueblo de tales enunciados? Posiblemente lo único y más significativo que llegó a saber fue que el doctor Lutero se había atrevido a contradecir la predicación del dominico Tetzel. Este fraile dominico fue el enviado de Roma para predicar una nueva modalidad de evitar las penas del Purgatorio. Dicho de manera grosera, las nuevas indulgencias suponían la liberación de las penas del purgatorio automáticamente, cuando el óbolo sonaba en el arca. Pronto se dio cuenta el pueblo de que su única finalidad era construir la gran basílica de Roma.

La reacción a este método de recabar dinero por parte de Roma se produjo únicamente en Alemania y lo fue por una cuestión de principios teológicos expresados por boca de Lutero. No podemos olvidar, por otra parte, que la predicación de las indulgencias se llevó a cabo en toda la cristiandad. Gracias a esta nueva extorsión y a este nuevo engaño se pudo levantar lo que hoy es la Basílica del Vaticano. Y podemos hacernos idea de la enorme cantidad de dinero que a espuertas llegó a las arcas católicas, gracias a un timo tan poco original. Otra forma más de interpretar aquello de San Pablo: “Si por mi mentira Dios es glorificado...”

Exponía Lutero lo que era la verdadera penitencia en el N.T. (1-4); afirmaba que la Iglesia sólo puede perdonar los castigos que ella hubiera impuesto (5-7); negaba el poder del Papa para legislar sobre el purgatorio (8-29); asimismo, Lutero negaba que las indulgencias tuvieran efectividad sobre los vivos y el perdón de sus pecados (30-40); por otra parte, ni indulgencias ni verdaderas obras de piedad podían tener relación con las obras a realizar en San Pedro del Vaticano (41-52); decía Lutero que predicar tales indulgencias era tergiversar la predicación del Evangelio a realizar por obispos y sacerdotes y que se apreciaba en tal predicación más el amor al dinero que interés por las almas (53-80); las restantes (81-95) eran una acusación de la grave responsabilidad y escándalo en que incurría el mismísimo papa.

Aunque dichas tesis no fueron objeto de discusión entre teólogos, los dominicos de Sajonia se las tomaron muy en serio y buscaron la manera de acabar con Lutero... físicamente. En cuatro semanas, copias de las mismas circularon por toda Alemania. En enero de 1518 el mismo Tetzel, que ciertamente era un campeón de la predicación, formuló sus 106 en contra de las 95 de Lutero. Se hicieron muchísimas copias que se distribuyeron también en Wittenberg (los estudiantes las ridiculizaron y las quemaron públicamente, desacreditando al dominico Tetzel).

Como decimos, dichas 95 proposiciones eran principalmente puntos teológicos a debatir, aunque también hay en ellos denuncia del mundo que suponía la burocracia y el modus vivendi de la Iglesia romana. Lutero, que en modo alguno quería romper con la Iglesia, envió copia de ellas a su arzobispo, sin que éste reaccionara por el momento. Incluso al arzobispo como a muchos prelados de Roma, todo este asunto les parecía una disputa entre monjes, aunque los superiores agustinos recibieron orden de “aquietar” a ese monje aventurero.

Hoy, como tantas cuestiones dogmáticas que dividen a católicos y protestantes han derivado en nada. La historia posterior ha diluido su contenido pareciendo que tales declaraciones son cuestiones bizantinas que el mismo Vaticano II ha admitido. Pretenden una cierta unión obviando puntos tan controvertidos como el primado, la Virgen María o la transustanciación. Tarea poco menos que imposible dado el tinglado económico que se mueve por debajo y, sobre todo, por la multitud de sectas que el protestantismo ha generado, imposibles de cohonestar con el dogma católico (ni con el protestante, podríamos decir).
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